Pocas veces en la vida tiene uno la oportunidad de ser
testigo presencial de algo tan auténtico, tan singular y emocionante como la presentación
de esta ceremonia fúnebre del pueblo Bunitj, del norte de Kakadu, Territorio
del Norte.
Era la primera vez que una ceremonia antiquísima, más
antigua que las civilizaciones faraónica, griega o inca, se representaba en un
lugar fuera de Kakadu.
El espectáculo presentado ayer en Canberra (‘lugar de reunión' en la lengua Ngunnawal propia de la zona) es un homenaje a Bill Neidjie, último
hablante de la lengua Gagudju, autóctona del norte de Kakadu, y cuya contribución
fue decisiva para el establecimiento del Parque Nacional en esa región tan
única.
Un importante giro cultural se está produciendo. Las
nuevas generaciones de los pueblos indígenas australianos comienzan a
comprender lo importante que es grabar sus ceremonias y otras manifestaciones
culturales propias para poder perpetuarlas y legarlas al futuro.
Para evitar que danzas tan antiguas desaparezcan de la
faz de la Tierra, para evitar que sus lenguas, canciones, historias y
ceremonias rituales sigan vivas, gente como Bill Neidjie está tomando la decisión
de romper con la tradición que les dice que su imagen (su espíritu) no debe capturarse.
El privilegio de haber visto esta ceremonia, y de haber
pisado la misma arena que ellos (invitaron al público a bailar con ellos la
danza de despedida al sol) no se me olvidará nunca.