10 ago 2021

Reseña: Collected Short Fiction, de Gerald Murname

Gerald Murnane, Collected Short Fiction (Artarmon: Giramondo, 2018). 471 páginas.
Como mucha otra gente, suelo leer las opiniones que otros y otras escriben acerca de los libros que he leído. No creo que sea tan mala idea comprobar a posteriori si coincido o no en la valoración de un libro en particular. El hecho es que no me sorprendió para nada descubrir que alguien confesase que había abandonado la lectura en la página 139 de este volumen que recoge una buena parte de los relatos breves de Murnane en un periodo que abarca desde 1979 hasta 2002.

La razón de ese abandono es lo de menos, pues cada lector es libre de decidir si quiere seguir o no leyendo lo que tiene entre sus manos. Murnane escribe lo que escribe, mucho más para sí mismo que para sus potenciales lectores. Ahí estriba lo que resulta, a fin de cuentas, sumamente paradójico en la obra de Murnane: el autor escribe de/desde su mundo interior (insiste hasta la saciedad que el “mundo real” no forma parte de su ficción). Su escritura es siempre una propuesta de puente que brinda una entrada mediante la lectura, pero es siempre el autor quien dicta los términos. Quizás citando un fragmento (de ‘Boy Blue’) se entienda lo que quiero decir:

“Esta es una historia acerca de un hombre y su hijo y la madre del hombre. Al hombre recién mencionado se le llamará en esta historia el hombre o el padre; al hijo recién mencionado se le llamará en esta historia el hijo o el hijo del hombre; a la madre recién mencionada se le llamará en esta historia la madre o la madre del hombre. Se mencionarán otros personajes en esta historia, y cada uno de esos personajes se distinguirá de los demás personajes, pero ninguno de los personajes tendrá lo que pudiera considerarse un nombre por parte de cualquier persona que lea u oiga la historia. A toda persona que lea estas palabras u oiga estas palabras leídas en voz alta y desee que los personajes de la historia tuvieran cada uno un nombre se le invita a considerar la siguiente explicación, pero a recordar al mismo tiempo que las palabras de la explicación forman parte de esta historia.

Estoy escribiendo estas palabras en el lugar que muchas personas llaman el mundo real. Casi todas las personas que viven o han vivido en este lugar tiene o ha tenido un nombre. Cada vez que una persona me dice que él o ella prefiere que los personajes de una historia tengan un nombre, supongo que dicha a persona le gusta fingir, cuando está leyendo una historia, que los personajes de la historia están viviendo o han vivido en el lugar donde esa persona está leyendo. Otras personas pueden fingir sea lo que sea que quieran fingir, mas yo no puedo fingir que algún personaje en una historia que yo u otra persona haya escrito sea una persona que vive o ha vivido en el lugar donde me hallo sentado escribiendo estas palabras. Considero que los personajes de las historias, incluida la historia de la cual es parte esta oración, están en el lugar invisible que con frecuencia denomino mi mente. Me gustaría que el lector o el oyente advierta que he escrito la palabra están y no la palabra viven en la oración previa. (de ‘Boy Blue’, p. 284, mi traducción)

Murnane abre por lo tanto una ventana al lector, pero la construye a su manera y es tan estrecha que quien le lee está siempre constreñido por sus condiciones. Su escritura es mera autoficción, en el sentido de que nunca se evade de su propio mundo interior y recalca su intrínseca naturaleza ficcional.

El volumen ayuda, por otro lado, a entender mejor la trayectoria literaria de este singular (e inclasificable) autor australiano. Los temas son recurrentes: resurgen en sus relatos de la misma manera que aparecen en sus novelas: las combinaciones de colores de los jinetes en carreras de caballos que tienen lugar en el hipódromo de su imaginación. Libros cuyo contenido se olvida y reaparece en forma de imagen o sensación de haber creado una imagen en el momento de su lectura. Imágenes de paisajes inventados de lugares nunca visitados o solamente vistos en películas o en sellos filatélicos.

