2 ago 2020

Reseña: The Amateur Science of Love, de Craig Sherborne

Craig Sherborne, The Amateur Science of Love (Melbourne: Text, 2011). 280 páginas.
El amor, ese eterno interrogante. ¿Qué es el amor? ¿Hay una ciencia del amor, aunque sea para aficionados? Según Colin Butcher, el protagonista y narrador de esta novela del escritor neozelandés radicado en Australia, Craig Sherborne, no nos enamoramos, sino que enfermamos (“They say we fall in love. But really we fall in sickness” p. 36)

Colin escribe esta especie de confesión en lo que él denomina un cubículo de honestidad. Es un pequeño recinto en la casa que comparte con su esposa Tilda, y allí escribe todos los días lo que él considera la verdad de su relación.

El joven Colin huye de la granja de sus padres en Nueva Zelanda con la ambición de convertirse en un afamado actor en Londres. Al respecto, Norm, su padre, piensa que no sabría distinguir un Hamlet del culo por donde caga (“wouldn’t know his Hamlets from his arsehole”, p. 5) Antes de emprender esa huida, se las ingenia para llevarse a la cama a Caroline, una mujer (casada) que viene a la casa a ayudar con la limpieza un par de veces por semana.

En Londres Colin no consigue pasar de la primera prueba que le hacen en la Real Academia de Artes Dramáticas. Al menos en el albergue juvenil de la City sí puede encontrar trabajo y un minúsculo cuarto donde dormir, muy lejos de los ambiciosos objetivos profesionales que se había marcado.

Y es allí donde conoce y elige a Tilda, una australiana, quien tiene unos diez años más que él. Tilda tiene también ambiciones artísticas y, en cierto modo, también huye de algo: de un matrimonio en el que se zambulló siendo demasiado joven. Como suele ocurrir en muchos enamoramientos, el principio es fogoso y febril, pero fulminante para los bolsillos de un joven como Colin. No se puede vivir de manera estable como pareja en un albergue juvenil, ni tampoco en pensiones u hoteluchos de Ámsterdam.

De manera que ese amor y la lujuria que lo acompaña los lleva a Australia. Y en Melbourne comienzan sus desencuentros. La interdependencia de su relación los sumerge en una cada vez más absurda y funesta espiral de la que ninguno de los dos parece saber muy bien cómo evadirse. En Melbourne, Tilda descubre que está preñada, y Colin consigue convencerla para que aborte.
El azud en el río Wimmera, en Jeparit, Victoria.
Con la idea de dejar atrás el sinsabor que Melbourne tiene para ella, la pareja encuentran un lugar donde instalarse. El pueblo se llama Scintilla, en la región conocida como Wimmera, en el oeste del estado de Victoria. Por cuatro chavos compran una vieja sucursal de un banco y lo convierten en su hogar. Colin encuentra pronto trabajo en la revista semanal local, donde escribe sobre asuntos tan triviales como supuestos avistamientos de pumas (especie exótica en Australia) o el robo de tuberías.

Cuando a Tilda le diagnostican un cáncer de mama, Colin muestra su verdadera naturaleza. Tilda sobrevive, pero al lector le queda la sensación de que a Colin tanto le habría importado un desenlace positivo como uno negativo. Para él, la diferencia de edad con Tilda empieza a ser un obstáculo insalvable. Y aun así, decide proponerle matrimonio a Tilda.

Tras una plaga de ratones de dimensiones bíblicas (un fenómeno no tan inusual en esa parte de Australia), Colin conoce a Donna, la atractiva mujer de Cameron Wilkins, periodista famoso que, coincidentemente, se está muriendo de cáncer. Y ahí lo dejo.

Si The Amateur Science of Love pretende ser el retrato de lo que solamente se puede explicar como la indiferencia, insensibilidad y puro ensimismamiento de un hombre egoísta e inmaduro, la novela lo consigue. De Tilda, sin embargo, queda un dibujo mucho menos detallado: en realidad, nunca llegamos a tener su punto de vista, lo cual es lógico en tanto que la novela es una confesión de Colin. Posiblemente ese desequilibrio sea intencional por parte de Sherborne. El problema es que la trama parece ser muy próxima a la propia vida del autor.

Los capítulos, relativamente cortos, tratan de proyectar la urgencia de la escritura de Colin. La prosa de Sherborne expresa cabalmente la agitación y la frialdad del narrador para admitir su deleznable actitud destructiva de una relación que nació como amorosa y se hunde con el paso de los años. Como a los miles y miles de imbéciles que no respetan las necesarias restricciones en este tiempo de incertidumbre y riesgo constante para nuestra salud, alguien debería haberle leído la cartilla a Colin: que la vida no es ninguna fiesta. 

Si fuera cierto lo que dice Colin del amor como una enfermedad, estaba ya curado antes de entrar en la pequeña capilla donde contrajo matrimonio.

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