15 jul 2016

Cápac Ñan - Camino Inka



La versión comercializada del Cápac Ñan, el Camino Inka, comienza en el kilómetro 82 de la línea férrea que une Cusco con Aguas Calientes. No se trata, no obstante, de una versión adaptada al turismo de masas, pero tampoco debiera encasillarse en el turismo de aventura. Con sus cerca de 45 kilómetros – en realidad el caminante termina haciendo muchos más, posiblemente una cifra superior a los 50 – el Camino Inka es un durísimo desafío, el cual puede completar cualquier persona que esté medianamente en forma y no padezca ninguna condición médica ni serio menoscabo de la salud.


Los tours organizados suelen hacer su primera parada en Ollantaytambo, parada obligatoria de camino a y de regreso de Machu Picchu, el destino final del itinerario estándar del Cápac Ñan. Es la última población propiamente dicha antes de emprender la caminata, y por ello sus comercios hacen su agosto todo el año, vendiendo provisiones y artículos de necesidad como palos de escoba que te van a servir de mucho subiendo y bajando por este largo sendero andino.


El trazado habitual comprende cuatro días y tres noches, aunque otras versiones lo alargan a cuatro noches y cinco días. La primera versión es la más popular. 

The Bridge over the Urubamba River. Here begins the adventure!
Primer día: Km. 82 a Wayllabamba, pasando por Llactapata. Longitud aproximada: 12 km.
 
Tras el obligatorio registro a la entrada del Camino (no olvide usted su pasaporte; de lo contrario, no le dejarán entrar) se cruza un puente sobre el rio Urubamba. La senda sube y baja remontando el valle jalonado de pequeñas aldeas situadas en el corazón de la reserva natural del Camino Inka. En muchas de estas aldeas es posible comprar agua embotellada y refrescos, e incluso comida caliente. Quedan muchos y duros kilómetros por delante, por lo que no conviene atiborrarse de comida.


En esta primera jornada no se asciende mucho: desde los 2,650 metros de la vía férrea se sube a los aproximadamente 3.000 metros de Wayllabamba. Si el día sale lluvioso, como fue el caso el pasado 7 de julio, los nevados cercanos estarán ocultos y la humedad será protagonista de la noche. En Llactapata se hace la primera parada larga para almorzar, y dos horas de camino después se hace campamento en Wayllabamba, junto a un río de aguas bravas y criadero de truchas, alguna de las cuales terminarán esa noche en los estómagos hambrientos de los caminantes.

The view from the tent at Wayllabamba. Menacing clouds hanging over the valley.

Durante la noche la intensidad de la lluvia se incrementa, repiqueteando en el techo de la tienda. Es un sonido ominoso: ¿qué nos deparará el tiempo mañana, cuando hemos de enfrentarnos al reto de subir hasta Warmiwañusca?


Segundo día: Wayllabamba a Paqaymayu, pasando por Abra Warmiwañusca (Paso de la Mujer Muerta). Longitud aproximada: 12 km.

A las cinco y media de la mañana, antes de que salga el sol, los porteadores nos dan los buenos días con un mate caliente de coca. El té de la hoja de coca es muy bienvenido, no tanto por sus excelentes propiedades nutritivas como por el calor que transmite a las manos y el estómago una vez lo ingieres. Hace frío, pero el ánimo está todavía intacto. Tras un buen desayuno, cargamos con las mochilas y emprendemos la marcha. Son solamente doce los kilómetros que tenemos por delante, pero nada nos ha prevenido de lo muy brutales que son. El Camino va a ser un ascenso continuo desde los 3.000 a los 4.215 metros sobre el nivel del mar, en un tramo cuya longitud apenas supera los 9 kilómetros.

Abra Warmiwañusca, visto desde Llulluchapampa

El día parece ser más benigno que lo que la lluvia nocturna presagiaba. En un principio la senda, estrecha, asciende por una ladera sin apenas vegetación. Al cruzar la rambla e ingresar en la vertiente norte la cosa cambia por completo: de pronto estamos en medio de una verdadera selva húmeda y tupida, con abundantes árboles, helechos y enredaderas. Nuestro guía, Fabián, recomienda hacer pausas cada cierto tiempo. Lo peor está por llegar, avisa. Uno no quiere creerle. Uno no quiere pensar en las dificultades, pues caminar en montaña es una actividad habitual.


Tras reposar en una pequeña planicie llamada Llulluchapampa, la senda se encamina hacia un claro collado entre dos imponentes picos nevados. Es Abra Warmiwañusca, y Fabián nos dice con una sonrisa que vamos a encontrar nieve allí arriba. Las fotos, dice, van a ser excelentes.


