31 may 2021

Reseña: Trashed, de Derf Backderf

Derf Backderf, Trashed (Nueva York: Abrams ComicArts, 2015). 256 páginas.

Por el patio del colegio concertado donde completé la primaria (la EGB, como la llamaban entonces) se paseaba un bedel, una especie de vigilante de chiquillos vociferantes y rebeldes, que era además forofo del CD Castellón, el señor Mercè. Su voz resuena todavía en mi cabeza con una porfiada cantinela: «¡Papel, papelera!». En aquella época (el primer lustro de la década de los 70) los desechos plásticos no eran todavía el enorme e irresoluble problema que son ahora.

El infortunio de recoger bolsas con desgarros. Gajes del oficio.

¿Dónde va la basura que generamos día tras día? La pregunta no es gratuita: muchos desechos se reciclan hoy en día; otros terminan enterrados en basureros o incinerados; los desechos orgánicos se transforman en abono. Pero lo cierto es que no se les da una salida apropiada o correcta a todas las basuras.

Este volumen del norteamericano John ‘Derf’ Backderf utiliza sus experiencias como recolector de basuras hace ahora unas cuatro décadas. La historia está, sin embargo, ampliamente aderezada con datos crudos y duros sobre la industria del procesamiento de basuras y sus múltiples deficiencias. El elemento informativo está repleto de datos correctamente obtenidos y contrastados.

La montaña de residuos que genera una familia estadounidense en un año.
Lo que más me ha sorprendido de Trashed es lo bien que se adapta el estilo del dibujante al tema: Backderf no se anda con miramientos, e incluye todo lo que es aprensivo de la profesión del recolector de basura: desde gusanos a animales muertos, pasando por los proyectiles que se forman y disparan cuando se comprimen los pañales en el receptáculo del camión, y algo que desconocía: los llamados yellow torpedoes [torpedos amarillentos], que no son otra cosa que botellas de plástico que los camioneros llenan con su orina mientras conducen para no tener que hacer parada.

El narrador es J.B. (las mismas iniciales que el autor), un joven de 21 años en una ciudad de tamaño mediano en el midwest de los Estados Unidos. La novela hace un recorrido por las cuatro estaciones del año, con buen, mal y muy mal tiempo.

¿Por qué se enfada el jefe?
Hay una especie de moraleja, por supuesto, aunque sea un poco sombría. En general, los humanos generamos un volumen de desechos que es completamente insostenible para el planeta. El libro tiene un indudable valor educativo, pero los aspectos humorísticos de las subtramas que surgen con otros personajes (los compañeros de J.B., el jefe, vecinos y transeúntes) son lo mejor. Los trazos son sencillos: viñeta tras viñeta, Backderf te lleva de paseo mientras él y su colega recogen toneladas de basura. Es verdad que alguien tiene que hacerlo. ¿Conseguiremos alguna vez reducir las inmundicias que genera nuestro estilo de vida a cero?

It's the end of the world as we know it...
A good birthday present! Quite enjoyable.

30 may 2021

Reseña: Dadas las circunstancias, de Paco Inclán

Paco Inclán, Dadas las circunstancias (Zaragoza: Jekyll & Jill, 2020). 151 páginas.

Este pequeño volumen de crónicas y relatos revestidos de una tremendamente sutil ironía es el primero que leo de mi paisano Inclán. Y en verdad que no defrauda. A quien le gusta la literatura que finge haberse puesto rumbo a ninguna parte, Dadas las circunstancias le debe agradar con creces.

El volumen comprende 8 relatos localizados en diferentes partes del mundo. Inclán llega a estos lugares por alguna peregrina razón que nos explica al inicio de cada relato. En el primero, ‘Plutón, planeta enano’, Inclán acude a Praga con motivo de la Feria del Libro. Tras los actos oficiales queda a tomar unas copas con Maritza, una estudiante de traducción, y un autor local, Hesel, que busca editor en español.

