Hace ya más de
una década que participé en calidad de intérprete en dos rondas (la primera y
la tercera) de negociación de un TLC. Los Tratados de Libre Comercio abogan por
la libre circulación de productos, servicios y capitales entre países. Es la
expresión jurídica y política de la fuerte ola globalizadora iniciada en la
segunda mitad del siglo pasado e intensificada en este siglo XXI.
Un TLC es el
triunfo más obvio y palpable del modo de producción y gestión capitalista.
Australia, por ejemplo, ha hecho de los TLC un ‘modo de vida’: es país
signatario de dieciséis TLC firmados y en marcha con otros veintiocho. Es
innegable que los australianos nos hemos beneficiado mucho de ellos. El nivel
de vida que hay en Australia es ciertamente envidiable.
Sin embargo, la
libre circulación de productos, servicios y capitales no incluye a las
personas. Y a pesar de ello, la gente sigue emigrando. A países como Australia,
sí, pero también a la Unión Europea, a Estados Unidos o a cualquier otro lugar
donde alguien con las ganas, las destrezas, los conocimientos o las aptitudes
que sean requeridas podrá labrarse un futuro.
La tesis que
expone Marquardt en The New Nomads es, en cierto modo, palmaria. La
Historia nos (de)muestra que el hecho de cambiar de lugar de residencia para
tratar de encontrar una vida mejor forma parte de la experiencia de los seres
humanos desde siempre. El fenómeno que Marquardt señala es el hecho de que los
desplazamientos en el siglo XXI no siguen las mismas rutas o direcciones que
solían seguirse en siglos anteriores (para muestra un botón: pongamos por caso
las masivas salidas de irlandeses, italianos o españoles en el siglo XIX). La
migración es ya, de hecho, multilateral y multidireccional.
El libro presenta
infinidad de casos personalizados, gente joven a la que el autor entrevista. Explica
que, aunque históricamente la posibilidad de emigrar estuvo siempre reservada a
las elites, “Hoy en día, cualquier europeo de todos los orígenes, salvo los más
pobres, puede posiblemente coger un autobús rumbo a un país extranjero y
experimentar algo del mundo al otro lado del horizonte. […] Todos hemos oído
alguna vez la frase ‘saber es poder’, pero para la mayoría de las civilizaciones
antiguas, saber era viajar. Para los griegos o los fenicios, literalmente
no existía la educación sin viajar, ni se daba el viajar sin una educación. Lo que
convertía a alguien en educado (y poderoso) era el hecho de que había viajado.”
(p. 57, mi traducción).
Una curiosa
observación que realiza Marquardt en torno a las tendencias migratorias en esta
segunda década del siglo XXI es el hecho del rápido crecimiento que está
teniendo la migración entre países del hemisferio sur: “Esta migración no es
del tipo que obsesiona a los economistas, ni tampoco del tipo que irrita a los
votantes y lleva a los populistas al poder en Occidente. Pero representa una herramienta
esencial para el desarrollo en los países que cuentan con las más pequeñas
emisiones de gases invernadero (las de África representan entre 4 y 5 por
ciento de las emisiones globales” (p. 90, mi traducción). Es decir: puesto que los
desplazamientos poblacionales siempre acarrean movimientos de capital, este
tipo de migración resulta ser una suerte de ayuda al desarrollo mucho más
eficaz que los métodos empleados hasta ahora. “Se precisa dinero, tesón y
coraje para convertirse en migrante, y quienes escogen hacerlo nunca son los
más vulnerables en sus países de origen y, por esa razón, la ayuda exterior que
se gasta con la esperanza de disuadir la emigración tiene el efecto opuesto: el
desarrollo exitoso en casi todos los países que antes eran pobres ha dado lugar
a un incremento, en lugar de una reducción, de la emigración.” (p. 91, mi
traducción)
The Monument to Migrants, Lake Vasto, Perth, Western Australia. Fotografía de Calistemon. |
Hay también espacio
para algunas críticas (más que probablemente justificadas) hacia las elites y
las “Mentes Brillantes” que de forma periódica se reúnen en algún lugar del
mundo para hablar de soluciones a los muchos males que nos afectan. Denuncia el
escritor multinacional la profunda inmadurez de lo que él denomina solucionismo:
“la idea de que todo lo que nos hace falta hacer es ponernos a pensar todos
juntos e ‘idear algo’ que nos permita ‘lidiar con’ los principales problemas de
nuestro tiempo. Esos problemas, desde la migración al colapso climático y la
sexta extinción de especies que está ya en marcha, desde los asombrosos niveles
de desigualdad en el mundo a la naturaleza inherentemente ecocida del súper-organismo
metastatizado al que llamamos economía global, no son ‘problemas’. Son situaciones
precarias. Los problemas tienen soluciones […] las situaciones precarias no. […]
En este contexto, nuestra tendencia moderna a buscar ‘soluciones’ no es
solamente equivocada. Es un pasivo, una deuda. No podemos ‘solucionar’ esos
problemas, por muy brillantes que podamos ser. Hemos de vivir con ellos.” (p.
216, mi traducción)
Aunque este libro
de Marquardt se aleja mucho de la teorización e incide mucho más en los
testimonios y las impresiones que decenas de personas le han aportado para su
escritura, no está exento de algunas importantes reflexiones. Por ejemplo, la
que hace en la página 121: “No obstante, quizá lo más importante que nos enseña
la emigración es que el lugar de donde uno venga y el lugar al que uno se dirija
no son más que meras proyecciones de los verdaderos interrogantes de la vida: ¿Quién
eres? ¿Quién deseas ser?”
No es que The New Nomads revele algún dato o razonamiento espectacularmente novedoso. Sin embargo, es una lectura amena y fácil que aporta perspicacia y muchos matices personalizados al tema de la migración en esta época tan convulsa. Imagino que no entrará a formar parte de la lista de libros indispensables de los dinosaurios intelectuales que militan en partidos políticos xenofóbicos. Eso significa que, de entrada, es un buen libro.