Unos pocos datos
para empezar. La esclavitud solamente se abolió en los Estados Unidos de
América a finales de 1865, mediante la 13ª Enmienda a la Constitución. Es
decir, el país de la “libertad” nació con una Constitución racista que aceptaba
la esclavitud. En el Reino Unido, la legislación correspondiente se aprobó en
1833 (en 1807 se prohibió la trata de esclavos, pero no su explotación en las
colonias). En el caso del ya por entonces exiguo imperio español, el comercio
de esclavos fue prohibido en la Península merced a una ley de 1837, aunque
dicha norma no se aplicó en las colonias que quedaban en la segunda mitad del
siglo XIX, Puerto Rico y Cuba, hasta 1873 y 1886 respectivamente.
El autor, Thomas
Harding, centra su historia en el alzamiento que tuvo lugar en la colonia británica
sudamericana de Demerara, lo que hoy es Guyana. Lo hace porque el lugar
representaba un “microcosmos” de la explotación de esclavos robados en África y
vendidos al mejor postor a los propietarios de plantaciones de azúcar o tabaco.
Demerara fue una de las colonias más lucrativas: se producía un azúcar de gran
calidad y la productividad era altísima… gracias a la mano de obra africana
esclavizada y sometida a condiciones de brutalidad extrema.
La insurrección de los esclavos en la colonia de Demerara, ocurrida el 18 de agosto de 1823. La retirada del Teniente Brady. Los soldados europeos se vieron obligados a replegarse. |
El reverendo John Smith. Fotografía de Tim Bray. |
Entre los capítulos, Harding intercala reflexiones propias sobre el proceso de investigación y redacción del libro, conversaciones con familiares en torno al propósito que le mueve a escribirlo, intercambios con activistas caribeños y guyaneses y con descendientes de los hombres y mujeres esclavizados.
White Debt indaga en un momento de la Historia que
hay que revisar y reescribir. Resulta inconcebible que, tras la abolición
oficial de la esclavitud, el Gobierno del Reino Unido decidiera compensar a los
esclavistas por la “pérdida” de la propiedad de las personas que trabajaban a
destajo y sin recibir salario alguno para ellos. Se calcula que el pago de esa
“compensación” se amortizó hace apenas unas décadas.
Detalle del monumento a los abolicionistas (encarnados por Jack Gladstone) que se rebelaron contra la denigrante práctica esclavista. La fotografía procede del libro White Debt. |