29 sept 2023

Reseña: The Comfort of Strangers, de Ian McEwan

Ian McEwan, The Comfort of Strangers (Londres: Penguin Random House, 2016 [1981]). 166 páginas.

Hace más de 30 años, de regreso a mi València natal tras el habitual viaje estival a Europa, conocí en el tren a una joven pareja alemana (los dos eran estudiantes en la Universidad de Heidelberg, si no recuerdo mal). Siendo ya bastante tarde a la hora en que llegamos a nuestro destino, les ofrecí alojamiento por una noche en el viejo piso familiar, vacío en aquella época. La electricidad estaba desconectada pero sí había agua. No era lujo alguno, pero les permitía ahorrarse un dinerillo. El caso es que aceptaron, a la mañana siguiente se fueron a buscar una pensión barata en el centro y no volví a verlos nunca más. Por suerte para ellos, a principios de la década de los 90 yo no era un asesino psicópata. Ahora, en 2023, ya me he hecho demasiado mayor para ese tipo de hobbies.

No había leído esta novela de McEwan hasta ahora. Era una especie de borrón en mi carrera lectora que me apetecía arreglar. The Comfort of Strangers se publicó en 1981, hace 42 años (ahí es nada) y ciertamente no ha envejecido tan bien como un buen vino tinto. Aunque en sus páginas uno puede detectar al estupendo McEwan de la novedosa, inquietante y refrescante The Cement Garden, la premisa básica de esta novela es, en buena medida, fallida. Desde el mismo comienzo, la trama apunta claramente a un tema siniestro (¿Un crimen pasional? ¿Un asesinato con tintes sexuales?). Pero tan pronto como se explicita la interacción de los únicos cuatro personajes que podrían catalogarse como tales, resulta bastante evidente que el elemento sádico va a jugar un papel importante en la historia.

Un breve resumen de la trama nos lleva a una ciudad italiana con muchos canales y góndolas, a la cual han ido de vacaciones Colin y Mary, una pareja inglesa de mediana edad (ella está divorciada, él no tiene ni interés ni prisa alguna por cambiar su estado civil). A veces parecen hablar en un código propio, según el cual lo que no se dice tiene mucho más significado que lo dicho. Su idea de unas vacaciones no difiere de la de muchos otros: dormir, beber, fumar marihuana y sexo.

La tercera o cuarta noche, en vez de salir del hotel con tiempo para elegir un restaurante antes de que les cierren, salen a las nueve y sin mapa. Por supuesto, se pierden y se quedan sin cenar. Ahora en 2023, McEwan no podría haber usado ese recurso: ¿Quién no tiene acceso a un mapa en su teléfono móvil, o en su defecto, pregunta al primero que encuentra por la calle?

Como para salir de noche sin conocer la ciudad, sin mapa y sin destino. El laberinto veneciano se está hundiendo, por cierto.
Famélicos, cansados y desorientados, encuentran a Robert – aunque la sintaxis es no es la correcta – es Robert el que los encuentra a ellos. No es tan difícil encontrar ‘por casualidad’ a alguien a quien has estado vigilando desde su llegada a la ciudad. Robert ejecuta a la perfección el papel de perfecto anfitrión en su ciudad: los lleva a su bar, los emborracha y los invita a dormir en su casa. ¿Perverso, siniestro y ominoso, me dice usted? Eso es poco.

Y digo que es poco porque apenas unas horas después, y antes de la cena, Robert le propina un fuerte puñetazo en el estómago a Colin sin venir a cuento. Si tan mal te sienta el entrante, ¿Por qué te quedas hasta los postres? Y si Mary descubre que Colin está en alguna de las fotos que Robert tiene en su salón, ¿Por qué no salen corriendo? Cualquiera con dos dedos de frente lo haría, ¿no crees?

Pese a la elegancia, el buen hacer técnico y la creación de una atmósfera tan lóbrega y siniestra como las mismas mazmorras de la Santa Inquisición, no todo vale por amor del suspense. Como apuntaba una de las reseñas del libro que he consultado: «Puede que un autor se salga con la suya haciendo que sus personajes resulten ser ingenuos, pero tan pronto como el lector mismo les grita y les llama idiotas por seguir la trama de la novela, cabe decir que el autor ha perdido el control de su propia narración» (mi traducción).

The Comfort of Strangers tardó bastante tiempo en publicarse en castellano y en catalán. Apareció una década después, en 1991, como El placer del viajero (la traducción del título es un tanto extraña, la verdad) en Anagrama (traducido por Benito Gómez Ibáñez). I en català es va publicar l’any 1997 amb el títol El confort dels estranys, amb traducció de M. Trias, en Destino. Possiblement estiguin ambdues ja descatalogades!

Un pelín decepcionante.

21 sept 2023

Reseña: Your Wish is my Command, de Deena Mohamed

Deena Mohamed, Your Wish is my Command (Londres: Granta, 2023). 526 páginas.

