Mostrando entradas con la etiqueta reportaje. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta reportaje. Mostrar todas las entradas

3 ene 2022

Reseña: The Good Girls: An Ordinary Killing, de Sonia Faleiro

Sonia Faleiro, The Good Girls: An Ordinary Killing (Londres y Dublín: Bloomsbury Circus, 2021). 314 páginas.

Una noche de mayo del año 2014 dos jóvenes chicas del pueblo de Katra, en el estado de Uttar Pradesh, al norte de la India, desaparecen en la oscuridad de la noche en los campos colindantes. Al alba, los vecinos que las buscaban encuentran a las dos ahorcadas de un árbol. El calzado de ambas está colocado contra la base del tronco.

Ambas eran de familias campesinas muy pobres, como suele ser normal en el Subcontinente, y de una casta inferior. Lo que haya podido sucederles será el objeto de la pertinente investigación policial. Pero en un principio las familias no permiten que nadie retire los cadáveres que cuelgan del árbol. Es una manera de ejercer presión sobre las autoridades y exigir justicia.

La cárcel de Budaun, donde el principal acusado estuvo preso. Fotografía de ArmouredCyborg.

Faleiro escudriña en los detalles cronológicos del caso, tratando de responder a las preguntas lógicas que surgen tras el hallazgo. ¿Fueron asesinadas? Y si lo fueron, ¿Quién o quiénes cometieron el crimen? ¿O fue un doble suicidio? ¿Se cometió algún tipo de delito sexual contra ellas? El libro se construye sobre la base del suspense en torno a si las niñas fueron violadas y asesinadas o no.

La autora narra este caso en el contexto más amplio de la sociedad india de principios del siglo XXI, en la que se contraponen varias corrientes fuertemente conservadoras y tendencias transformadoras y modernizantes. Es un reportaje dinámico, vibrante en su desarrollo y vigoroso en su lenguaje, una crónica que combina concisos datos fundamentales de corte sociológico y demográfico con la narración del misterio que rodeó la muerte de las chicas y la incompetencia, ineptitud y desidia del sistema policiaco y legal del país.

En olor de multitudes... «Narendra Modi había hecho de la seguridad de las mujeres una parte prominente de su plataforma en más de una campaña electoral. Había mencionado la violación en el autobús de Delhi en la época de las elecciones a la asamblea de la capital nacional unos pocos meses antes. “[Delhi] se ha ganado la mala fama de ser la ‘capital de las violaciones’, dijo. “Cuando usted vaya a votar, no lo olvide. Recuérdelo [el episodio del autobús] durante un instante. […] A los pocos días de convertirse en Primer Ministro, en mayo de 2014, el gobierno de Modi anunció una política de ‘tolerancia cero’ con la violencia contra las mujeres. El sistema de justicia penal iba a ser reforzado para lograr su ‘aplicación eficaz’» (p. 162, mi traducción). Fotografía del Gobierno de la India.

Detrás de este libro hay un intenso trabajo de investigación, tanto de la historia misma de la muerte como de la investigación, con declaraciones falsas o cambiadas, eliminación de pruebas, acusaciones inventadas, una autopsia realizada sin luz eléctrica y con cuchillos de cocina, como del contexto sociopolítico y cultural de la India moderna. Iniciado un año más tarde, el proceso de investigación y elaboración de la crónica pone el acento en las arcaicas actitudes tan profundamente arraigadas en el sistema de castas y en el corrupto sistema político que pervierte servicios sociales tan fundamentales como la seguridad, la justicia o la educación.

La realidad de las mujeres en la India es que la cultura y la tradición las hace depositarias de la “honra” de la familia – independientemente de la casta a la que pertenezcan. Si se sospecha que una joven india ha transgredido las reglas que se les imponen desde muy pequeñas, esa transgresión les puede costar la vida. Algo tan simple o inocuo como hablar con un hombre por teléfono móvil puede interpretarse como quebrantamiento intolerable de esas reglas.

El Tribunal Superior de Justicia de Allahabad fue donde la familia de una de las dos niñas interpuso una solicitud de arresto de otros cuatro hombres, entre ellos dos oficiales de policía, tras la detención del principal sospechoso. Fotografía de Vroomtrapit.

Y en medio de todo esto, siempre la imagen de dos jóvenes ahorcadas de un mango en un huerto de Uttar Pradesh, mientras sus padres y madres se niegan a permitir que las descuelguen hasta que llegue algún político de alto nivel que se comprometa a hacerles justicia.

Un magnífico libro, muy recomendable.