En Llulluchapampa hemos alcanzado los 3.715 metros. Quedan unos tres kilómetros de ascenso, el frío aprieta, la pendiente se hace más y más pronunciada. El oxígeno empieza a ser más escaso, y cada paso es un esfuerzo. En la mochila uno lleva a lo sumo ocho o diez kilos, pero ya parecen ser cerca de veinte. Me detengo cada veinte pasos, mientras otros caminantes van pasando marcando un ritmo más firme. Otros quedan detrás, pienso a modo de consuelo. ¡No soy el que peor lo está pasando!

La parte inicial del ascenso a Warmiwañusca vista desde arriba

Cuando me queda posiblemente menos de un kilómetro, sin resuello, siento desfallecer. ¿De dónde sacar fuerzas para coronar el paso? Una nieve reciente cubre las laderas, la temperatura roza los cero grados, y el Camino se ha convertido de pronto en un infierno. Paso a paso, bocanada de aire tras bocanada de aire uno persevera hasta avistar el final de la subida. Los que ya han llegado te reciben entre vítores y aplausos, y a uno le da de repente por llorar. Has vencido al monstruo de tu miedo, las piernas te han respondido pese a todo. Es el momento de hacer unas fotos y engullir golosinas, ricas en azúcar.

Un lugar para llorar, reír, ... o sentarse a disfrutar de las vistas.

Warmiwañusca es el punto más alto del Camino. Es por tanto un lugar simbólico, mas ello no quiere decir que el resto del trayecto vaya a ser menos difícil, nos avisa Fabián. No le falta razón. El descenso hasta el campamento donde vamos a pasar la noche, Paqaymayu, es arduo: el Camino baja en un tortuoso zigzag por la montaña, la altura de los escalones alcanza a veces los 40 centímetros, y es ahora cuando los palos de escoba demuestran su utilidad. Unas rodillas cincuentonas sufren lo indecible, mientras que mis hijos bajan a saltos, como si fueran cabras. Al llegar a Paqaymayu me dirijo a las duchas. No me importa que el agua baje directamente helada desde la montaña. Paradójicamente, una ducha fría me revitaliza. La exquisita cena que nos prepara Gustavo esa noche cura las heridas al amor propio que Warmiwañusca ha causado. A la noche un cielo imposiblemente .5estrellado nos cubre y amenaza con derramar una terrible escarcha sobre las tiendas. Dormimos a 3.500 metros de altitud, aproximadamente igual que en el hotel de Cusco un par de noches antes. Ya extraño el colchón y las frazadas que había en la cama del hotel.

Warmiwañusca

Tercer día: Paqaymayu a Phuyupatamarka, pasando por Runkurakay, Sayaqmarka y Chaquiqocha. Longitud aproximada: 10 km.

Despiertos otra vez a las 5 y media con el consabido mate de coca azucarado. El frio es intenso, pero tan pronto sale el sol sabemos que será un día fabuloso. Después de desayunar debemos encarar el segundo paso montañoso de importancia: Qochapata, a 3.900 metros de altitud. Poco antes de llegar al collado visitamos las ruinas inkas de Runkurakay, un puesto de vigilancia del Camino desde el que se puede apreciar el antiguo trazado del Camino, que seguía un rumbo distinto hace siglos. Fabián explica que corrimientos de tierras y la persecución del comercio de coca causaron la creación de un trazado alternativo, el cual se usa ahora.

El anochecer en Paqaymayu

En el collado comemos granadillas, la jugosísima y dulcísima versión de la fruta de la pasión en Perú.  El descenso es a ratos pronunciado, las vistas increíbles. Una canadiense con la que intercambio impresiones sobre el Camino no sabe interpretar el sentido del humor australiano. Parece que, como en el caso de la traducción, tampoco en el Camino Inka viaja bien el sentido del humor.

Ruinas del puesto de vigías en Sayaqmarka

Almorzamos al fresco en Chaquiqocha, donde tres llamas hacen las delicias de los niños. De allí a nuestro destino final en este tercer día es un paseo: unos tres kilómetros y medio. El problema es que las piernas han acumulado más de 30 km en tres días, el sol quema y empiezan a aparecer unas endiabladas mosquitas que te pican y te chupan la sangre.

Estas no son las llamas a las que cantaba el Perales.

