Chuah Guat Eng, Echoes of Silence (Kuala Lumpur: Holograms, 1994). (2ª impresión, 2009)
En la primera novela de Chuah Guat Eng, Echoes of Silence, el lector pudiera fácilmente asumir que se está sumergiendo en un thriller, si no fuera porque desde el primer párrafo de la novela la autora nos plantea una serie de premisas muy diferentes de las habituales en el género detectivesco. En una plantación de caucho propiedad de un caballero inglés se comete un asesinato que parece ser copia casi exacta de otro asesinato cometido unos veinte años atrás. Y a medida que progresa la trama que nos cuenta en primera persona la narradora, Ai Lian, se van desvelando pistas de otro calibre, de una índole mucho más compleja.
La novela avanza pues por dos caminos paralelos y complementarios. Por una parte, la búsqueda de las pruebas que puedan determinar de manera fehaciente quién fue el culpable de los dos asesinatos cometidos en la plantación del magnate Templeton, mientras en un plano paralelo de descubrimientos empiezan a resonar con fuerza ecos y reverberaciones de una odisea personal e íntima, la de la narradora en su busca de una identidad como ser humano en la maraña social multirracial y extremadamente compleja de la Malasia inmediatamente después de la independencia, con el trasfondo de los disturbios raciales de 1969.
Guat Eng se nos revela como una avezada narradora, al crear en la novela un sugestivo mundo imaginario (el del distrito de Ulu Banir). En ese mundo el lector percibe la profundidad de las ideas, el dolor y la madurez intelectual que resultan del ineludible paso del tiempo, la sensación de vivir, de crecer, el bosquejo de una sociedad que aprende a verse a sí misma y a expresar esa experiencia.
Hay en Echoes of Silence pasajes llenos de expresividad, de significados muy poderosos, de una humanidad amplia y rica en matices:
“You know”, he said one evening when the sunset was particularly beautiful, “sometimes I see myself as a tiny drop of water tossed this way and that in an endless shoreless sea. Through the sheer force of the sea’s movements, other droplets become attached to me. For a while we become bonded by the tide over which we have no control. We travel together. Then the tide forces us apart. New droplets take the place of the droplets washed away. We form new attachments, create new patterns. But we’re still running along willy-nilly, and the sea is always an anonymous, indifferent sea.
“It’s a sort of parable of life. Lives, dreams, ambitions, achievements, history itself, are not made. They just happen. The way they happen depends purely on the way this cosmic sea moves at any given moment. On the resulting conjunction of souls that accidentally bump into one another during this aimless drift.”(p. 266)
“Sabes”, me dijo un anochecer en el que la puesta de sol fue especialmente hermosa, “a veces me veo a mí mismo como una diminuta gota de agua arrojada de aquí para allá en un mar infinito, sin orillas. Debido a la magnitud de la fuerza de los movimientos del mar otras gotitas se acoplan a mí. Durante un tiempo quedamos unidos por culpa de la marea, sobre la cual no tenemos control alguno. Viajamos juntos. Entonces, la marea nos separa a la fuerza. Otras gotitas toman el lugar de las gotitas que se llevó la marea. Formamos nuevas conexiones, creamos nuevos paradigmas. Pero continuamos avanzado, lo queramos o no, y el mar es siempre un mar anónimo, indiferente.
Es una especie de parábola de la vida. Las vidas, los sueños, las ambiciones, los logros, la historia misma, no son cosas que se hagan. Simplemente, ocurren. El modo en que suceden depende sencillamente de cómo se mueva este mar cósmico en un momento dado. De la confluencia resultante de almas que fortuitamente tropiezan entre sí, en el transcurso de esta deriva sin sentido.”
Puede que la literatura sea una de las pocas cosas que nos ayude a darle un poco de sentido a esta deriva que aparentemente no tiene objeto alguno. Y si no nos lo da, al menos ayuda a sobrellevar el paso del tiempo. Echoes of Silence, con su estudiada estructura de novela detectivesca que abarca más de cuarenta años de historia familiar, ciertamente no defrauda.
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