4 oct 2019

Reseña: The Rising Tide, de Tom Bamforth

Tom Bamforth, The Rising Tide: Among the Islands and Atolls of the Pacific Ocean (Melbourne: Hardie Grant, 2019). 262 páginas.
El Océano Pacífico representa la tercera parte de la superficie del planeta, y cerca del 46% del agua que forma los océanos y mares de los que tanto depende la vida. Son cifras nada desdeñables. Pero el Pacífico es hogar de millones de personas, esparcidas en remotos archipiélagos y atolones, y grupos poblacionales que enfrentan en los próximos años (me resisto a hablar de décadas: el daño es ya evidente e inmediato) el reto de buscar un nuevo hogar.

La subida del nivel de las aguas como consecuencia del derretimiento de casquetes polares y glaciares es solamente uno de los problemas que afectan a las naciones del Pacífico. El autor de The Rising Tide [La marea creciente], el australiano Tom Bamforth, utiliza su amplísima experiencia laboral de años en un sector profesional que engloba la ayuda humanitaria y la respuesta y reconstrucción tras los periódicos desastres que han tenido lugar en estos países para presentar un reportaje muy personal, unas veces cargado de ironía, pero en otras más enfocado en su propia vivencia que en la construcción de un relato que transfiera al lector al lugar.

Hay una durísima competencia entre los países desarrollados por demostrar su generosidad en el Pacífico: Ayuda japonesa en acción. Obras de reconstrucción del puente de Vaisigano en Apia (Samoa), septiembre de 2019. 
Los hechos y fenómenos a los que hace referencia Bamforth van desde 2008 hasta este mismo año que muy pronto se nos acabará. Los lugares son muchos: Vanuatu, Fiyi, Tonga, Palau, Nueva Caledonia, islas Marshall, islas Cook, Papúa Nueva Guinea, islas Salomón, la región autónoma de Bougainville y Kiribati.

El libro incluye algunas reflexiones muy acertadas sobre temas de impactante actualidad. En una isla del archipiélago de Vanuatu, tras preguntar a los locales sobre los efectos del cambio climático, Bamforth nos relata las confesiones que escucha de los lugareños después de uno de los ciclones que tantos destrozos causaron en el país:

“Los impactos eran inicialmente muy lentos. Los patrones tradicionales de agricultura y ganadería resultaron alterados, y las temporadas de cosecha y sembrado tenían lugar más tarde. Los patrones climatológicos de El Niño y La Niña, que ocurren de forma natural, ya habían exacerbado las dos estaciones, la seca y la lluviosa, convirtiendo dichas estaciones en temporadas más extremas e impredecibles. Las cosechas de taro y coco estaban viéndose afectadas por los niveles crecientes del agua del mar, puesto que el agua salada gradualmente se iba colando en las tierras de cultivo. Y luego, los ciclones, cuya fuerza e impredecibilidad habían sorprendido a propios y extraños. Además, la temporada de ciclones parecía haberse alargado.

Los isleños no podían predecir qué les aguardaba en el futuro. Mucha gente ya había dejado la isla y emigrado a las ciudades para encontrar empleo y escapar de la cada vez mayor inestabilidad de la vida tradicional. Pero también la había cambiado el dinero que encontraba su camino de regreso a la isla. Ahora había edificios nuevos, menos seguros pero más caros, más comida rápida y menos cultivos autóctonos, además de altísimos índices de diabetes y enfermedades coronarias. A modo de protesta silenciosa, a las lonas impermeables entregadas por las agencias de ayuda y engalanados en uno de sus lados con canguros rojos (para asegurarse de que nadie se equivoque respecto a quiénes debían mostrarle su gratitud los beneficiarios) les habían dado la vuelta, de manera que las casa de los isleños no estuviesen marcadas por donantes cada vez más firmes y enérgicos.” (p. 37, mi traducción)

Un cartel que ensalza la ayuda australiana en Honiara, Islas Salomón. En la esquina derecha inferior, el consabido cangurito. Fotografía de Yvonne Green / Ministerio de Asuntos Exteriores y Comercio de Australia.
Uno de los posibles defectos de este libro es que Bamforth únicamente menciona muy por encima los problemas políticos de los lugares que visita. En ocasiones, con una simple pincelada le basta para señalar cuestiones álgidas: “Para ellos [unos jóvenes marshaleses] Hawái era la ‘isla grande’, mientras que los Estados Unidos era (tal como lo era para los habitantes de Palau) sencillamente el ‘continente’. Me pregunté qué implicaba eso respecto a cómo se veían a sí mismos los marshaleses de manera coloquial. ¿Eran los isleños de las Marshals, por lo tanto, la ‘isla pequeña’ de Hawái, un atolón en dominio de la masa continental, una pequeña roca orbital atrapada por la fuerza estadounidense de la gravedad?” (p. 123, mi traducción)

Vista de la única carretera de la capital de las Islas Marshall, Majuro. Fotografía de Stefan Lins.  