Sobre las 2 de la tarde llegamos a Phuyupatamarka. La mayoría de los tours van a seguir el Camino hasta Wiñay Wayna, el último campamento antes de Machu Picchu. Nuestro tour habrá de hacer noche en Phuyupatamarka, otra vez a 3.600 metros de altitud. Un cóndor sobrevuela el campamento mientras entablo conversación con el guarda del Parque Natural allí apostado. Me dice que vive en Aguas Calientes, y que sube a su “oficina” para trabajar en turnos de once días. Aguas Calientes esta a 2.100 metros de altitud; el autobús le deja en las puertas del complejo de Machu Picchu, a 2.400 metros de altitud. Le respondo que conozco a muy pocas personas que tengan que ascender 1.200 metros a pie para acudir a su trabajo. De hecho, pienso ahora, no conocía a ninguna hasta ese día.

The view from my tent in Phuyupatamarka

Esa noche será nuestra última cena, por así decirlo. Tendremos que levantarnos a las 3 para salir hacia Machu Picchu y llegar allí antes de las 7. Un descenso en la oscuridad y a temperaturas que rozan los cero grados. Antes de dormir nos despedimos de los porteadores: ellos son los verdaderos héroes del Camino Inka, la fuerza y la garra que hacen posible que turistas como nosotros podamos atravesar estos valles y estas montañas. Sabemos que las agencias les pagan una miseria, por lo que tratamos de recompensar su trabajo modestamente. Todo parecerá poco.

Hot soup brings back vitality!
Menú completo: sopa y tres platos a compartir, seguido de mate caliente, y a dormir. La calidad de las comidas es sorprendentemente alta.


Ellos, los porteadores, son los verdaderos héroes del Camino. Sin ellos no es posible.

Cuarto día: Phuyupatamarka a Machu Picchu. Longitud aproximada: 15 km.

En algún momento de la noche uno de mis hijos se despierta angustiado y me dice que siente un extraño vacío en el estómago. Segundos después sale raudo de la tienda y haciendo caso omiso del frio que hace se pone a vomitar. Posiblemente será el agua, reflexionaremos más tarde. La cosa empeora una media hora después cuando vuelve a arrojar, esta vez a la puerta de la tienda de campaña.


Un par de horas después, ateridos de frío y pertrechados de linternas que llevamos amarradas a la frente descendemos cerca de 1.200 m hasta Wiñay Wayna. Descendemos con pies de plomo, tanto en el sentido metafórico de la expresión como literal, pues las piernas pesan una barbaridad. Cada escalón parece ser parte de un martirio inacabable. Somos un grupo de cinco: un niño debilitado por la enfermedad, dos adultos que no pueden ni con su alma, otro niño que lo lleva con estoicismo y muy buena voluntad, y un guía paciente y muy curtido en estas lides. Machu Picchu nos aguarda, decidimos. No vamos a abandonar cuando nos hallamos tan cerca. Además, no hay modo de abandonar: ¡no hay modo material de que nos ‘rescaten’!

Machu Picchu desde Inti Punku.

Sobre las 6 de la mañana alcanzamos el campamento, a esas horas ya prácticamente vacío. Todo el mundo ha partido a las 5 para ver la salida del sol desde Inti Punku, la Puerta del Sol. Cerca de ese sitio comenzamos a alcanzar a los rezagados del contingente de caminantes, entre ellos a un estadounidense bocazas malhablado al que todo el mundo le ha tomado ojeriza. Ahí te quedas, le digo cuando le adelantamos. Poco antes de Inti Punku el camino se convierte de pronto en pared: literalmente. Una última prueba de fuego que superamos a duras penas. Poco antes de las 7 llegamos a Inti Punku. Machu Picchu, la ciudad olvidada de los Inkas, aparece abajo, a nuestros pies. Hemos llegado.




Me abrazo a mis hijos y a mi mujer. Les digo que son niños, pero han hecho algo propio de hombres. Me siento orgulloso de ellos, y feliz por estar destrozado físicamente, satisfecho de haber completado este gran desafío. Una hora después voy a sufrir un tremendo choque cultural al encontrarme rodeado de las horas de turistas que, armados de palos de selfie, helados y Coca-colas han convertido Machu Picchu en un circo este domingo de julio. Que los dioses inkas lidien con ellos y lo pongan en su sitio. 

Apostilla: Lo más duro del Camino Inka es, en mi opinión, las piedras de que está hecho. Sin palos que amortigüen el constante golpeteo de tus huesos contra las rocas – especialmente en el descenso – el Camino no perdona. Repito que, sin la impagable asistencia de los porteadores, debe convertirse en un reto casi imposible si no estás bien preparado. Y bien mirado, el mejor de todos es el segundo día. No creas lo que se dice en los foros de internet.


Y al volver la vista atrás, se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.

