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21 dic 2011

Bájate el libro que quieras ¡gratis!


Räuber am Marmorsarkophag (Vanitas-Allegorie). Óleo de Willem de Poorter, 1668.

La polémica está servida: la autora Lucía Etxebarria anunció ayer que iba a dejar de escribir durante un largo tiempo porque las descargas de copias pirateadas de sus libros se comen significativamente las ventas, y según ella la situación ya no es sostenible. “Dado que he comprobado hoy que se han descargado más copias ilegales de mi novela [El contenido del silencio] que copias han sido compradas, anuncio oficialmente que no voy a volver a publicar libros en una temporada muy larga”, citaba el artículo que publicaba ayer el diario Levante-EMV.
Tras el anuncio, y como era (al menos en mi opinión) bastante previsible, Etxeberria ha sido el blanco de insultos por parte de esas hordas que parecen pensar que la propiedad intelectual no existe. Lo triste del caso es que ella haya sido insultada, cuando en su anuncio no utilizó ninguna palabra que pudiera interpretarse como insulto ni ofensa a los que creen que descargarse un libro pirata no supone un daño para nadie.
En este blog, muchas de las brevísimas visitas son de gente que busca bajarse una copia del libro que he reseñado gratis; es algo que se puede comprobar, porque los términos de búsqueda que Blogger asocia con las visitas suelen incluir las palabras ‘gratis’, ‘download’, ‘PDF’ o similares. Es algo que he venido observando en particular en el caso de Jonathan Franzen y su libro Freedom, pero comienzo a ver otros títulos (por ejemplo, Contes russos de Francesc Serés) entre las búsquedas de estos amigos de lo ajeno.
Es triste que un autor decida no escribir por este motivo; el hecho innegable es que España es uno de los países con un mayor porcentaje de descargas de copias pirateadas.
El diario inglés The Guardian se hacía también eco de la noticia, y recogía algunas de las críticas a la decisión de Etxebarria.
¿Por qué es tan difícil comprender que los conceptos de vocación y pasión por la literatura no obvian ni menoscaban el concepto de la propiedad intelectual? Por muy excesivos que resulten  ser los precios de algunos libros (y lo son, creo que no hay duda), éste es un hecho que no justifica para nada piratear la obra de un autor y repartirla por la Red sin que su autor reciba una (módica) compensación. Y no creo que nadie se atreva a negar que la mayoría de los autores reciben bastante poco por lo que venden.

Veremos cuántos pican gracias al título de esta entrada, y cuántos comentarios insultantes dejan. Tiempo al tiempo.

30 abr 2011

Reseña: Contes russos, de Francesc Serés

Francesc Serés, Contes russos (Barcelona: Quaderns Crema, 2009). 223 páginas.
Si refrescamos la memoria y viajamos por un instante al siglo XVII, concretamente a la creación de la primera gran novela moderna, el Quijote, encontramos en el capítulo IX que Cervantes recurre a la metaficción, cuando el narrador nos revela que el verdadero autor de la novela es un tal Cide Hamete Benengeli, historiador morisco, el cual ha traducido la historia al castellano. En sus Contes russos, Francesc Serés hace uso de la metaficción por partida doble; no le basta con la invención de todo un grupo de narradores rusos totalmente apócrifos (con sus respectivas pequeñas notas biográficas incluidas), sino que agrega la mediación de una traductora ficticia, Anastàssia Maxímovna.

Este es un recurso de enorme efectividad si el autor domina la narración de forma absoluta. Y ciertamente Serés no da muestras de debilidad en este sentido. La estructura de la obra recuerda asimismo un poco a la de esas muñequitas rusas (las matrioskas, habitualmente fabricadas en madera) que se abren por la mitad y revelan en su interior otra muñequita más pequeña que a su vez se abre por la mitad y revela otra muñequita más pequeña, y así hasta alcanzar la más diminuta.

Contes russos es un notable volumen de cuentos tanto por el juego metaliterario que realiza Serés como por lo que supone de evocación del difunto sistema soviético, no solo de sus aspectos positivos sino también de los negativos. Y no obstante, es ante todo un homenaje a la cultura rusa del siglo XX.

El repertorio de historias en Contes russos es de lo más variopinto: desde una escena de aeropuerto en la asistimos a la charla de dos azafatas de tierra de una línea aérea de bajo coste (‘Low cost life, low cost love’) al esbozo naturalista de la Rusia anterior a la revolución bolchevique (‘La resurrecció de les ànimes’). Serés nos conduce a través de las décadas por la Rusia soviética: ante las ruinas de las inmediaciones de la central de Chernóbil (‘La transparència del mal’); a un reencuentro de colegas y amigos académicos purgados por el sistema veintidós años antes (‘La culpa’); al ficticio concierto de Elvis Presley en la Plaza Roja en una exquisita caricatura de los años de la guerra fría (‘Elvis Presley canta a la Plaça Roja’); la vida en un koljoz tras la segunda guerra mundial (‘La pagesa i el mecànic’); a una nave espacial averiada, convertida en tumba para un cosmonauta, cuyas últimas decisiones son las de mofarse de todo, de sus superiores, de los agentes de inteligencia norteamericanos y del propio presidente soviético (‘L’home més sol del món’).

Contes russos es un primoroso conjunto de narraciones que tratan los temas eternos de la literatura universal. Si Serés los ha enmarcado dentro de un espacio geográfico inmenso, Rusia, es sin duda por mor de la verosimilitud. Aunque el autor utiliza datos históricos, Contes russos no es historia, sino un muy recomendable volumen de narraciones breves.

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