Además de los temas más actuales como los derivados del calentamiento global, la contaminación por metales pesados y la radiación atómica como consecuencia de las innumerables pruebas realizadas en el siglo XX en el Pacífico (pronto habrá que añadir todo lo que suelten de Fukushima), Bamforth investiga en significativas cuestiones culturales, como la pérdida de las lenguas indígenas de los pueblos oceánicos. No solo se pierden los medios tradicionales de producir alimentos y otras tradiciones culturales; también se están perdiendo las lenguas en que se transmitían esas tradiciones.

Quizás en pocos años comerse un filete de pez espada como éste (Hotel Amanaki de Apia, Samoa) será raro. ¿Cuándo será demasiado peligroso consumir pescado del Pacífico? 
Con todo, The Rising Tide (el título hace referencia a una bastante desafortunada frase de la excanciller australiana) no deja de ser una buena aportación al conocimiento de lo que pasa en el Pacífico. Aparte de algunas erratas, que las hay, se debiera corregir en posteriores ediciones un significativo error en la página 72, en el capítulo dedicado a Tonga. Bamforth cita el 1 de octubre de 2009 como la fecha del tsunami cuyas olas alcanzaron hasta quince metros y que se cobró más de ciento cuarenta vidas en Samoa, Samoa Americana y Tonga. La fecha correcta fue el 29 de septiembre. Puedo dar fe de ello.

15 jul 2018

Reseña: Ghosts of the Tsunami, de Richard Lloyd Parry

Richard Lloyd Parry, Ghosts of the Tsunami (Londres: Jonathan Cape, 2017). 276 páginas.
Se calcula que el tsunami del día de San Esteban de 2005 se cobró la vida de unas 226.000 personas, mientras que el del 11 de marzo de 2011 en Japón mató a cerca de 18.500. La magnitud del primero fue indudablemente mayor porque afectó a un área densamente poblada de la isla de Sumatra y atravesó el océano Índico a unos 800 km/h hasta alcanzar las costas de Tailandia, Sri Lanka, India y otros lugares. La principal diferencia, sin embargo, es que, por primera vez en la historia de la humanidad, en Japón un desastre natural estaba siendo retransmitido en directo por cámaras de televisión a bordo de helicópteros.



Parry enfatiza desde el principio que, si se hubiera tratado de otro país, la cifra de víctimas habría sido muchísimo más elevada. Los terremotos y Japón van de la mano. El hecho de que una palabra japonesa se haya internacionalizado y haya pasado a formar parte del vocabulario de casi todos los idiomas del planeta demuestra que ese concepto de la entrada masiva y brutal del océano en la tierra ha formado parte de la conciencia colectiva de un pueblo, el nipón.

El reportaje de Parry se centra sin embargo en un lugar específico de la costa de la región de Tohoku, al noreste de la isla de Honshu: un pequeño pueblo, Okawa, en las orillas del río Kitakami, por cuyo cauce entraron las aguas del Pacífico (qué ironía, haberle puesto ese nombre a ese monstruo). Cerca del río estaba la Escuela Primaria de Okawa. Si los protocolos de emergencia se hubiesen seguido al pie de la letra y el sentido común hubiese imperado, los alumnos de esa escuela solamente se habrían llevado un gran susto que sin duda habrían contado a sus nietos algún día. Pero nótese que estoy haciendo uso del condicional compuesto.

De los 78 alumnos que fueron engullidos por el agua (y todo lo que esta arrastraba) solamente cuatro sobrevivieron. Solamente uno de los 11 maestros sobrevivió. Parry investiga las circunstancias que condujeron a este suceso, triste, desgarrador, absurdo. La de Okawa fue la única escuela en la que perecieron casi todos sus alumnos. ¿Por qué?