Hesel resulta padecer enanismo. Inclán recuerda en la primera parte de su relato cómo se enteró de la decisión de quitarle a Plutón la categoría de planeta del sistema solar en las orillas del océano Pacífico mexicano. La velada discurre en diálogos confusos e inconclusos, miradas hundidas en esa singular incomprensión empapada en alcohol y que acentúa la falta de una lengua común. La salida más decorosa es pagar la cuenta y olvidarse para siempre del manuscrito de Hesel.

El siguiente relato es más bien una colección de viñetas que transcurren en La Habana. En la capital cubana Inclán conoce a un imitador del Che Guevara, que incluso tira de inhalador para parecer más realista; se desilusiona en una librería donde se amontonan libros que nadie quiere, nadie va a leer y nadie va a echar de menos; conoce a una valenciana con la que comparte un viaje en coche y luego la cama durante un par de horas; y finalmente recibe un testimonio de un joven cubano, en un breve relato que evidencia la ineptitud y esterilidad que produce la burocracia del sistema cubano.

En ‘El último hablante de erromintxela’, Inclán viaja al País Vasco buscando al que, se supone, es el último vestigio viviente de un idioma virtualmente extinto. Bajo una pertinaz lluvia sigue una senda en los montes de Llodio buscando a Goyo y termina dando media vuelta, confundido, avergonzado y derrotado. ¡Que se muera el idioma!

Hauré passat per aquest punt del carrer de l’Hospital milers de vegades. I si estava Paco Inclán al meu costat i no ho sabia? Fotografia d'Espencat.
‘Escatología en la obra de Arnau de Vilanova’ parte de una premisa equivocada. La escatología a la que se refiere el título no es sobre el estudio de los excrementos sólidos con fines científicos, sino que versa sobre las ideas y creencias en torno “al fin de los tiempos”. (Sí, es cierto: ¿Hay algo más absurdo que estudiar algo que nunca vamos a conocer?) El caso es que esa investigación académica que lleva a Inclán a la Biblioteca del Carrer de l’Hospital en mitad del siempre infernal mes de agosto en València está condenada. Al autor le entran unas imperiosas necesidades de evacuar el intestino grueso. Sale de la biblioteca y busca un lugar en una ciudad desierta: “Una pintada en un muro, «buen sitio para hacerse porros», me indica que he encontrado un escondrijo idóneo bajo la imponente sombra de un árbol […] que, a poco que la fama me fuese propicia, se convertiría en centro de peregrinación de mis lectores: «En este lugar depuso Paco Inclán sus ínfulas de grandeza.» (p. 82). Toda una epopeya, que termina con una sencillísima clarividencia: “El apocalipsis apenas dura unos segundos, seis o siete.” (p. 86) Como dicen los mexicanos: «No manches, güey».

Paco Inclán debe de tener una ¿alarmante? habilidad para coincidir en el espacio y tiempo con gente más excéntrica y rara que él. Solo así se comprende el ‘Viaje al país del esperanto’, donde conoce a Miquel, quien “afirma trabajar en favor de una alianza para «sumar esfuerzos en la internacionalización del esperanto y la normalización del consumo del cannabis».” (p. 100) Gracias a un dato que le pasa Miquel, consigue pasar la noche siguiente en un museo privado, fumando marihuana entre libros en una lengua que no ha aprendido y preparando un artículo sobre los esperantistas que nunca verá la luz.

Nunca decae el excelente nivel de ironía que hay en los relatos de Dadas las circunstancias. En Veracruz, donde dice haber ido a contraer matrimonio, asiste a un homenaje a Pancho Villa, aunque, de hecho, el revolucionario nunca estuvo en la ciudad. Pero el invitado estelar es “uno de los tropecientos nietos” de Villa, el Presidente de la Fundación Pancho Villa. Es ‘La exaltación de las ausencias’ en Veracruz: “Su huella es indeleble aunque nunca la pisara.” (p. 135)

Completan el volumen dos relatos localizados en Valladares (Galicia) y Berlín. En mi opinión, la principal virtud de la escritura de Paco Inclán es ese discurrir hacia ninguna parte, realizando esbozos de personajes inverosímiles por lo insólitos que son, al tiempo que se ríe de sí mismo. Lo que cuenta es el viaje, nunca el destino, y con Paco al volante…

Gràcies, T. M'ha agradat una barbaritat!

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