Joaquín Berges, Vive como puedas (Barcelona: Tusquets, 2011). 296 páginas.
Luis es ingeniero, tiene 43 años y vive en
una pequeña ciudad indeterminada de España. Su hobby secreto es la escritura de
guiones para comedias situacionales. Un tiempo después de divorciarse de
Carmen, la mujer que atrapó su corazón por primera vez, se casó con Sandra.
Ahora tiene en total cuatro hijos: dos con Carmen (Cris y Álex) y dos con
Sandra (Valle del Indo y Everest del Himalaya – la primera es la hija de Sandra
con un hippie ya difunto, el segundo es de Luis y Sandra).
Berges comienza su divertida novela de
enredos con el diario de Luis. ¿Por qué ha decidido éste iniciar un diario de
pronto? Posiblemente porque es el tipo de artificio que necesita el autor para
hilvanar la enrevesada trama. Este diario cuenta sin embargo con una segunda
voz que ejerce de sarcástica comentarista, entre paréntesis, la cual, bien
pronto queda claro, es su mujer Sandra. El diario nos sirve para desentrañar
los pensamientos de Luis, quien en cuestión de meses parece abocado a arruinar
su vida, y todo porque, en realidad, no se siente feliz.
Vive como puedas está escrita con dos voces narrativas. Por un lado, está el diario; por el
otro, un narrador omnisciente que sigue a Luis y reproduce acertados diálogos,
muy dinámicos y realistas. Sospecho que Berges ha escrito una historia que
quedaría muy bien plasmada en un largometraje, en la típica comedia enrevesada
que tanto éxito suele tener en España.
Que Luis es un personaje excéntrico quizás no
haga falta decirlo. Si en la segunda página de la novela nos confiesa que odia
los espejos, no es nada difícil darse cuenta con el transcurrir de sus
peripecias que lo que le pasa, al fin y al cabo, es que sufre una fuerte falta
de autoestima.
Además de los diálogos, que ciertamente
destacan por la chispa que ofrecen, lo mejor son los hilarantes episodios que
cuenta Vive como puedas. Hay de todo:
cuando Luis se bebe una taza de caldo para cenar y descubre por la mañana que
era el mejunje tóxico que su hija Cris había preparado para ablandar una calavera
para un trabajo académico en la Facultad de Medicina; cuando su madre se toma
una pastilla de éxtasis creyendo que era una aspirina, que estaba en el
bolsillo de la cazadora de Luis; los repetidos encuentros con un policía local
a las puertas del colegio de Valle y Everest; un paseo por una playa nudista
tras el que tanto él como sus dos hijos varones terminan con sus partes nobles
torradas por el sol.
Para colmo (hay una corriente subterránea propensa a la hipérbole y la exageración en toda la novela), Luis se lía con la maestra de su
hijo Everest, y tras una noche de pasión ella queda embarazada. Berges riza el
rizo del enredo, y para cuando es necesario alcanzar un desenlace, éste resulta
ser dramático. Nada había preparado al lector para una resolución que roza lo trágico.
El problema, al menos para mí, es que Berges persiste en darle un cariz histriónico
a la historia incluso cuando ésta ha dado un brutal giro de 180 grados. La
vida, como bien sabemos todos, es una tragicomedia, pero darle una dirección burlona
al que era un desenlace infausto (al episodio de la persecución a los
traficantes de éxtasis con la efectista aparición de las cenizas de la madre de
Luis me refiero) desvirtúa el buen hacer anterior del autor.
Entretenida, divertida y muy exagerada en todos los aspectos. Pero dudo mucho que me apeteciera ver una versión llevada al celuloide.
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