Thomas Harding, White Debt: The Demerara Uprising and Britain's Legacy of Slavery (Londres: Weidenfeld & Nicolson, 2022). 300 páginas.
Unos pocos datos
para empezar. La esclavitud solamente se abolió en los Estados Unidos de
América a finales de 1865, mediante la 13ª Enmienda a la Constitución. Es
decir, el país de la “libertad” nació con una Constitución racista que aceptaba
la esclavitud. En el Reino Unido, la legislación correspondiente se aprobó en
1833 (en 1807 se prohibió la trata de esclavos, pero no su explotación en las
colonias). En el caso del ya por entonces exiguo imperio español, el comercio
de esclavos fue prohibido en la Península merced a una ley de 1837, aunque
dicha norma no se aplicó en las colonias que quedaban en la segunda mitad del
siglo XIX, Puerto Rico y Cuba, hasta 1873 y 1886 respectivamente.
El autor, Thomas
Harding, centra su historia en el alzamiento que tuvo lugar en la colonia británica
sudamericana de Demerara, lo que hoy es Guyana. Lo hace porque el lugar
representaba un “microcosmos” de la explotación de esclavos robados en África y
vendidos al mejor postor a los propietarios de plantaciones de azúcar o tabaco.
Demerara fue una de las colonias más lucrativas: se producía un azúcar de gran
calidad y la productividad era altísima… gracias a la mano de obra africana
esclavizada y sometida a condiciones de brutalidad extrema.
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La insurrección de los esclavos en la colonia de Demerara, ocurrida el 18 de agosto de 1823. La retirada del Teniente Brady. Los soldados europeos se vieron obligados a replegarse. |
Para Harding se
trata de una cuestión de honor familiar, pues su familia ganó mucho dinero en
el siglo XIX con el comercio del tabaco y otras materias primas. El autor reconoce
la deuda que la sociedad británica contemporánea tiene con los descendientes de
esos esclavos. Es necesario hacer reparaciones que sean no solamente
dialécticas sino también monetarias. Paradójicamente, la familia de Harding comprende
también a judíos alemanes, asesinados en el Holocausto, cuyas propiedades
fueron confiscadas por los nazis. Como tal, el gobierno alemán compensó a
Harding y su familia y ello le llevó a examinar en profundidad de dónde venía
la riqueza de su dinastía. Lo que averiguó le llenó de vergüenza y le inspiró
un imborrable sentimiento de culpabilidad. |
El reverendo John Smith. Fotografía de Tim Bray. |
El libro cuenta
pues la rebelión de los esclavos en Demerara y lo hace utilizando cuatro puntos
de vista distintos que corresponden a cuatro personas que participaron en los
sucesos: el reverendo John Smith, el esclavo líder de la rebelión
abolicionista, Jack Gladstone, el esclavista y propietario de varias
plantaciones en Demerara, John Gladstone, y John Cheveley, que llegó a
Georgetown para dirigir una tienda y fue testigo directo de los sucesos, las
ejecuciones sumarias, los consejos de guerra y las condenas y dejó sus
impresiones por escrito en sus memorias. Harding hace uso de todos los
documentos que se conservan: diarios, cartas, periódicos, registros de los
debates parlamentarios. |
"La familia Gladstone vivía en Seaforth House, una gran mansión situada en más de cien acres de terreno en la costa, justo al norte de Liverpool, Inglaterra. A través de los anchos ventanales acristalados de la sala de estar, John Gladstone podía observar los buques que zarpaban del estuario del Mersey rumbo al Caribe. La playa estaba a poca distancia y allí, junto con sus hijos, paseaban a caballo por las arenas de la orilla. Además de las decorativas jardineras repletas de flores de múltiples colores, sus extensos jardines contaban con grosellas, viñedos, cerezas y fresas. Pese a la lluvia, frecuente, y los vendavales que en ocasiones la azotaban, resultaba ser un lugar imponente para vivir. Y a pesar de su belleza, no era Seaforth la finca que ansiaba tener. Él y su esposa eran de Escocia y deseaban regresar a su tierra natal cubiertos de gloria. De hecho, habían bautizado la casa en honor al jefe del clan de su esposa, Lord Seaforth. La ambición de Gladstone, por tanto, era la adquisición de una gran finca al norte de la frontera. Para lograrlo, tendría que amasar una fortuna aún mayor." (p. 49, mi traducción) |
Entre los
capítulos, Harding intercala reflexiones propias sobre el proceso de
investigación y redacción del libro, conversaciones con familiares en torno al
propósito que le mueve a escribirlo, intercambios con activistas caribeños y guyaneses
y con descendientes de los hombres y mujeres esclavizados.
White Debt indaga en un momento de la Historia que
hay que revisar y reescribir. Resulta inconcebible que, tras la abolición
oficial de la esclavitud, el Gobierno del Reino Unido decidiera compensar a los
esclavistas por la “pérdida” de la propiedad de las personas que trabajaban a
destajo y sin recibir salario alguno para ellos. Se calcula que el pago de esa
“compensación” se amortizó hace apenas unas décadas.
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Detalle del monumento a los abolicionistas (encarnados por Jack Gladstone) que se rebelaron contra la denigrante práctica esclavista. La fotografía procede del libro White Debt. |
Los descerebrados
racistas de la vergonzosa ultraderecha neofascista arremeten contra la
inmigración irregular y se dejan pastorear como borregos por líderes hipócritas
y cobardes. Mientras, la deuda de Occidente con África sigue sin ser
satisfecha. La deuda blanca exige una reparación.