1 nov 2015

Reseña: Purity, de Jonathan Franzen

Jonathan Franzen, Purity (Londres: Fourth Estate, 2015). 563 páginas.

Franzen parece haberse convertido en un fenómeno planetario de masas. No me he molestado en comprobar lo que ha sucedido con otros idiomas europeos, pero las traducciones al castellano y al catalán de su nueva novela aparecieron apenas un par de semanas después del original en lengua inglesa. Purity ha sido promocionada a bombo y platillo en todas partes. Ya no causa sonrojo sino bochorno ver cómo los autoproclamados periodistas culturales se deshacen en elogios ante una novela que todavía no han leído, únicamente sobre la base de lo que dicen las solapas o los comunicados de prensa que les han puesto en el pienso.

Que Franzen es un narrador de grandes dotes y muy seguro de sí mismo nadie lo pone en duda. Personalmente, tras haber leído Purity, una larga novela con una trama extremadamente elaborada que se sale de los límites de la credulidad (que no de la verosimilitud, son cosas distintas), me queda la impresión de que al libro quizás le sobren páginas, que sin duda le sobra espacio dedicado al argumento, y que también es posible que le falte un algo más bien indefinible: esa suerte de genio literario que al buen amigo de Franzen, DFW, parecía sobrarle.

Purity es básicamente la historia de una amistad corroída por el paso del tiempo, pero sobre todo por un terrible secreto y las mentiras que lo acompañan. Los dos protagonistas de esa amistad truncada son un periodista investigador estadounidense, Tom Aberant, y un esclarecedor y un alemán llamado Andreas Wolf (un guiño al folklore que ve en el animal a un devorador de personas). Andreas, nacido en la ahora extinta RDA, es el hijo de uno de los dirigentes del régimen que creó la Stasi, y con el paso del tiempo y las cambiantes circunstancias pasa de ser disidente a director de una organización dedicada al hackeo, la filtración de informaciones comprometidas y la revelación de la Verdad. Así, con mayúsculas. Naturalmente, Franzen se cuida mucho de identificarlo con el australiano Assange: incluye el nombre de Assange en el texto unas cuantas veces para diferenciarlos explícitamente, y misión cumplida.

Pasen y vean...la función va a comenzar... Fotografía de jkb
Sin embargo, el primer capítulo de Purity trata de la joven que le da título a la novela, Purity Tyler (Pip). Pip ha crecido en el recóndito valle del San Lorenzo, en el condado de Santa Cruz (California), con su madre, quien nunca ha querido revelarle la identidad del padre. Acaba de egresarse de la universidad y, dados sus muy humildes orígenes, está endeudada hasta las cejas por el coste de sus estudios. Residente en Oakland, Pip trabaja por cuatro perras para una empresa de dudosa moralidad dedicada a exprimir oportunidades en energías renovables. En Oakland comparte casa con un extraño grupo de personas, entre ellas Dreyfuss, el dueño de la casa, próximo a perderla al no poder hacer frente a los pagos de la hipoteca. Cuando trae una noche a casa a un chico por el que siente cierta atracción, en un rocambolesco episodio no exento de ironía, termina arrinconad a por una visitante alemana que la somete a un extraño cuestionario, cuyas preguntas no tienen nunca respuestas incorrectas.

Las tranquilas aguas del San Lorenzo, a la espera del espíritu contradictorio de Anabel. Fotografía de Ken from Scotts Valley, USA   
Es en estos detalles en los que la destreza narrativa de Franzen se hace presente. Pip no lo sabrá hasta la parte final de la novela, pero ella es en realidad el nexo de conexión entre Aberant y Wolf. No quiero dar a conocer más detalles porque si lo hiciera, revelaría en buena medida la algo enrevesada trama de Purity, la cual es probablemente uno de los mejores ingredientes (si no el mejor) del libro.

El segundo capítulo, ‘The Republic of Bad Taste’ nos lleva a la RDA y narra la vida del joven Andreas, y cómo conoce a la hermosa Annagret, de la que se enamora perdidamente y por la que llegará a cometer un acto extremo e irreparable. Este capítulo ya había sido publicado en The New Yorker en el número correspondiente al 8 de junio.

Conforme uno avanza en la lectura de Purity, se da cuenta de la destreza con la que maneja Franzen los hilos de esta historia. Andreas consigue atraer a Pip a Los Volcanes, un paradisiaco lugar próximo a Santa Cruz (Bolivia), desde donde dirige su Sunlight Project iluminando la verdad y filtrando comunicaciones y datos que provocan escándalos y le confieren un estatus de celebridad mundial.

La pega que le pongo a Purity estriba en la necesidad real de las numerosísimas páginas dedicadas a la historia del fracaso del matrimonio de Tom Aberant y Anabel. Todos sabemos que existen siempre como mínimo dos puntos de vista por lo que respecta a una ruptura. ¿Es estrictamente necesario presentar ambos puntos de vista en una novela? Posiblemente no. El riesgo es agregarle muchas páginas superfluas a un libro, y como explicó Colm Tóibín en su reseña de la novela para The New York Times, Purity “depende más de una historia que de un estilo”.

Al igual que en Freedom, hay un capítulo de corte autobiográfico, narrado por Tom Aberant. Es, con mucho, de lo mejor de la novela, pero para cuando llegas a esta parte uno se ha leído ya cerca de 300 páginas. Como les ocurre a muchos con la tercera semana del Tour de Francia, que se puede hacer eterna.

