Will Self, The Sweet Smell of Psychosis (Londres: Bloomsbury, 1996). 89 páginas.
Las primeras páginas de este libro de Will Self de 1996 nos muestran a un
par de jóvenes que escudriñan desde la ventana de la cuarta planta del edificio
de un club, el Sealink, las idas y venidas de un hombre a las puertas de un
prostíbulo. Los jóvenes son periodistas, y hacen una apuesta sobre si el hombre
se decidirá a entrar en el burdel o no. Uno de ellos es Richard Hermes, que se
ha venido desde el norte de Inglaterra a Londres para ganarse la vida en una
mediocre publicación de eventos, Rendezvous.
Richard se une al grupo de habituales del Sealink Club liderado por Bell,
un siniestro columnista y presentador de radio y TV que es tremendamente
popular (no tengo ni idea de quién pudo servirle de inspiración a Self). Todos
los miembros de este club de desalmados son meros "transmisores de trivialidades, locutores de la banalidad y
diseminadores de bazofia. Escribían artículos acerca de otros artículos, hacían
programas de televisión sobre otros programas de televisión, y comentaban lo
que otros habían comentado."
Pero Richard no
se siente realmente cómodo con Bell. En realidad, se siente intimidado, detesta
sus modos y le tiene miedo. Lo único que le mantiene conectado al grupo es la
divina Ursula Bentley, muy aficionada a un polvo blanco de origen andino y a
regalarle ciertos innombrables favores a Bell. Su encaprichamiento por la chica
es la mayor debilidad de Hermes, quien con suma facilidad se sumerge en la
noche londinense y el disipado estilo de vida del grupo, cuya consigna más
frecuente es "vámonos a cenar con Pablo [Escobar]", poniendo así su salud en juego y su cuenta corriente en enormes
números rojos.
Con sus menos de
cien páginas, este relato de Self prometía mucho en sus inicios como sátira del
mundo periodístico londinense de finales del siglo XX. Quizás el problema es
que la resolución es fácilmente predecible desde el momento que queda claro que
las visiones o alucinaciones que experimenta Richard tienen como único sujeto
el denostado Bell.
Por fortuna, el
libro está brillantemente ilustrado por Martin Rowson. Un divertido
entretenimiento en el que Self vuelve a desplegar su ingenio, su gusto por los
juegos de palabras y el dardo certero de la sátira más mordaz.
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