4 ago 2014

Reseña: To Silence, de Subhash Jaireth

Subhash Jaireth, To Silence (Sydney: Puncher & Wattman, 2011). 111 páginas.

Tres autobiografías ficcionalizadas en forma de breves monólogos. Tres personajes históricos, de cuyas vidas existen algunos datos, pero a los que sin embargo Jaireth manipula con soltura y un gusto exquisito. Y un vocablo cuyo significado puede ser maleable, como lo es el silencio.

To Silence es un libro único en varios sentidos. No es un compendio exhaustivo de las vidas de los tres personajes. Muy al contrario: los detalles pueden ser oscuros o carecer de importancia. Lo que les une, no obstante, es la cercanía de la muerte. El primero es un poeta místico de la India del siglo XV, de nombre Kabir; le sigue María Chejova, hermana de Antón Chejov; el tercero – sin discordia en este caso – es el filósofo y astrólogo renacentista Tommaso Campanella. En sus narraciones, que Jaireth con amplia lucidez sitúa en un tiempo anterior a la llegada de la muerte misma, pasan de las mundanas preocupaciones de su presente a la rememoración de un pasado, que por lo general será un proceso doloroso.

Kabir encara sus últimos días presionado por su hijo, que quiere ganar dinero con su obra. Pero Kabir ya no puede recordar con absoluta precisión las letras de sus poemas y canciones, y cuando su hijo contrata a un escriba para que transcriba su obra para la posteridad, cae en la cuenta de que la palabra escrita nunca podrá capturar la alegría ni el brío del arte oral. ¿No será mejor, pues, dejar como legado un estruendoso silencio?

Una María Chejova envejecida comienza su monólogo celebrando con circunspección la muerte del tirano Stalin. La presencia de un niño de cuatro años en la casa altera sus días. Pero son las fotografías que le enseña al niño las que la llevan a la reflexión, al recuerdo, al dolor. Sus recuerdos nos hablan del silencio de su hermano cuando ella le pidió su parecer acerca de un pretendiente que quiso casarse con ella, y al que rechazó. Pero es otro silencio mucho más perceptible y evidente el que la atormenta: el silencio colectivo del siglo XX ante la barbarie y las atrocidades (un silencio que en ocasiones parece haberse, si no perpetuado, sí trasplantado a esta segunda década del siglo XXI). ¿Estamos siendo, como admite haber sido María Chejova, testigos mudos de la historia?

El tercer monólogo, el de Campanella, es el que en cierto modo menos me satisfizo de los tres. Quizás el motivo radique en que soy reacio a aceptar la creencia en un dios todopoderoso, y mucho menos el dios monoteísta hecho a imagen y semejanza de la figura patriarcal que tanto daño ha causado a lo largo de los siglos. Y es que Campanella atribuye todo a la gracia de su dios. El silencio que Campanella arrastra como una losa en sus últimos años de vida tiene un doble filo: por un lado el del amor (homosexual) prohibido y el pecado que éste conlleva en la religión que profesa; por otro, el silencio respecto a un execrable crimen que presenció en su juventud y frente al que no reaccionó.

El tono común a los tres monólogos es pues confesional, pero también meditativo. Los personajes nos hablan con una exquisita cercanía. La intimidad de sus palabras fascina tanto como una auténtica narración autobiográfica: Jaireth consigue llevarnos a la choza donde Kabir pasa sus últimos días, o a la casa museo de Chejov donde su hermana llora en la intimidad de su silencio. El silencio como reconciliación con el pasado y con el mundo, pero también el silencio como lamento y rendición de cuentas. ¿Qué es el tiempo sino el silencio que todo lo cubre con su manto? Para Jaireth el tiempo cronológico no importa como artificio narrativo: del siglo XV en India pasamos a la Rusia del XIX y XX, para terminar en el XVII en Roma.