En todo caso, puedo decir que he disfrutado de su lectura, la mayor parte del tiempo que le he dedicado. Y que me alegra el hecho de haber sacado el libro en préstamo de la biblioteca local en lugar de comprarlo – el espacio libre en las estanterías de mi casa es mínimo. Con sus 563 páginas, no es un librito.

Purity, como ya mencioné en el primer párrafo de esta reseña, ya está en las librerías tanto en castellano (Pureza, traducida por Enrique de Hériz y publicada por Salamandra), com en català (Puresa (Purity), traduïda per Ferran Ràfols Gesa i publicada per Empúries).

27 oct 2015

Esperança Camps' Naufragi a la neu: A Review

Esperança Camps, Naufragi a la neu (Alzira: Bromera, 2011). 214 pages.

Fortunately for us readers, literature has endless possibilities for mirror games. When re-creating a creation produces reflections as varied and meaningful as those produced by Camps’ skilful narrative technique in this novel, Naufragi a la neu [literally, Wreck in the snow, although an alternative translation for the title could be Failure in the snow] the result can be delightfully playful.

Take Cristina, a youngish ex-drug addict who was rescued from the squalor and wretchedness her life had become by a charitable middle-aged woman, Teresa, in an ugly, tacky Mediterranean city on the east coast of the Iberian Peninsula no one can fail to recognise: my home town, Valencia. For reasons we are never completely told (Camps can also conveniently leave gaps where appropriate) Teresa saves Cristina from herself and probably from a certain and premature death, too. They become an item in more senses than one, and in time Teresa will give her young paramour an education. Cristina embraces literature while disengaging herself from all the vices and substances that used to be part of her bodily fluids, and just before their breakup she is invited to go to a writers’ retreat in the mountains.

The place has been snowed in: it should be an ideal situation for her fresh talent to flourish. The main character of the novel she is writing is Paco el Moix: an ex-convict, Paco survives in an all too familiar jungle of poverty and drug deals. The man has no scruples and will stop at nothing just to get a few euros with which to buy the next dose. When he the opportunity to do a big job come his way (a bank robbery in a small town), he does not hesitate to join two gun-toting Slavic thugs who treat him with absolute contempt. Will they succeed in getting away with the money?


It’s raining and I’m the woman in the wide-brimmed hat who is reviewing some papers and travels in Compartment C, Car 193 by Edward Hopper, who always painted loneliness. The thick, viscous unsought for loneliness that falls on your eyelids and corrodes your spirit. So many book covers have been illustrated with Hopper’s unreal atmospheres! I am who I want to be, and I know I’m fleeing. (p. 1, my translation) Image sourced from www.museumsyndicate.com/item.php?item=9758
If this were the whole plot of the novel, the book would have never seen the light of day. But because this is not what Naufragi a la neu is about, the reading is far more interesting than simply crime fiction. Camps presents the reader with three parallel texts. The first one is Cristina’s journal, where she confesses her fears, her aspirations, her miseries. The second one is the story Cristina is writing about Paco el Moix, which hardly ever goes for too long and is cleverly and frequently interrupted by a third voice, that produced by an anonymous narrator, who makes it first appearance in brackets, interrupting Cristina’s crime story.

Cristina’s stay at the mountain retreat eventually becomes some sort of mirror where she will need to confront the reality of her personal failure. Is Cristina the product of the narrator’s imagination? Or is the “narrator”, the intrusive narrative voice that nudges his/her way into the text the product of Cristina’s imagination (as Cristina appears to suggest in her journal)? Or are they all the result of yet another creator working at a higher level? Is it Teresa perhaps? Or Esperança Camps? We will never know because we are never told.

The metaliterary game played by Camps is remarkably thought-provoking. Towards the end of the robbery story, Cristina shows pity for Paco el Moix, whom she would have liked to kill in her fiction since she could not do so in real life. Was the narrator’s influence on this narratological choice determined by his/her affection for Cristina? Do these decisions mirror each other?

A story within a story is given an even wider narrative framework through the disruptive intervention of the anonymous narrator: “(this is not the way, I know, I’ve got no excuse to barge into the text Cristina’s writing, I’ve got no reason to do so, it’s one of the basic rules of the profession: our presence in the novel must not be noticed, but since I’ve already breached the precept of invisibility so many times, one more will hardly matter; I’ll make the most of the darkness in this room now that she’s gone down to supper and has left her laptop on, it looks like she intends to keep on writing when she comes back upstairs, that’s a good sign; oh, how I hate waltz! This one I can hear now, too, this one by Hans Christian Lumbye, so fat, with an insufferable moustache, the music he wrote seems to me too slimy… I’m going around in circles, I’m moving the cursor up and down because I know what I’m about to write is reckless, because I know I can’t sneak into Cristina’s novel to say that, despite my initial reticence, I like this woman, there, I’ve said it, I like Cristina, head over heels, there, it’s written, it makes me happy to hear her by my side, adjusting the pace of our thoughts, to think up what she writes, I like her so much! Even though I am no one, I don’t have any feelings, I don’t have any feelings? How can I write without feelings? I should not have written the word ‘feelings’ three times, and that one makes it four, it is an unnecessary reiteration, and now I need to write that I don’t have an identity, nor any need to love or be loved, that I’m just a simple narrator…) [p. 111, my translation].

Naufragi a la neu was awarded the 31st Blai Bellver Prize for Fiction, and I believe it was thoroughly deserved.

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