12 jul 2016

Cusco


La popular Plaza de Armas al anochecer

La antigua capital del imperio inca, Qosqo en su denominación quechua, es hoy en día un centro turístico de primer orden mundial. La ciudad cuenta con un importantísimo patrimonio arquitectónico colonial, aparte de los pocos restos arqueológicos incas visibles que los invasores castellanos dejaron en pie.

Esta no es una esquina cualquiera.
Como toda ciudad que deriva buena parte de sus ingresos del turismo de masas, Cusco tiene serios problemas. La infraestructura de transporte es uno de ellos, y con mucho el menos urgente. Más acuciante me pareció el tema de la limpieza de sus calles: la presencia de incontables perros abandonados y una ausencia general de cuidado por parte de un sector de la población afean un poco el centro histórico de la ciudad.

Fast food, Cusco style: alpaca hamburger!

La actividad económica del centro de Cusco tiene como foco principal las visitas de las hordas de turistas a la ciudad inca de Machu Picchu. El tinglado desarrollado en torno a esta maravilla arqueológica (que es, al mismo tiempo, una muy triste lección de la historia) es apabullante, en el sentido menos favorecedor de la palabra. Como me comentaba Fabián Lima, nuestro excelente y experimentado guía en el Camino Inca, las principales compañías que han copado el producto Machu Picchu son estatales o extranjeras; para las pequeñas agencias locales quedan las migajas, y la brutal competencia entre ellas reduce mucho los márgenes de beneficio.

Cusco, ombligo del mundo inka
Fabián comentaba además que, como sucede en otras grandes ciudades turísticas, el mercado inmobiliario local se ha visto negativamente influido por la aparición del fenómeno Airbnb y similares. Hace unos meses, en una estupenda velada en Barcelona, el amigo J.S. de Montfort me advertía de que los barceloneses se estaban yendo de la ciudad al extrarradio ante la imposibilidad de pagar unos alquileres inflados por el turismo extranjero. Es un hecho documentado: solo hace falta leer los diarios. Según Fabián, se está produciendo la misma situación en Cusco. Quizás encontrar un justo equilibrio entre la industria turística y la conservación del tejido social de las ciudades será pronto una importante cuestión electoral en muchas de las metrópolis más deseadas por los visitantes internacionales. Tiempo al tiempo.

6 jul 2016

Titikaka


Para cruzar de Bolivia a Perú hay que atravesar el lago. Los autobuses también lo hacen. El Estrecho entre San Pedro y San Pablo Tiquina.

La mayor ciudad a las orillas del lago Titikaka es la peruana Puno. Lo que parece evidente es que a la mayoría de la población de la ciudad el ecosistema del lago que les proporciona el agua para sus necesidades diarias les importa muy poco. El área más cercana a la ciudad es un paseo que debería hacer las delicias de los locales. En cambio, el lugar es un auténtico basural, un aluvión de botellas y bolsas de plástico, escombros y desperdicios en general, y por lo que pude ver, lo escondido de los juncos resecos que malviven en la zona la han convertido en urinario y/o cagadero furtivo. Una verdadera pena.

Vista de Puno y el lago desde el cerrito Huajsapata
Titikaka (de acuerdo con la ortografía quechua) es prácticamente un mar interior. La zona próxima al centro urbano es la más contaminada, aunque el lago queda un poco protegido por los juncos (la totora) que crecen en una zona de baja profundidad. Las fuertes lluvias del año pasado, además de inundar el centro urbano de Juliaca, próxima a Puno, descargaron cantidad de contaminantes en el lago. Uno de los tours más populares te lleva a las islas flotantes de los Uros, una pequeña comunidad aimara que vive del turismo. Un diminuto universo, un entorno singular y único prácticamente condenado a desaparecer.

 
Jonathan narra en su aimara materno la historia de su pueblo, los Uros, y la creación de sus islas flotantes en el lago.
Los Uros tratan de exprimir la mayor cantidad posible de soles al visitante. ¿Quién puede echárselo en cara? El proceso por el cual construyen sus islas flotantes es una enorme victoria del ser humano sobre la naturaleza, aunque hoy en día hayan accedido a tecnologías (paneles solares) que les permiten, por ejemplo, ver la TV o escuchar la radio en medio del Titikaka. Incluso la escuela de las islas cuenta con wifi, según nos contó nuestro guía local, Miguel Ángel.