¿Quién no recuerda la fantástica escena de Las mil y una noches en la que, por casualidad, Aladino libera al genio de la lámpara? El mero hecho de que un ser tan poderoso estuviese atrapado en una botella ya colmaba tus ansias como lector infantil de que volase tu imaginación hasta tierras exóticas, pero también la idea de disponer de cualquier deseo, que se haría realidad en el momento en que lo pronunciases, era todavía si cabe más tentadora.

En realidad, el tema central de Your Wish is my Command apunta hacia la flaqueza inherente al ser humano: la aspiración de conseguir lo que deseamos (sean riquezas, salud o amor – las tres cosas necesarias en la vida según la canción) nos puede conducir al límite. Mohamed comienza el libro plasmando un anuncio informativo del gobierno egipcio en el que se combaten los deseos de baja categoría embotellados (los de tercera clase los venden enlatados). Una mujer compra uno de ellos en una tienda y al llegar a case lo abre y pide al genio que le haga perder ocho kilos. El genio le corta un brazo y una pierna.

Página 90: Aziza ante la Autoridad. Los pobres no tienen derecho a soñar...

El libro está dividido en tres partes. En la primera, Aziza es una viuda pobre que arrastra la deuda contraída por Abdo, su marido, que murió tras desear repetidamente un Mercedes con deseos de tercera clase. Tras varios fracasos entre los que destaca cuando consigue un Mercedes de miniatura, a Abdo lo atropella un Mercedes que circulaba a toda velocidad. Aziza quiere superar el dolor de su pérdida con un deseo de primera clase. Reúne el dinero y lo compra en el quiosco de Shokry, que tiene tres a la venta.

Sin embargo, Aziza choca con la burocracia estatal. Para poder utilizarlo, primero ha de registrarlo en el Ministerio de Deseos. Los funcionarios asumen que una mujer pobre como ella ha debido de robarlo, lo confiscan y la encarcelan. ¿Quién se cree ella que es? Una mujer desdichada nunca podría alcanzar el nivel de las clases pudientes, y de ello se encargan los funcionarios que hacen cumplir la ley a rajatabla. ¿Hay un subtexto subversivo? Naturalmente.

Nour. Una versión contemporánea del viejo dilema: ¿Ser o no ser?
La segunda parte nos lleva hasta Nour, una joven estudiante universitaria con problemas de depresión, tedio y apatía por todo. Tampoco la terapia ayuda. Buscando escapar del atroz ciclo anímico del que no sabe cómo salir, Nour adquiere el segundo de los tres deseos de primera clase que tiene Shokry. Cuando finalmente abre la botella, su deseo es simplemente poder ser ella misma y poder salir adelante cada vez que lo necesite.

Shokry y Hagga. Aquí el burro está enojado, pero al final de la novela es el protagonista inesperado.
El protagonista indiscutible de la tercera y última parte es el propietario del quiosco, Shokry, que se debate entre deshacerse del último deseo de primera clase que heredó de su padre o regalárselo a la señora que le compra cigarros a diario, la vieja Hagga, que padece una enfermedad terminal. Mohamed lleva al lector al origen de los tres deseos que Shokry se niega a usar para sí mismo.

El mundo que traza la autora de Your Wish is my Command contiene magia y fantasía, pero una lectura cuidadosa te hace ver la dura crítica al sistema económico capitalista y a las consecuencias que todavía se viven y se sufren por causa del colonialismo de los siglos XIX y XX. La industria de los deseos, cuenta Mohamed, la iniciaron las potencias europeas, que en lugares como Egipto descubrieron cómo extraer y embotellar los deseos para venderlos. Del mismo modo que hay deseos de primera categoría (que solo los ricos pueden en teoría permitirse), surge toda una industria dedicada a la venta de deseos de segunda y tercera categoría, los cuales causan más perjuicios que otra cosa.

Mohamed dota a sus personajes de características esencialmente humanas: la vacilación y la noción del peligro que supone el poder que conlleva concretar tus deseos están presentes en todos ellos (excepto en la vieja Hagga, que sabe que sufre un cáncer terminal). Your Wish is my Command (Shubeik Lubeik en el original árabe) es una representación gráfica llena de matices y ecos de lo que nos hace tan frágiles: la condición humana. ¿Es acaso lo que queremos lo que realmente necesitamos?

Guía informativa sobre la nueva legislación relativa a los deseos.
Originalmente se publicó en tres volúmenes (de ahí las tres partes) y lo ha traducido la propia autora al inglés. Una curiosidad es que el libro se lee de izquierda a derecha, tal como se lee en la lengua árabe. Una obra impresionante tanto en su aspecto artístico como en el narrativo. Paneles a todo color con infinidad de detalles que te sumergen en las calles de El Cairo, lóbregas imágenes en negro, diagramas y gráficos que revelan los altibajos emocionales de Nour, o gráficos informativos sobre la historia de la explotación de los deseos. Your Wish is my Command ha recibido ya varios premios, entre ellos el Gran Premio del Festival de Comics de El Cairo. Muy, muy recomendable.

Pese a su aparente simplicidad, los dibujos son exquisitos. Tus deseos son mis órdenes.

