Ahora que el neofascismo europeo en
general y el español en particular la ha tomado con los jóvenes africanos que lo
arriesgan todo por llegar a Europa y cometer el delito de querer una vida
mejor, Señoría, yo los obligaría a todos ellos a leer este libro. La cosa es
que uno duda, en todo caso, de que su lectura les vaya a ser de provecho, tan
empecinados están en sus falsedades y tan abrazados están a la farola del
racismo y la xenofobia.
Allá por los inicios de la década de
los 90, cuando yo me ganaba los cuartos trabajando como intérprete en los tribunales
y juzgados de mi ciudad, la meua València, recuerdo una demencial vista,
celebrada al mediodía de un lunes de agosto tras un finde calurosísimo, en la
que su Señoría quería tomarle declaración a un joven subsahariano, que había
pasado todo el fin de semana en una celda. Habiendo casi terminado el trámite
de la declaración y mi faena en aquel inmundo lugar, y en el momento en que se
llevaban al reo, su Señoría dejó escapar una execrable sentencia que ha quedado
marcada, indeleble, en mi memoria, y a la que a veces me he referido en algunos
de los muchos talleres que he impartido sobre traducción e interpretación en
estas tierras australianas. Dijo su Señoría: «¡Cómo apesta este negro!» Ahí te
la dejo, para que extraigas tus propias conclusiones.
Que África no es un país es algo
evidente, pero Faloyin elige ese título por razones también evidentes. Desde
Occidente se suele aplicar sobre el continente un prisma que genera burdos estereotipos,
muchas inexactitudes y exageraciones que aprovechan nuestra ignorancia, al
tiempo que ocultan la realidad histórica de una colonización brutal cuyas
nefastas consecuencias persisten hasta nuestros días.
En un prólogo y ocho capítulos,
Faloyin trenza una perspicaz visión de diversos aspectos de la narrativa
occidental prevalente sobre el continente africano que no solamente le irritan.
Es más: sentencia que es urgente corregirlos y pone manos a la obra con este
libro. Por ejemplo, la funesta, arbitraria creación de los estados actuales que
las potencias europeas decidieron llevar a cabo en el siglo XIX, dividiendo
territorios mediante líneas rectas o basándose sus propios intereses económicos.
O también el expolio humano de la esclavitud y el artístico y cultural (se
calcula que más del 90 % de los objetos y obras de arte de las culturas
africanas habían producido antes de la invasión europea siguen en manos de
museos y colecciones privadas fuera del continente africano – los griegos no
son los únicos que siguen padeciendo la lacra del robo de su cultura).
Otros capítulos están dedicados a
cuestiones políticas: los diversos estereotipos del dictador africano, de siete
de los cuales hace sobresalientes retratos. Especialmente significativos me han
parecido las secciones dedicadas al síndrome de salvador blanco y la estrechez
de miras que implica, y la centrada en el concepto e imagen de África que ha
creado la industria cinematográfica de Hollywood, rociada con una deliciosa
ironía en lo que es una sátira despiadada. Los dardos que lanza contra Bob
Geldof y los muchos otros autoproclamados redentores son de los que hacen pupa.
Africa is not a
Country es un examen juicioso, digno y experto de las complejas situaciones
en las que continúan estando los pueblos y naciones africanas, que siguen
existiendo al margen de las fronteras creadas por mandatarios occidentales que,
en algunos casos, nunca habían puesto sus pies en aquellas tierras ni tenían
conocimiento de la diversidad étnica, lingüística y cultural existente.
Máscara honorífica del antiguo reino de Benin, que sigue estando en el Museo Británico, en Londres. |
Entender esto solo puede llevarnos
lógicamente a una pregunta de corte moral: ¿Cómo han justificado los museos el continuo
acopio de tesoros que fueron robados a través de una deliberada campaña de
violencia sistemática, y cuyos dueños han pedido constantemente su devolución
desde que se los llevaron?
Pues de este modo: Los museos se han unido en una representación colectiva que enmarca el debate de la restitución como un enigma impenetrable. Es todo confusión por diseño. La realidad, nuevamente, es muy sencilla: Se mantiene el 90 % del legado material cultural africano fuera del continente. Fue robado mediante una campaña de violencia masiva». (p. 257-8, mi traducción)
23/09/2024: La editorial Capitán Swing lo ha publicado ahora en septiembre en castellano, con el título de África no es un país, traducido por Noelia González Barrancos.
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