Tom McCarthy, Remainder (Richmond: Alma Books, 2006). 287 páginas.
Remainder es uno de esos libros que pasan desapercibidos para
muchos lectores de lo que probablemente (y a riesgo de que se me tilde de
prepotente y arrogante) deberíamos llamar literatura seria. Seria, en
contraposición a la literatura de consumo fácil, de usar y tirar.
Merece contarse
por sí misma la historia de la publicación de esta novela: inicialmente la
publicó en 2005 una pequeñísima editorial del tipo underground
ubicada en París, conocida como Metronome. Publicaron unas 750 copias. Un
número ridículo a todas luces. Más ridículo resulta que la rechazaran tantas casas
editoriales anteriormente.
El tema de Remainder es la autenticidad de todo lo
que hacemos como individuos. Así, de entrada, podría espetarme alguien: ¿y qué
tiene de original? Nada, y mucho. Puede que el tema no sea nuevo, pero la
narración que ofrece McCarthy sí es original, novedosa y fresca. Y eso, a pesar
de los ya más de diez años transcurridos desde su publicación.
El anónimo
protagonista narrador (está toda contada en primera persona) ha sobrevivido a
un accidente sobre cuyos particulares tiene prohibido hablar. La prohibición
tiene una base legal muy sólida: su abogado ha alcanzado un acuerdo con los
responsables subsidiarios del accidente, acuerdo por el que le van a entregar
cerca de ocho millones y medio de libras esterlinas. No está nada mal. Con
razón pide una botella de champán para compartir con sus amigos en el pub. Yo
quizás me habría pedido dos, o incluso tres.
Brixton Tube Station. De aquí, al despacho del abogado. Te esperan 8 millones y medio de libras. Fotografía: Sunil060902 |
El agraciado ha
salido de un coma que ha durado varios meses; superar el trauma no ha sido nada
fácil, y ha tenido que volver a aprender a moverse. En las sesiones de
fisioterapia descubre que todo lo que está haciendo tras el accidente no tiene
visos de autenticidad. Apenas una semana después de recibir todo ese dinero,
nuestro narrador acude a una fiesta en la que se siente como pez fuera del
agua. Como suele hacer mucha gente en las fiestas, se encierra en el baño para
evitar el contacto con otros humanos.
En el baño se
queda contemplando una grieta en la pared, la cual revive en su mente un
recuerdo de una vivencia pasada, en un edificio donde cree haber vivido en
alguna ocasión. Con tanto dinero en el bolsillo puede permitirse acometer
cualquier cosa, de manera que el hombre emprende un gran proyecto: recrear ese
apartamento hasta el más mínimo detalle. Compra la finca entera y la aledaña,
echa a los inquilinos y contrata actores que representen una y otra vez la
escena que tiene en mente. Entre otros, hay un pianista al que le paga por interpretar
Rachmaninov con errores, una señora que fríe hígados continuamente en el piso
de abajo, y un motero que se pasa el día montando y desmontando el motor de su
moto en el patio interior del edificio.
Arrégleme este pinchazo tantas veces como yo le diga. ¡Se lo pagaré bien! All The Tyres U Need, 227 Brixton Rd. Fotografía: Danny Robinson |
Todo este montaje
no le basta: tras una visita a un taller mecánico cercano a su piso de Brixton,
durante la cual sufre un insólito incidente, el extraño obseso adquiere una
nave industrial cerca de Heathrow donde recreará el taller y el incidente. Cuando
la persistente representación de estas banales rutinas dejan de alimentar sus
ansias de autenticidad, el hombre se empecina en reconstruir y representar el
asesinato de un hombre en su barrio.
La recreación ficcionalizada
de la realidad llega hasta las últimas consecuencias cuando decide, junto con
su asesor y gran hacedor de cosas, Naz, recrear un atraco a un banco sin
advertir a nadie de que se trata de una representación.
McCarthy, al
igual que en Satin
Island, demuestra aquí un gran control del ritmo narrativo; Remainder está escrita en una prosa muy precisa,
pero atenta al detalle, como tiene que ser para alguien tan extrañamente obsesionado
con el instante, con la confluencia de espacio y tiempo y la perfección de la aprehensión
de esa confluencia como experiencia repetible y representable. Y lo consigue, aderezando la historia con buenas dosis de un fino sentido del humor. Lo insólitamente absurdo
del personaje narrador es llevado hasta el final en un desenlace abierto e
inconcluso. ¿Un final factible para la repetición ad nauseam? ¿Y por qué no?
Remainder la publicó Lengua de Trapo en castellano en 2006, en traducción a cargo de Andrea
Vidal Escabí. Y aunque no la he podido ver, también fue llevada a la pantalla: