Ali Smith, Public Library and Other Stories (Londres: Penguin Books, 2015). 220 páginas.
De Canberra, la ciudad en la que vivo, se suele decir que es aburrida, que
le falta vida y que carece de carácter. Quizás haya algo de cierto en todo ello.
Es sin embargo una ciudad con un elevadísimo nivel educativo y cultural, y para
fortuna de muchos de sus residentes, cuenta con una red de bibliotecas públicas
simplemente fabulosa. Tan buena, tan magnífica es, que los usuarios pueden
sugerir la adquisición de libros, DVD, audiolibros, CD, novelas gráficas, etc.,
y la mayoría de las veces, la red de bibliotecas del Territorio de la Capital
Australiana los comprará. Es una amplia red que cuenta con 9 sucursales,
distribuidas en los distintos barrios y centros urbanos que integran esta singular
ciudad, cuya población ronda ya los 400.000 habitantes. Es posible encontrar
libros en muchas lenguas diferentes, amén de películas, documentales, guías turísticas, casi cualquier cosa.
¿Cuáles son las virtudes de una biblioteca pública? Esa es una de las muchas
preguntas que trata de contestar esta colección de cuentos de Ali Smith, quien
compagina sus relatos de ficción con textos basados en comentarios de o suministrados
por amistades y conocidos de la autora, que son todos ellos usuarios de las
bibliotecas públicas del Reino Unido.
La Biblioteca Nacional de Australia, que también ha padecido drásticos recortes en los últimos años. Fotografía de fir0002 |
El mismo gobierno que conducirá al Reino Unido fuera de la Unión Europea
emprendió desde 2010 una brutal campaña de austeridad que cerró cerca de 1000
bibliotecas públicas y que, hasta la fecha – es solamente un cálculo – ha eliminado
unos 14 millones de libros de sus estanterías. ¿Para qué leer, teniendo al
alcance de la mano fútbol, cerveza y las portadas de The Sun? Claro que la situación en otras partes del mundo no es
mucho mejor: hay un Presidente de Gobierno que alegremente admite que solo lee
un periódico deportivo. Así va el mundo.
Public Library and Other
Stories es por lo tanto
una apasionada defensa de algo tan decididamente comunal como es la biblioteca
pública. Pero Smith no dedica sus historias a las bibliotecas como edificios o
lugares de encuentro con los libros, sino a los libros mismos, a la literatura.
Y lo hace desde la libertad de la creación literaria, desde el ingenio y la
diversión que la caracterizan como autora. Los juegos de palabras, los extraños
y remotos vínculos que surgen en sus historias, son impagables.
Como es de esperar en una colección de cuentos, unos son mucho más
atractivos que otros. Un motivo recurrente en casi todos ellos es el texto como
elemento de la comunicación humana y la degradación que sufre de forma constante.
Por ejemplo, este fragmento de ‘The Definite Article’: “…estaba de camino a una
reunión urgente sobre financiación. Era posible en el clima actual que se
retiraran los fondos, de modo que teníamos que tener urgentemente una reunión
urgente para escoger el tipo correcto de retórica. Ello aseguraría la
estrategia correcta de desarrollo que a su vez aseguraría que la financiación
no concluiría de esta manera en este momento. Había hecho el viaje entero en
metro, diciéndome una y otra vez: urgente, asegurar, factibilidad, margen,
evaluación, gestión, racionalización, estrategia de desarrollo, desarrollo
estratégico, el clima actual, el estímulo de proyectos, valores esenciales, no
debiera concluir, de esta manera, en este momento. Pero también tenía que ser
no amenazador, el lenguaje que teníamos que usar para asegurar que, etc., de
modo que subí las escaleras machacándome la frase ‘sin problemas sin problemas
sin problemas’, y luego me paré un instante en la salida del Metro porque (¡ay!)
me dolía mucho el ojo, algo se me había metido en el ojo sin saber cómo ni por
qué.” (‘The Definite Article’, p. 155-6, mi traducción).
Del resto destacaré tres: en primer lugar, ‘The Beholder’, una narración
cuya narradora, enferma, se va desintegrando lentamente. También ‘Say I Won’t
Be There’, que cuenta con Dusty Springfield como médium en un relato sobre un
cementerio para el que las autoridades tienen planes de transformación
urbanística, y ‘After Life’, en la que un hombre tiene que desmentir su muerte
por segunda vez, diez años después de haber tenido que desmentir su propia
muerte en un accidente mientras hacía turismo en España. Un detalle curioso: el
título del libro no corresponde a ningún relato. No hay ninguna historia que
lleve por título ‘Public Library’.
Cuando desde las instituciones parece orquestarse una campaña dirigida a
restringir (cuando no suprimir o eliminar) el acceso a la cultura y los
instrumentos de educación y formación del pensamiento crítico entre la
juventud, este libro es un pequeño grito en lo que parece ser un desierto. Habrá
que continuar demostrando que las bibliotecas son un bien indispensable. Por mi
parte, tras la pérdida de nuestra hija Clea, de seis años y nueve meses en
2009, traté de marcar la diferencia para la comunidad educativa de un pequeño
pueblo samoano, Lalomanu. Seis años después de su inauguración, la BibliotecaClea Salavert sigue en pie, quizás sin haber logrado buena parte de los
objetivos que nos habíamos marcado con su construcción. ¿Ha valido la pena la
enorme generosidad de familiares, amigos y extraños? ¿Ha valido la pena el
esfuerzo? Quizás sea pronto para decirlo, pero si alguno de esos niños de
Lalomanu han descubierto que hay otros mundos posibles al alcance de su
imaginación, algo bueno habremos hecho.
The Clea Salavert Library, Lalomanu, Samoa |
15 de novembre de 2024: publicada en català per l’editorial Raig Verd amb traducció de Dolors Udina amb el títol Biblioteques públiques.
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