Subhash Jaireth (de quien ya reseñé su novela After Love) escribe con una gentileza inusual en nuestros días. Aun siendo narraciones, estos tres monólogos son el resultado de un perspicaz injerto de diferentes géneros, y la poesía está también presente:

“The wings the words span isn’t limitless; often they fail to fly and it would be prudent to remain cognisant of their failure; if they cause infliction, the cure for it resides in close proximity to them, and the cure, my dear friend, is silence.
Yes, just silence.” (p. 107-8)
“Las palabras no son de una envergadura ilimitada; a menudo no logran echar el vuelo, y es cuestión de ser prudente y seguir siendo conocedor de su fracaso; si ocasionan una pena, su cura radica en la cercanía a ellas, y la cura, amigo mío, es el silencio.
Sí, solamente el silencio.”
Un libro extraordinario por su sencillez y delicadeza. Todos terminaremos, todo termina, de alguna manera, más pronto o más tarde, en el silencio. Bienvenido sea.

2 ago 2014

Raons de sang i foc, by Pep Castellano: A Review

Pep Castellano, Raons de sang i foc (Alzira: Bromera, 2011). 214 pages.

From a reader’s point of view – at least from this reader’s point of view – one of the most prized aspects of historical fiction should perhaps be the sense of verisimilitude characters can bring with them. It is not enough to provide accurate descriptions of the costumes, tools and other utensils that were used in the past; nor is it sufficient to give an enjoyable account of the historical events that constitute the backdrop to a given story. No, we probably want more: We want to hear the words, the accents, the idioms; we want to ‘feel’ the sounds that make a character even more credible to our eyes.

Widower Muhammad, a cobbler, lives in 16th-century Castelló with his only daughter, Saïda. She’s a real beauty, and works very hard to help her father in the tanning business. They are Moorish, moriscos, and in the early 16th century their social status is very low – the Valencian moriscos have become sort of pariahs in their own lands. They’re being targeted by the budding bourgeoisie made up of guilds of Christian craftsmen, while in the rural areas the aristocracy exploits them rather abusively.

When procuress Salma witnesses the rape of Saïda by her uncle Ahmed (nicknamed ‘Fartdevi’, i.e., Drunkard), she stabs him to death. With the help of Muhammad she does her best to pretend it has all been an accident (Ahmed, drunk as usual, fell asleep close to the hearth and got burnt), but the Deputy Governor, Jeroni, finds a bloodied shirt in the house and accuses Saïda of murder. Salma, a woman whom everyone seems to owe some favour of one kind or another, has always been very protective of Saïda, and somehow manages to convince him to keep quiet about the whole affair. As a result, they will all be blackmailed.

The times are tumultuous, to say the least. There is violence everywhere. The agermanats (city-based Brotherhoods of craftsmen and tradesmen) mercilessly ransack and destroy the Moorish quarter of Castelló and raid the village of Xivert, only to be crushed later by the mascarats’ army led by the Duke of Sogorb.
The Castle in Xivert
Raons de sang i foc is however a love story set against this historical backdrop of violence, wars and religious persecution. It is being told by Selma to her sister, a shepherdess who is a bit of an outsider, and who has apparently been attacked by soldiers and left mute. Selma (nicknamed Cerafina, i.e., Fine Wax) tells the love story of Saïda and Manel, apprentice to a tanner. Selma facilitates their trysts (her house is no bordello, though, she assures us) and helps them find a way to leave these troubled lands. “What woeful times we have had to live in, eh? Love and death go hand in hand, you see”, she tells her sister.

Against the widespread racial and religious prejudices that dictate the course of events, Manel and Saïda have not only to fight their own mistrust and prejudices but also pretend what they are not in order to survive.
Cap i Corb, where Saïda, Manel and Selma made a bold decision.
Castellano’s real success in Raons de sang i foc is Selma. Her voice, her narrative tone, echoes across the centuries in her broad street talk, the idioms and proverbs she employs to describe other characters, to give advice to Saïda or Manel or to criticise the powerful, and also her sense of humour. With very witty dialogues, this is a book to read aloud. This is not only entertaining historical fiction but also a well-constructed narrative whose intrinsically oral qualities allow the reader to hear a 16th-century Moorish Celestina tell a story with flair. Let Selma take you back time. It is a worthwhile trip.

Raons de sang i foc was awarded the 2010 Blai Bellver Prize for Fiction.

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