Taquile
La excursión por el Titikaka no estará completa sin una visita a la isla de Taquile. Los taquileños son una comunidad quechua muy aislada que ha sabido conservar sus costumbres. Una de las curiosidades más sobresalientes para mí fue el hecho de que el sombrero o gorro que visten tiene su origen en la barretina catalana propia de los trabucaires. También el resto de sus ropas tiene una fuerte influencia española: visten un pequeño chaleco y fajín. Taquile vive también del turismo, por supuesto, pero el arte textil de la isla fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y los isleños parecen haber sabido gestionar el turismo de manera muy inteligente.

Un caballero taquileño
Panorámica desde Taquile hacia el este. Los picos nevados de Bolivia en la lejanía.

4 jul 2016

La Paz

Una ciudad impresionante, verdaderamente única. La Paz es una enorme urbe fundada en el fondo de un valle que ha ido creciendo encaramándose por escarpadas pendientes que culminan en el altiplano de 4.000 metros sobre el nivel del mar. El lugar, en cualquier caso, parece ser inhóspito a simple vista.

Vista desde el teleférico, linea amarilla.
Llegar a La Paz en avión tiene una desventaja muy clara: aclimatarse a la altitud lleva su tiempo, por lo que todo mínimo ejercicio, un corto paseo por ejemplo, supone un gran esfuerzo que te deja sin resuello a los pocos segundos de ascender.

Desde 1996, en que visité Bolivia por vez primera, hasta hoy, el país ha crecido mucho. La infraestructura de transporte sigue siendo precaria y precisa de grandes inversiones. Pero al menos en La Paz el nivel de vida es innegablemente mucho mejor que hace dos décadas. Y los bolivianos muestran una amabilidad sin condiciones hacia el visitante.

Bolivia manifiesta sin ambages su orgullo por las culturas de las naciones que integran esta república federal. En La Paz vale la pena visitar los museos municipales, en especial el de los Metales Preciosos. Fue una agradable sorpresa ver que el grupo musical los Kjarkas estaban haciendo una gira 'revival'. Al estilo de las grandes bandas de música del mundo.

Algo curioso: en contraste con los eslóganes y consignas visibles por todas partes sobre la necesidad de adquirir una educación y combatir el machismo y la violencia de género, en muchos locales para turistas se promociona un espectáculo de dudoso gusto, el de la foto de abajo.
Denigrating or a chance to bring some money home?
   
Las nieves del impresionante Illimani dominan el paisaje de La Paz. Inolvidable.

28 jun 2016

De las Brindabellas a los Andes

Desde hoy, y hasta principios de agosto, este blog (y el bloguero, claro está) se va de viaje.

De las Brindabellas...


...a los Andes...

© 2004 Guillaume Audureau 
Casi cinco semanas de viaje, en un itinerario que comprenderá tres países andinos, a cada cual más hermoso e interesante: Bolivia, Perú y Chile. Tras pernoctar en Santiago, pondremos rumbo a La Paz vía Iquique. Cruzaremos a Perú por Puno para luego encaminarnos a Cusco. El Camino Inca nos llevará a una cita obligada: Machu Picchu.


De Cusco otra vez en avión a Lima, donde podremos ver a unos buenos amigos y (esa es la intención) tomar con ellos unos tragos entre muchas risas y seguro que divertidas anécdotas. Desde Lima iremos más o menos siguiendo la Panamericana en dirección sur, con parada obligatoria en Arequipa. Pisco, Paracas, Colca y Nazca son otros nombres propios en esa ruta.
AREQUIPA. Fotografía de AgainErick
A Chile volveremos a entrar por Arica, y una vez lleguemos a Iquique el viaje será en auto de alquiler hasta Santiago, con pernoctaciones diversas, entre ellas San Pedro de Atacama, donde cabría esperar que, cerca de veintitrés años después, a uno no lo reconozcan, especialmente en las Termas de Puritama.

Para este viaje se precisan alforjas: la intención es visitar librerías en buena parte de las ciudades que visitemos, y cargar con alguna de las recomendaciones del librero local o las novedades locales más atrayentes. De momento, me acompaña un entrañable uruguayo, el gran Eduardo Galeano con sus Espejos. Veremos qué joyas puedo agenciarme en las librerías de La Paz, Lima o Santiago, o en alguna otra librería con la que pueda toparme durante el viaje. Cualquier recomendación será muy bienvenida.

Y por si el poco original título de este post ha despertado una vena algo nostálgica en tu memoria, aquí tienes un video de la famosísima adaptación en dibujos animados japoneses del relato Dagli Appennini alle Ande de Edmondo d'Amicis.

El drama de la emigración antes de que la crueldad y el egoísmo la hayan hecho prácticamente inalcanzable para muchos, en un formato asequible y comprensible para los más jóvenes.

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