No es fácil explicar cómo es la obra de Murnane a quien no lo haya leído. En el relato titulado “In Far Fields” narra cómo se ve a sí mismo realizando una descripción de su mente a una estudiante en su curso de escritura creativa: “Durante los años mencionados en el primer párrafo de esta obra de ficción, a veces les decía a uno u otro de mis estudiantes en mi despacho que cualquier persona a quien le pagasen por enseñar a otras personas cómo escribir obras de ficción debería poder escribir, en presencia de una o varias de esas otras personas, la totalidad de una obra de ficción nunca escrita previamente y explicar al mismo tiempo qué había supuestamente causado que cada una de las oraciones de la obra fuese escrita tal como había sido escrita. Entonces escribiría una oración en una hoja de papel. Luego le leería la oración en voz alta a mi estudiante. Luego le explicaría a mi estudiante que la oración era el relato de un detalle de una imagen en mi mente. Explicaría además que la imagen no era una imagen que yo hubiera visto recientemente en mi mente por vez primera ni una imagen que yo viese en mi mente a largos intervalos, sino una imagen que veía en mi mente con frecuencia. Explicaría que la imagen de la que yo había comenzado a escribir estaba conectada por medio de fuertes sentimientos a otras imágenes en mi mente.

Entonces pasaría a decirle a mi estudiante que mi mente consistía únicamente de imágenes y sentimientos; que había estudiado mi mente durante muchos años y en ella no había encontrado otra cosa que imágenes y sentimientos; que un diagrama de mi mente semejaría un mapa vasto e intricado de imágenes para sus pequeños pueblos y con sentimientos por las carreteras que cruzan la campiña abundante en pastos que hay entre los pueblos. Cada vez que hubiese visto en mi mente la imagen de la que había comenzado a escribir justo en ese momento, le diría a mi estudiante, había sentido esos fuertes sentimientos que conducen de esa imagen lejana hacia la campiña repleta de pasto de mi mente y hacia otras imágenes, incluso si pudiera no haber visto todavía ninguna de esas otras imágenes. No dudaba, le diría a mi estudiante, que uno tras otro detalle de una tras otra de esas otras imágenes aparecería en mi mente mientras seguía escribiendo acerca de la imagen de la que había comenzado a escribir en la hoja de papel que tenía ante mí.” (‘In Far Fields’, pp. 218-9, mi traducción)

Las carreteras que cruzan la campiña abundante en pastos que hay entre los pueblos. Entrada a Warrugul, Victoria. Fotografía de Mattinbgn.
Todos los relatos que se incluyen en este volumen recopilatorio aparecieron en revistas o volúmenes diversos. Pese a su uniformidad y la recurrencia de motivos en la mayoría de ellos, hay uno que resalta porque difiere de todos los demás: ‘Land Deal’. En apenas cinco páginas y (lo que es inusual en Murnane) en primera persona del plural, Murnane adopta la voz del pueblo indígena que poblaba lo que es hoy en día Melbourne (Bunurong Boon Wurrung y Wurundjeri Woi Wurrung, de la nación Kulin) para narrar el tratado por el que vendieron su tierra a John Batman en 1835:

John Batman. Fotografía de Biatch 

“Ciertamente no teníamos motivos para quejarnos en aquel momento. Los hombres venidos de ultramar explicaron amablemente todos los detalles del contrato antes de que lo firmáramos. Por supuesto, había algunos asuntos menores que debiésemos haber cuestionado. Mas hasta los más avezados de nuestros negociadores se distrajeron al ver el pago que se nos ofrecía.

[…] Habíamos reconocido una correspondencia casi milagrosa entre el acero y el vidrio y la lana y la harina de los extranjeros y esos metales, telas y alimentos sobre los que tan frecuentemente postulábamos y especulábamos, o con los que soñábamos.” (‘Land Deal’, p. 45, mi traducción)

El relato se publicó por primera vez en 1980. Es evidente que, en 2021, por el tema en el que incide la técnica utilizada por Murnane no se sostiene. El mundo ha cambiado mucho desde 1980. Quizás no tanto como quisiéramos, pero no podemos dejar de aspirar a algo mejor.

12 jul 2021

Reseña: How to Kidnap the Rich, de Rahul Raina

Rahul Raina, How to Kidnap the Rich (Londres: Little, Brown, 2021). 292 páginas.

