10 nov 2015

Reseña: Clade, de James Bradley

James Bradley, Clade (Penguin, 2015). 239 páginas.

Un artículo que aparece en el diario local (The Canberra Times, 11 de noviembre de 2015) indica que para finales de este siglo los niveles de las aguas oceánicas pueden haber subido unos 8 metros, y posiblemente entre 2 y 4 para 2050. El mundo, tal como lo conocemos, será casi irreconocible. En Clade, James Bradley se hace eco de esa proyección para construir un relato distópico que abarca varias generaciones de una misma familia en unos 50 años: incluye una epidemia devastadora que diezma la población global y concluye con una sugerencia abierta a la posibilidad de que haya inteligencia más allá de nuestro planeta.

El título de la novela es una rara palabra inglesa: ‘clade’ se utiliza para referirse a un grupo taxonómico de organismos, estén vivos o muertos, agrupados en razón a unos rasgos homólogos los cuales pueden remontarse a un antepasado común.

En la novela, uno de esos grupos más notables es el de los seres humanos, Homo sapiens (este último adjetivo en latín se me antoja en ocasiones una paradoja de difícil explicación), que tras una imparable epidemia de orígenes desconocidos está en riesgo de desaparecer de la faz de la Tierra, destino del que numerosísimas otras especies no escapan en la novela, mientras que otras nuevas, resultado de la ingeniería genética y los experimentos científicos con los que las autoridades tratan de detener los efectos del calentamiento global en el clima planetario, se extienden con consecuencias impredecibles.

Bradley construye una trama en apariencia muy esquemática: el libro se compone de diez capítulos que a simple vista podrían parecer breves narraciones más o menos conexas. La narración avanza a saltos en el tiempo, con una familia como nexo argumental, y la lucha de sus miembros por sobrevivir en un planeta mayormente arruinado por los efectos del cambio climático como eje temático.

En el primero de los diez capítulos, titulado ‘Solsticio’, el climatólogo Adam Leith duda si es buena la idea de que él y su esposa, Ellie, traigan a una nueva criatura al mundo. Mientras contempla las vastas planicies heladas de la Antártida, Adam piensa en Ellie, quien a esa hora en Sydney estará en la sala de espera de la clínica de fertilidad, a punto de saber si el largo tratamiento al que se ha sometido va a tener éxito. Adam es también consciente de que este mundo, al que quieren traer una nueva persona, es cada vez más un lugar difícil, y que los retos son cada vez mayores.

En el segundo capítulo, la hija de Ellie y Adam, Summer, crece en una ciudad donde los apagones de la red eléctrica se están convirtiendo en algo diario. Pese a los avances tecnológicos, la vida en el planeta sigue dificultándose con el paso del tiempo, nos hace ver Bradley. Las tensiones en la vida conyugal se vuelven tan insostenibles que con el paso de los años el matrimonio se desintegra.

De este modo, cada capítulo introduce a un personaje nuevo al tiempo que avanza la narración unos años, mientras el entorno natural, social y político se degrada cada vez más. Uno de los capítulos más significativos lleva por título ‘A Journal of the Plague Year’, una suerte de pequeño tributo a la portentosa narración de Daniel Defoe situada en el siglo XVII y que publicó el inglés en el XVIII.

Hacia el final de la novela, Noah, el hijo autista de Summer que en su madurez resulta ser un gran astrónomo, realiza un gran descubrimiento. La idea que persigue Bradley, supongo, es ofrecer un atisbo de esperanza a la humanidad. Hay otros mundos posibles, a pesar de que como la mayor especie depredadora que somos hemos arruinado el nuestro. Clade dista mucho de la trivialidad de California, otra novela de tema distópico publicada en los últimos años, pero ofrece una visión más benigna del futuro que otras ofertas similares.

Bradley, más conocido en Australia por sus acertadas contribuciones a la crítica literaria, ha publicado, además de Clade, tres novelas. La anterior, The Resurrectionist, (puedes consultar aquí una reseña) se publicó en 2006, es decir, nueve años antes. Uno quisiera que el autor se prodigara más, pues es sin duda una de las plumas australianas contemporáneas a tener más en cuenta.

Erm... Not quite what we should expect... Hollywood always exaggerates... (Fotografía: Daily Mail, de la película The Day After)
Lo realmente importante de Clade es el tipo de preguntas que tarde o temprano todos nos tendremos que hacer: ¿Qué va a ocurrir exactamente cuando los cambios climáticos y los desastres atmosféricos, posiblemente irreversibles, comiencen a afectar nuestro actual modo de vida y el ritmo de consumo que mantenemos se haga del todo insostenible? ¿Cómo reaccionaremos ante la pérdida de esos privilegios? Bradley dibuja escenarios verosímiles, aunque su tratamiento de los personajes sea a ratos excesivamente esquemático para mi gusto.

De momento, sería muy recomendable no olvidarnos de cómo cultivar hortalizas y frutas. Quién sabe cuándo nos van a ser necesarias.

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