Durante las cinco
semanas de un más o menos reciente viaje a Vietnam pude constatar que no hay
apenas personas obesas entre la población vietnamita; en cambio, en países como
Samoa el sobrepeso es un quebradero de cabeza para las autoridades sanitarias. La
situación de Vietnam (donde McDonald’s no tiene permiso para operar sus
restaurantes – solamente vi un KFC en Hanói y otro en Saigón) supone un patente
contraste con la de muchos países del (así llamado) mundo desarrollado, en los
que la obesidad se ha convertido en un gravísimo problema de salud pública.
Lionel Shriver
nos presenta en Big Brother una
interesante historia narrada en primera persona por una mujer de mediana edad,
Pandora. Casada con un divorciado (Fletcher) que tiene la custodia de sus dos
hijos (Tanner y Cody), en su casa de Iowa se presenta un tanto inesperadamente
su hermano Edison, a quien no ha visto en años. Al ir a recogerlo al
aeropuerto, Pandora no lo reconoce en un primer momento. Edison, pianista de
jazz de mediano prestigio en Nueva York, ha casi triplicado su peso desde la
última vez que Pandora lo vio.
La familia no
sabe muy bien cómo reaccionar ante el cambio que ha experimentado Edison.
Aparte del sonrojo que les produce, poco a poco la incomodidad que supone su
presencia en la casa da lugar a situaciones no solamente de azoramiento sino
también de enfrentamiento entre unos y otros. Lo que en un principio pensaban
que iba a ser una breve estancia se convierte en un periodo de dos meses.
Cuando finalmente llega el día de su partida, Pandora descubre que la gira
musical que Edison decía tener programada por España y Portugal es mentira.
Edison está en la bancarrota, no solo financiera y laboral sino también moral y
física.
Ante esa
situación, Pandora propone hacerse cargo de su hermano mayor (el título es un
juego de palabras, puesto que hace referencia tanto a la edad como al tamaño de
Edison) y ayudarle a perder peso hasta recuperar la figura que tenía cuatro
años antes. Para lograr ese objetivo, los dos hermanos se mudan a un
apartamento. No hace falta decir que a Fletcher la idea le parece descabellada,
y el proyecto irrealizable.
La novela se
divide en tres partes, tituladas ‘Up”, ‘Down’ y ‘Out’. La parte más larga es la
segunda, y en ella Pandora narra el largo proceso de pérdida de peso del
hermano obeso. Es también la historia del reencuentro con la persona que Edison
era antes de su depresión. Los dos se embarcan en un régimen por el cual
solamente consumen líquidos en los tres primeros meses. Shriver cuenta por boca
de Pandora ese largo año, con sus altibajos: el aburrimiento de las largas
horas sin comer, la frustración, los éxitos y los fracasos. El drama personal
de Pandora también se refleja en la novela, pues su relación con Fletcher se
resiente y está a punto de irse al garete.
Es casi normal
esperar un final feliz en una novela dirigida al público mainstream, el más convencional de los EE.UU. Y de hecho, eso es lo
que parece proponer Shriver cuando, tras haber logrado su objetivo, Edison y
Pandora lo celebran con una gran fiesta en la que Edison piensa hacerle cumplir
a Fletcher su promesa de comerse una tarta de chocolate si Edison pierde todo
el peso al cabo de doce meses. Pero la autora se ha guardado un as en la manga,
que se saca de repente y sin previo aviso en la última parte de la novela,
cuando la verdad sale a la luz.
La impresión con
la que uno se queda tras leer Big Brother
es que Shriver parece decirnos que la obesidad es síntoma de algo más amplio,
algo sumamente nocivo y lamentablemente muy extendido entre la ciudadanía no
solo de los EE.UU. sino del mundo occidental en general. ¿Qué es verdaderamente
el hambre? ¿Se trata de una insaciable ansiedad por llenar el buche con Big Macs y French fries? ¿Por qué hay padres que no asumen la responsabilidad
de una nutrición racional y saludable para sus hijos?
Big
Brother es
una interesante propuesta narrativa de la que destaco sus excelentes diálogos,
pulcramente trabajados. Shriver halla con soltura las voces de unos personajes
a los que parece conocer íntimamente; con eso y algunos episodios no por
verosímiles menos divertidos (el bloqueo del inodoro en la casa familiar de
Solomon Drive destaca especialmente) la novela deja un buen sabor de boca sin
llegar a deslumbrar.
No dudo que la novela será excelente en su escritura, como todas las de Shriver, en inglés, pero, en lo que llevo leído, NO HE LEIDO NUNCA UNA TRADUCCIÓN TAN PESIMA EN ANAGRAMA.
ResponderEliminarUna vergüenza, y una pena.
Por eso debe uno leer el original siempre que sea posible. Pero lo que apuntas, Anónimo, no es un hecho aislado. Los editores españoles se ríen del lector y le toman el pelo demasiadas veces al permitir que se publiquen verdaderos bodrios de traducciones.
EliminarEsa editorial y otras también de origen español, les importa un rábano si los demás hispanohablantes dominamos su jerga o lenguaje callejero. Resulta desesperante leer a esos traductores españoles que no se esmeran en buscar un sinónimo que sea entendido en toda América.
ResponderEliminarHola Gonzalo, y bienvenido al blog. La frustración que te causan algunas de esas traducciones es lógico sentirla, pero también te digo que puede llegar a ser harto difícil encontrar términos semánticamente neutros. Mezclar en una traducción opciones regionales diversas conduciría al desastre. Es un tema muy peliagudo, pero sí es verdad que la industria editorial peca en exceso de "peninsularidad". Este tipo de problemas a veces da lugar a pequeños cambios en las ediciones publicadas en los EE.UU./Inglaterra/Australia por parte de las editoriales en lengua inglesa.
EliminarSaludos.