Esta divertidísima y cáustica novela es el debut de este autor indio. El narrador es Ramesh Kumar, cuyo humilde origen no concluye, como suele ser la norma entre las castas inferiores de la India, en la miseria. Y todo gracias a una monja francesa.

Huérfano de madre al poco de nacer, Ramesh crece a la sombra de un padre violento y alcohólico que hace todo lo posible por mantenerlo en la miseria mientras lo explota en su puesto de venta de té. Pero Ramesh tiene la fortuna de que Claire lo acoja y le dé una educación que ya quisieran muchísimos otros.

Ramesh, prepárale al señor un rico té, elaborado conforme a recetas milenarias...Fotografía de Satish Krishnamurthy, Bombay.

Ya adulto, Ramesh pone en marcha su negocio de consultoría educativa. Consiste en hacerse pasar por los hijos de las clases pudientes de Delhi en los exámenes oficiales, que determinan la jerarquía de acceso a universidades locales y foráneas y permiten mantener sus privilegios a las elites indias.

El problema se produce cuando Ramesh suplanta a Rudraskesh (Rudi para los amigos) en los exámenes y consigue para él unos resultados que le dan el número uno de esa promoción. Esa clase de hazaña supone que la fama es instantánea en la India. De la noche a la mañana será una estrella mediática. A Rudi le llueven las ofertas y Ramesh logra (haciéndoles chantaje a sus padres) convertirse en el manager de Rudi.

A Rudi lo colocan de presentador de un concurso televisivo bautizado como Beat the Brain. El dinero, todos lo sabemos, le puede hacer mucho daño a un joven adolescente, inmaduro y caprichoso. De manera que Ramesh va a tener mucho trabajo si quiere que todo vaya bien y el chiringuito dé sus frutos.

How to Kidnap the Rich se divide en dos partes. La primera narra la historia personal de Ramesh, cómo conoce a la monja Claire y, a pesar de los odios, desprecios y malas pasadas que le juegan diversos personajes de las elites de la escuela donde Claire le enseña, se abre paso en la vida.

La segunda cuenta en cambio los secuestros, las huidas, las interferencias políticas y las falsedades. Es un relato rocambolesco, caótico, alocado. Pero fluye con sobrada energía y humor. Dos muestras: La descripción de una silla en la que sienta un personaje: “… una silla, más blanca que un Panel occidental sobre la diversidad racial…”; y la reacción de Ramesh ante la descripción que hacen los padres de Rudi del muchacho: “… lo habían descrito como «un buen chico que necesita ayuda», pero acaso no reconozco yo una mentira tan grande como aquella de «los británicos solamente están estableciendo un enclave comercial» cuando la oigo.”

El debut de Raina es una excelente sátira de esa India que gobierna la ultraconservadora derecha de Modi y que en meses recientes estuvo en las noticias por las peores razones. Quizás hubiera sido una buena idea incluir un glosario de las palabras del indostaní y el urdu que el autor esparce en el diálogo, que sin duda forman parte del inglés local, pero no son reconocibles por un lector no iniciado, en especial insultos como bewaqoof, anpadh o bhosdike.

Los derechos para llevarla a la pantalla ya están vendidos, por cierto.

Delhi, la ciudad donde creció Ramesh.

“Ni siquiera tiene sentido describirme. Era un niño pequeño con unos grandes ojos marrones. Ahora soy más grande y todavía tengo unos grandes ojos marrones. En aquella época vestía vaqueros de séptima mano con agujeros en la entrepierna y caminaba con unas chanclas de plástico alrededor de las cuales me sobresalían los dedos de los pies. ¿Me entiendes?

Mi padre y yo vivíamos en apenas un cascarón de hormigón de una sola habitación, al final de un callejón que terminaba en otro callejón que daba a otro callejón, en ese lugar del que los guías turísticos occidentales decían que era la verdadera India, la de los montones de especias, mujeres con saris de color mango, hombres que huelen a aceite para el pelo y a incienso y que arrastran vacas detrás de ellos, bestias majestuosas y gordas; esa India en la que los turistas blancos se bajaban de sus jeeps con aire acondicionado y manifestaban que lo que veían y oían los dejaba abrumados.” (p.13, mi traducción). Fotografía de Vyacheslav Argenberg - http://www.vascoplanet.com/

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