Uno de los primeros recuerdos
televisivos que conservo (obviamente reforzado o posiblemente distorsionado por
posteriores visualizaciones del suceso en la caja tonta) es el alunizaje del
Apolo XI y el paseo espacial de Armstrong y Aldrin el 21 de julio de 1969.
Estaba a pocas semanas de cumplir cinco tiernos añitos y realmente no podía
comprender nada de lo que estaba viendo. El satélite sigue ahí, a unos 384 400
kilómetros de distancia, y continúa influyendo de múltiples formas en la vida
en este planeta en el que vivimos.
Ahora, más de cincuenta años después
de aquel hito que ya había previsto (a su manera) Jules Verne, la Luna sigue
jugando un papel en mi vida: cuando se acerca la primavera austral y comienza a
ser tiempo de sembrar hortalizas, consulto el calendario lunar y estoy atento a
sus fases. Sembrar las semillas de zanahoria al final de la luna nueva suele
ser garantía de éxito.
Our Moon es un
libro realmente ameno, completo en la información que proporciona al lector. Supe
de él a través del programa de radio australiana Late Night Live. Boyle
no abusa de la erudición científica, pero la información que ofrece es
impresionante. Lo hace convirtiendo el libro en una especie de cuaderno de viaje
para el lector que quiera viajar a la Luna gracias a su lectura.
Está dividido en tres secciones. La
primera cubre la cuestión del origen o la creación de la Luna, nuestro único satélite.
La teoría más extendida y plausible (aunque no totalmente demostrada) es la de
la colisión de un enorme asteroide con la Tierra hace trillones de años. La composición
química de muchas de las rocas que los astronautas han traído de regreso a la
Tierra ha provocado cambios en las teorías de muchos científicos. Persisten las
dudas.
Boyle describe cómo sería estar en
la superficie del satélite. Lo que verías, oirías, palparías y olerías en la extraña
superficie estéril y polvorienta de la Luna. Una quimera que ninguno de
nosotros podremos llevar a cabo. Ni ganas, dirán algunos.
La segunda parte del libro explica el
papel crucial e imprescindible que la Luna en la aparición de la vida aquí
donde vivimos. Hace alrededor de 400 millones de años, la fuerza de las mareas
eran mucho mayor, igual que su frecuencia. El día terrestre era más corto (la
Tierra, en su rotación, tiende a ralentizarse) y la Luna estaba más cerca. Las
mareas eran extremas y podían desplazar las aguas del océano hasta cientos de kilómetros
tierra adentro. La vida surgió en esas zonas intermareales, y los organismos
que, gracias a su evolución, podían respirar fuera del agua se adaptaron a
vivir fuera del agua. El resto, como dicen, es historia.
También en esta segunda sección,
Boyle repasa la influencia de la Luna en las múltiples civilizaciones humanas
surgidas desde el paleolítico hasta la era moderna. Los primeros calendarios
fueron lunares. El tiempo se medía según las fases de la Luna, muchas
religiones y culturas estaban basadas en la presencia constante de ese cuerpo
celestial en el firmamento y su reiterada trayectoria de aproximadamente 28 días
terrestres.
Por último, en la sección final, Boyle
hace un repaso del estudio científico del satélite, desde la observación prehistórica
hasta las misiones tripuladas como la de aquel mes de julio de 1969, pasando
por los descubrimientos de Galileo, Copérnico, Kepler y muchos otros. En años recientes
han sido muchas las misiones no tripuladas que han alunizado. Solamente este año
hay programadas diez misiones, algunas de empresas privadas. Para Boyle, es motivo
de preocupación que se considere la Luna un posible lugar para la explotación minera,
o como un futuro vertedero de productos hechos en la Tierra. El reciente
descubrimiento de una profunda sima en la superficie lunar que podría albergar
una futura base hará que aumente en ella esa inquietud.
Contemplar el amanecer de la Tierra desde la superficie de la Luna sería una experiencia única y, sin duda alguna, maravillosa. Esta imagen fue tomada el 12 de octubre de 2015. |