Leyendo ayer en la prensa algunas cosillas procedentes del estado español me encuentro
con un artículo firmado por un Luisgé
Martín titulado Elogio
de la pereza. Comentaré aquí algunas de las banalidades (siendo amable en mis apreciaciones) que el autor
reparte de forma gratuita para el deleite o escarnio (según se mire) de sus
lectores.
Dice Luisgé: “Es
falso que el trabajo dignifique. Trabajar —es la parte que más me gusta de la
Biblia— es un castigo divino, una maldición que empobrece la mayoría de las
vidas.” Como buen españolito, Luisgé parece creer en el Dios cristiano que está
emperrado en hacer de nuestro breve paso por la existencia un verdadero valle
de lágrimas. Cuando Luisgé habla del empobrecimiento de la vida de aquellos que
trabajan, no me cabe ninguna duda de que lo basa en su experiencia propia. Es
decir, asumo que el señorito Luisgé trabaja, y que le pagan, y que debido a ello la suya es una
existencia miserable.
Y añade el
escribiente: “Incluso las tareas más nobles, como la creación artística, se
convierten en algo desagradable cuando se hacen a cambio de un salario.” Es
decir, que en opinión del señorito Luisgé, el trabajo de un artista (no creo
que nadie ose citar ‘El elogio de la pereza’ como ejemplo de creación
artística) es más noble que el trabajo asalariado del panadero que crea una
hogaza de pan para que Luisgé se tome bocatas a media mañana, o más noble que
el trabajo asalariado de un traductor, por poner un caso que me resulta
familiar. No sé cuán desagradable le resultará al lector su trabajo, pero
sospecho que al casi 50% de jóvenes españoles
sin trabajo y sin claras perspectivas de poder ingresar en el mercado
laboral, la gracia de Luisgé no debe resultarles un chiste muy digerible.
A su juicio, “el
derrotero ideológico de la izquierda europea” debería ser “el elogio de la pereza.”
Si por casualidad Luisgé aspirase a convertirse en portavoz de la izquierda
europea, yo me atrevo humildemente a sugerirle que cambie su discurso. Si mira
más allá de los Pirineos, el señorito verá que en Europa se trabaja, y que la
holgazanería y la pereza (que no son lo mismo que el merecido aprovechamiento del ocio) solamente conducen a
la ruina, a la decadencia y al hambre.
Mirándose, como
suele ser habitual entre muchos españolitos eurocéntricos, el ombligo, el
señorito Luisgé remata la faena con la siguiente perla cultivada: “La verdadera
humanización de nuestras sociedades está en el ocio, en la vacación, en la
disposición libre de nuestro tiempo para ocuparlo en lo que deseemos, sea hacer
transacciones financieras delante de un ordenador o leer un libro debajo de un
árbol.” Pues yo le exhorto encarecidamente a Luis G. (ya me estaba cansando de la otra grafía, que se me antoja un poquito pija) a acudir urgentemente a
difundir sus asombrosas ideas en otras partes del mundo, por ejemplo a Gabón,
o a las Islas Salomón. Sería interesante comprobar el entusiasmo con que
reciben sus sabias palabras. Según él, “Vivimos en sociedades ya lo
suficientemente ricas…como para que pueda considerarse con seriedad el
establecimiento de una renta básica universal.” ¿Con seriedad? Venga, de acuerdo; comencemos por la Z: apliquemos su propuesta a Zimbabue y Zambia, por poner un caso.
Y estotro: “La
única respuesta sensata a este panorama desolador es la pereza. El enaltecimiento
social de la ociosidad y la holgazanería.” Lo anterior debe de haberlo escrito
en son de guasa, sin duda. La única respuesta sensata a la sandez es hacerles
callar la boca a los majaderos, que, por lo que se ve, pululan en las páginas de
los diarios “de la izquierda europea.”
Spain is different!!!
Olé!