Durante los años que siguieron al 11 de marzo de 2011, Parry viajó incontables veces desde Tokio, donde vive desde hace ya años, al norte, donde estuvo entrevistando y anotando las palabras de decenas de testigos, padres y amistades de los niños que murieron en Okawa. En su reportaje incluye testimonios y relatos espeluznantes. Solamente quienes hemos sobrevivido a la irrupción de una montaña de agua desplazada por un temblor terrestre (eso es, en pocas palabras, un tsunami) podemos entender cabalmente lo que cuentan los testigos. Un breve resumen elaborado por Parry:
“Todos los que experimentaron el tsunami vieron, oyeron y olieron algo sutilmente diferente. En buena parte dependió de dónde te encontrabas, y de los obstáculos que el agua tuvo que superar para alcanzarte. Algunos la describieron como una catarata, que superó el rompeolas y el dique del río. Para otros se trató de una rápida inundación entre las casas, engañosamente leve en un principio, que te tiraba ligeramente de los pies y los tobillos, pero que rápidamente comenzó a succionarte y golpearte las piernas, el pecho y los hombros. Respecto a su color, la describieron como marrón, gris, negra o blanca. A lo que no se parecía en nada era a una ola oceánica convencional, esa ola del famoso grabado en plancha de madera del pintor Hokusai, verdeazulada y elegantemente alcanzando un punto álgido con tentáculos de espuma. El tsunami fue algo de una categoría diferente: más oscuro, más extraño, tremendamente más poderoso y violento, sin amabilidad ni crueldad, sin belleza ni fealdad, algo completamente desconocido. Era el mar viniéndose sobre la tierra, el océano levantando sus pies y atacándote, con un rugido, que le surgía de la garganta.” (p. 143, mi traducción)
La gran ola de Hokusai. No, no es así como se mueve un tsunami.
La negligente decisión tomada por los responsables de la escuela aquel 11 de marzo llevó a un desastre que rompió los corazones de todas las familias de Okawa y las aldeas cercanas. Parry acierta en su tratamiento de la tragedia, acercando a estos padres y madres al lector lo suficiente como para entender, aunque solo sea parcialmente, el dolor y la rabia. La perseverancia o la desesperación de quienes no encontraban los restos de sus niños; las desavenencias que fueron surgiendo entre quienes sí pudieron enterrar a sus hijos y quienes nunca los encontraron. Y la rabia e indignación generalizada entre todos, en una cultura más dada al comedimiento y la inacción que a la demostración de emociones, y que desembocó en una querella colectiva contra las autoridades educativas del distrito.

“Uno de los hombres llevaba consigo una videocámara, y en algún momento la puso en marcha. Esta película de 118 segundos es la única grabación del tsunami en su momento crítico en la zona de Okawa. En las manos del afligido cámara, la imagen vira bruscamente de un lado a otro, del río ennegrecido a las vigas verdes del puente y hacia Magaki [aldea cercana], reducida ya a una sola casa. De pronto la cámara enfoca los árboles y el cielo; luego está echada en el suelo, entre tallos de hierba seca. Se puede oír la voz del hombre que sujeta la cámara, diciendo a voces: ‘¿Está la escuela bien? ¿Qué pasa con la escuela?” (p.147-8, mi traducción)
Pese a ganar el juicio, fueron en definitiva quienes más perdieron. Nada puede reemplazar al ser querido: ni una compensación económica ni una reivindicación legal ratificada por un juez. Por delante les quedan años de reconstrucción, pero también de dolor y soledad.

Parry conjetura sobre un hecho innegable: la catástrofe ha de volver a ocurrir. La cuestión sería saber cuándo y dónde:
“En algún momento en años venideros, se presume por lo general, Tokio será escenario de un terremoto lo bastante fuerte como para destruir grandes áreas de la ciudad y provocar incendios y tsunamis que matarán a decenas de miles de personas. El razonamiento es sencillo. Cada seis o siete décadas, durante ya varios siglos, la llanura de Kanto, donde Tokio, Yokohama y Kawasaki se han unido formando una gran megalópolis, ha resultado devastada por un enorme temblor. El más reciente, que mató a 140 000 personas, tuvo lugar en 1923. Los sismólogos señalan que no es, de hecho, algo tan sencillo. Dicen que los terremotos anteriores se produjeron en fallas distintas, en ciclos separados y superpuestos, y que una muestra de unos cuantos cientos de años es en todo caso demasiado pequeña como para inferir un patrón. Pero por razones propias más matizadas coinciden en una conclusión: que la destrucción generalizada es inevitable y, en términos geológicos, es inminente.” (p. 154, mi traducción)
Un buen libro sobre algo muy difícil de comprender.

1/10/2023. Publicat en català amb el títol Fantasmes del tsunami. Vida i mort després del desastre per La Segona Perifèria. La traducció és a càrrec d’Anna Llisterri.

Posts més visitats/Lo más visto en los últimos 30 días/Most-visited posts in last 30 days

¿Quién escribe? Who writes? Qui escriu?

Mi foto
Ngunnawal land, Australia