1 ago 2019

Reseña: The London Train, de Tessa Hadley

Tessa Hadley, The London Train (Londres : Jonathan Cape, 2011). 324 páginas.

El título de este libro, una novela que se compone de dos partes bien definidas (o incluso de dos nouvelles), se debe al tren que une Paddington con Cardiff, esa línea de ferrocarril que atraviesa la suave campiña inglesa desde Hertfordshire hasta el estuario del río Severn. A bordo de ese tren van con frecuencia dos personas cuyas trayectorias ofrecen paralelismos: el tema subyacente en ambas partes de la novela es la fragilidad de las relaciones matrimoniales.

El estuario del Severn. Fotografía de Roger Roberts 
En la primera, Paul, un crítico literario de segunda categoría sufre la pérdida de su madre, a quien tenía más o menos olvidada en una residencia. Poco después descubre que la hija que tuvo en su primer matrimonio ha abandonado la casa de su madre y se ha ido a vivir con una pareja de emigrantes polacos en un piso insalubre en uno de los muchos barrios horribles de Londres.

Tras una pelea con su actual esposa, Paul se marcha a Londres y, para sorpresa de todos, lector incluido, se arroga el derecho a alojarse en el sofá del piso donde está su hija. El caso es que la joven está embarazada. ¿Es el polaco el padre? ¿Está segura la hija en el entorno en que vive? Ciertamente, a mí me pareció poco plausible que Paul se marche sin decir nada a su familia y se pase una temporada en Londres sin, digámoslo así, un mapa de ruta.

Pero es gracias a la segunda parte del libro que la primera cobra más sentido y al lector se le proporciona una más amplia y enriquecedora perspectiva. La protagonista de la segunda nouvelle es Cora, quien ha decidido dejar a su marido y a Londres (ya se sabe que el orden de los factores no altera producto) y mudarse a la casa de sus padres, que en poco tiempo pasaron ambos a mejor vida.

Paddington Station. Last train to Cardiff? Fotografía de Mattbuck.
Y es que es en ese tren entre Cardiff y Londres (o en dirección contraria, ya no me acuerdo) es donde los dos protagonistas se conocieron e iniciaron una relación extramarital. Mientras que para Paul fue una mera distracción, para Cora la aventura tuvo muchísima importancia, en su huida de una existencia solitaria y desalentada.

Con apenas un atisbo de trama, Hadley centra su atención en los nudos que los personajes traban en su propio entorno, las trampas que se tienden a ellos mismos y las mediocres justificaciones con que tratan de evadir sus responsabilidades. Como la vida misma.

Tessa Hadley es una novelista con estilo, o quizás sería mejor identificarla como gran estilista concienzuda y con conciencia. Son características que demostraría en años posteriores a The London Train en novelas como Clever Girl o The Past, o en su colección de relatos Bad Dreams and Other Stories. La falibilidad de los seres humanos es lo que posiblemente fascine al lector, otorgándonos una ventana al interior de sus mentes, a sus meditaciones y penurias:
“Hubo un tiempo en que Cora creyó que la vida iba construyendo una acumulación de recuerdos, que iban haciéndose más densos y profundizándose a medida que pasaba el tiempo, apuntalándote frente al vacío. Había adquirido la costumbre de atesorar reliquias de todas las etapas de su vida conforme iban pasando, como si fuesen sagradas. Ahora eso le daba la impresión de ser un modelo falsamente reconfortante de la experiencia. El presente era siempre lo más importante, en una forma que te empujaba siempre hacia adelante: vacía, aunque también libre. Fuesen las que fuesen las historias que te contases a ti misma o a otros, en el presente quedabas de verdad expuesta y desnuda, una proa que surcaba nuevas aguas; el pasado que quedaba detrás resultaba insustancial, se desmoronaba, caía en desuso, sus formas se volvían obsoletas. El problema era que siempre seguías estando viva, hasta el final. Algo tenías que hacer.” (p. 312, mi traducción)
Seguir vivo: ¿condena o premio? ¿Problema o respuesta? Para algunos, no disponer de tiempo para leer es a un tiempo condena y problema; la respuesta (o el premio) parece a veces estar muy lejos.

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