Hugh Mackay, The Good Life (Sydney: Pan Macmillan, 2013). 264 páginas.
Uno de los datos
que más me han sorprendido en este libro del sociólogo australiano Hugh Mackay
figura en la página 244. Dice así: “En la ciudad australiana de Tamworth, el
análisis de los historiales médicos de
los pacientes a lo largo de un periodo de tres meses en 2011 mostró que un 77
por ciento de pacientes que superaban los 75 años de edad y que murieron en el
hospital habían realizado su primera discusión documentada en torno al tema de
cómo terminar su vida solamente tres días antes de su muerte.” Cuando los
avances médicos y tecnológicos han hecho posible la prolongación artificial de
la vida hasta límites que, hace unos cincuenta años, habrían parecido cosa de
ciencia ficción, más importante debiera resultarnos tomar una decisión sobre el
tema mientras contamos con el aplomo y el conocimiento necesarios para ello.
Después de todo, ¿no quedará una buena vida estropeada por una mala muerte?
La buena vida es
el tema del libro de Mackay, escrito en un lenguaje sencillo, que busca
alcanzar al mayor número posible de personas. The Good Life se compone de siete capítulos, y en el primero (‘The
Utopia Complex’) intenta demoler el concepto tan en boga en las dos últimas
décadas de la felicidad como meta única y última en la vida, tan frecuentemente
propugnado por esas ‘filosofías’ de la positividad, que a mi parecer no son más
que propaganda de baratillo. Mackay denuncia la absoluta futilidad de la
búsqueda de la felicidad como meta en sí misma.
Mackay propone en
cambio que la felicidad es, en el mejor de los casos, un producto subsidiario,
no la meta, de una vida bien vivida. Es difícil en general no estar de acuerdo
con las observaciones de Mackay; pero se trata de observaciones muy
generalizadas, y no siempre acertadas. The
Good Life es un libro dirigido a un público muy amplio y variado. Como
comentario crítico de los males y vicios que afligen a la malacostumbrada sociedad
occidental actual es una propuesta válida y útil. Pero el lector que busque ideas
más profundas y elaboradas no las encontrará en The Good Life.
Con todo, el libro me pareció algo incompleto. Entre
otros aspectos no tratados por Mackay está cómo puede afrontar un ser humano el
resto de la vida ante la pérdida de un hijo. Sí menciona el tema en el caso de
viudedad, o en el de sobrevivir a una experiencia traumática, pero muy por
encima. La pérdida de un hijo es una pérdida con características muy diferentes
a la pérdida de un padre o un hermano o un amigo, que marca el resto de los años
de una vida que, por muy buena que pueda ser, estará siempre truncada, mermada
de futuro.