7 sept 2023

Reseña: The Shrinking Nation, de Graeme Turner

Graeme Turner, The Shrinking Nation (St. Lucia: UQP, 2023). 232 páginas.

El próximo catorce de octubre será un día importante en Australia. La ciudadanía debe decidir (puesto que el voto es obligatorio) en referéndum si aprueba o no una enmienda a la Constitución, por la cual los pueblos originarios pasarían a contar con un órgano consultivo y asesor propio, que aportaría sus puntos de vista al ejecutivo federal en relación con todos los temas que les afectan, en un nivel político similar al del parlamento federal.

El Profesor Graeme Turner ha publicado hace apenas tres meses este ensayo en el que denuncia la desastrosa situación a la que la miopía, cuando no la incompetencia, la desidia o incluso la perversidad de diversos gobiernos que los australianos hemos sufrido en las dos últimas décadas ha abocado al estado-nación.

Turner es historiador cultural. Ha estudiado en profundidad las transformaciones y vicisitudes por las que la cultura política australiana ha pasado desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días, y los resultados de sus investigaciones apuntan «a un cambio en la política cultural del país tan dramático que debe hacer que nos preguntemos qué lo ha impulsado. ¿Qué nos dice la manifiesta aceptación por parte de los australianos de la resistencia de sus políticos al cambio acerca de la cultura, el desplome de la confianza en la política y la democracia, el grado variable de identificación con los intereses de la nación y cómo se conceptualizan exactamente dichos intereses en la mente de los ciudadanos?» (p. 38, mi traducción).

Y no es que Australia sea un caso singular. En los últimos diez o quince años, la mayoría de las democracias occidentales han visto que la tendencia a enfrascarse en agrios enfrentamiento entre los actores políticos no solamente socava la estabilidad de la acción de gobierno sino que puede llevar a hechos lamentables de violencia e insurrección en nombre de falsos mesías y espurios salvadores de la libertad. El prácticamente absoluto cierre de las fronteras del país durante casi dos años por la pandemia del Covid-19 fue visto por muchos australianos como un recorte de sus libertades más que un mecanismo de protección a la ciudadanía. Fue un arma de doble filo, sin duda: «Australia es el único estado-nación que no solamente se negó a permitir que miles de sus ciudadanos regresaran a su casa mientras buscaban refugio de la pandemia o trataban de reunirse con sus familias, sino que además prohibió a sus ciudadanos, a los titulares de visados temporales, los residentes permanentes y los titulares de la doble nacionalidad salir del país. […] En tanto que provocación a ese sentido de pertenencia a la nación que sintieron los australianos, así como a sus derechos humanos como ciudadanos de un país soberano, es difícil imaginar alguna otra acción de la Commonwealth de Australia que socavara más sustancialmente la confianza en el gobierno». (p. 81, mi traducción).

Alguien dejó este mensaje en tierra Bidjigal, en lo que se conoce como Mascot, cerca del aeropuerto de Sydney en diciembre de 2022. Por mucho que se les haya robado, humillado y maltratado... Estas tierras siempre han sido, son y serán de los pueblos indígenas australianos. Fotografía de Kgbo. 

La severa crítica que Turner hace de los gobiernos federales desde el comienzo del siglo XXI está perfectamente justificada y comprende ambos lados del espectro parlamentario, tanto la coalición liberal-nacionalista como el partido laborista, y los medios de comunicación de masas, en particular el conglomerado mediático propiedad de Rupert Murdoch.

Turner es particularmente duro con los primeros ministros Abbott y Morrison, pero el autor ahonda en las causas de este deprimente escenario en el que los cimientos de la sociedad australiana parecen haberse desmoronado: las llamadas guerras culturales. «…ha habido una enérgica utilización de la idea de cultura como arma divisoria, en una escrupulosa obstrucción a los proyectos de construcción comunitaria anteriormente descritos. Estas guerras culturales han abarcado décadas, y sus repercusiones sociales y culturales de largo plazo han explotado el profundo filón del prejuicio y la división tan arraigado en la cultura y la sociedad australiana». (p. 167, mi traducción)

El capítulo final del libro, a modo de conclusión, lleva por título ‘Somewhere in here, there is a better country trying to get out’ [En alguna parte, aquí dentro, hay un país mejor que intenta emerger]. The Shrinking Nation es un oportuno libro de publicación muy reciente —apareció en junio— y plantea significativos interrogantes tras un muy completo estudio de los problemas que aquejan al sistema político australiano actualmente.

Uno quisiera pensar que el domingo quince de octubre, este país, al que me sumé hace más de dos décadas, amanezca mejor. Que los australianos habremos decidido dar un paso adelante en pos del progreso y la armonía. Los sondeos, sin embargo, no son nada halagüeños y no son motivo de optimismo. En mi opinión, tras la magnífica percepción que la organización del Mundial Femenino había transmitido al mundo, la comunidad internacional estará más que decepcionada si no damos este importante paso adelante. Tiempo al tiempo. Ojalá este 14 de octubre sea un día de celebración para todos; y en todas partes.

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