Dave Eggers, The Circle (Londres: Penguin, 2013). 491 páginas.
¿Cómo saber que quien un día lea estas líneas no pondrá mi nombre en una de las diferentes listas negras de disidentes que pueden estar confeccionando agencias de seguridad y vigilancia en la Red? Imposible saberlo. Y en el fondo, no es que me importe demasiado, a decir verdad. Por decir algo que es lugar común: El constante e imparable avance e intromisión de las nuevas tecnologías en nuestras vidas (tanto en su vertiente privada como en la pública), ¿no tiene algo de siniestro?
¿Cómo saber que quien un día lea estas líneas no pondrá mi nombre en una de las diferentes listas negras de disidentes que pueden estar confeccionando agencias de seguridad y vigilancia en la Red? Imposible saberlo. Y en el fondo, no es que me importe demasiado, a decir verdad. Por decir algo que es lugar común: El constante e imparable avance e intromisión de las nuevas tecnologías en nuestras vidas (tanto en su vertiente privada como en la pública), ¿no tiene algo de siniestro?
La penúltima
entrega del estadounidense Dave Eggers, The
Circle (recientemente se ha publicado otra novela suya) tiene como
protagonista a una jovencita Mae Holland, que hace poco hace egresado de la
universidad y que gracias a la influencia de una amiga y excompañera de casa
suya, Annie, consigue un puesto de trabajo en un imperio tecnológico, una gran
empresa de las redes sociales tan dominantes en esta prodigiosa era
post-postmoderna (¿es eso, no?) que nos ha tocado vivir. La compañía se llama The
Circle, y cuenta con un fastuoso y extenso campus cercano a San Francisco. “’Oh,
Dios mío’, pensó Mae. ‘Es el Cielo’.” Hete ahí la primera oración de la novela.
The Circle
vendría a ser la (verosímil hasta cierto punto) suma de todas las grandes
empresas que ofrecen sus servicios y productos en el mercado virtual: Facebook,
Google, Apple, Twitter, Linkedin, PayPal, y añada usted todas las que quiera.
La dirigen los ‘Tres Sabios’ (otra posible traducción de este trío, por cierto,
sería ‘Los Tres Reyes Magos’), y se dedica a reclutar a lo más granado y prometedor
de entre los mejores ingenieros, diseñadores, programadores, arquitectos, etc.,
disponibles en el gran e inagotable mercado global.
Para una explicación
detallada de la significación de los nombres que asigna Eggers a los personajes
de esta novela, recomiendo la reseña titulada ‘When Privacy is Theft’ [Cuando
la privacidad es un robo] que hizo en su día la canadiense Margaret Atwood para
The New York Review of Books, y que
puedes encontrar aquí.
La trama de The Circle contiene guiños a muchas
otras obras que la han precedido: 1984,
por supuesto, y Un mundo feliz de
Huxley, pero también poemas clásicos como el ‘Infierno’ de Dante o ‘Kubla Khan’
de Coleridge. A medida que Mae va adaptándose a su nuevo trabajo y a la
sociedad que The Circle está construyendo como modelo exportable a todo el
mundo, su personaje resulta, al menos en mi opinión, menos plausible, menos creíble.
Tras un absurdo
tropiezo con la ley que la pone en una situación algo comprometida, Mae recibe
el perdón de uno de los Tres Sabios a cambio de convertirse en distintivo viviente
y en vivo de la empresa, omnipresente portadora, gracias a la red y a millones
de cámaras asociadas a la causa de la transparencia, de los valores de aquella:
sin la capacidad crítica necesaria para poder siquiera atisbar las
consecuencias finales de sus decisiones, Mae prostituye su cuerpo, su mente y,
si me apuran, hasta su espíritu, apuntándose con facilidad simplona a la
visibilidad permanente de su vida y a la venta de los eslóganes tecno-fascistas
de The Circle: “Los secretos son mentiras. Compartir es cuidar. La privacidad
es un robo.” ¿No se acuerdan ustedes de que “Hacienda somos todos”? Que se lo
pregunten al Bigotes o al Bárcenas, a ver qué piensan al respecto.
Todo lo hace Mae en
aras de la transparencia, la verdadera democracia, la erradicación de la
pobreza, el crimen, la protección de los niños indefensos. Únicamente puede
desconectar la señal de audio de su transmisión continua cuando entra al baño a
hacer sus necesidades: la transparencia también tiene sus límites. En una alusión
muy pertinente a la situación a la que parece encaminarse la sanidad pública en
las llamadas democracias occidentales, Mae consigue colocar a sus padres bajo
la cobertura del seguro médico de la empresa (su padre padece esclerosis múltiple),
pero el precio humano que ellos deben pagar por ese ‘lujo’ les resulta al poco
tiempo intolerable.
Atwood señala en
su reseña que Eggers “maneja sus materiales con admirable ingenio y entusiasmo”,
y si bien advierte de que “no es ‘ficción literaria’ de esa clase” [ha mencionado
a Chejov un poco antes] sino “un entretenimiento, pero exigente”, yo discrepo.
La idea fundacional de The Circle, o esa
especie de luz atisbada entre tinieblas que invita o provoca la creación de una
obra literaria (o de arte, en términos más amplios), es muy buena. Es cojonuda
y extremadamente relevante.
Pero la puesta en
escena cojea. Al igual que me ocurrió con A
Hologram for the King (reseñada hace más de un año aquí),
no me sentí conectado con la novela en casi ningún momento, quizás porque me
parece detectar un trasfondo artificioso, como si Eggers nunca se hubiera en
serio a sí mismo. Además, me parece bastante pretencioso que un autor divida
una novela de 491 páginas en tres ‘libros’, de los cuales el tercero contiene solamente
dos páginas y media. Quizás a alguien se le haya olvidado que antiguamente muchos
libros solían incluir un ‘epílogo’, cuya función primordial era la de atar
cabos. Claro que estas son observaciones que solamente se le podrían ocurrir a un
viejo ludita que ni tiene cuenta en Facebook, ni puñetera falta que le hace.