Ricardo Steiner, La hora difícil (Lobos: Cien kilómetros, 2011). 82 páginas.
Esta brevísima
colección de cuentos del argentino Steiner parece quedarse en bien poco. Son tan
solo seis relatos, muy cortos todos ellos, pero se tratan de relatos intensos,
impregnados de una inquietante visión del mundo. En el que abre el librito y
que le da el título, Martín rememora las circunstancias vitales que rodearon su
relación con su amigo Orlando y el fatal resultado final de esa relación. Dice
Martín en el día en que entierran a Orlando: “Todas las horas son la misma
hora, menos hoy. Hoy es la hora difícil.” El relato termina con una entrada en
el diario de Martín (o una nota mental que se hace a sí mismo) en la que se
apremia a comprar una droga en la farmacia que disolverá en la comida de sus
hijos y esposa antes de abrir la manija del gas al máximo.
‘El
patíbulo’ es un brevísimo relato (tres páginas) en el que un condenado a muerte
confiesa sus terrores. No es el miedo a la muerte (simbolizado en el Muro
frente al cual los guardias del pelotón de fusilamiento realizan el Pase de los
penados) sino el terror a la condena, a la ausencia de posibilidades de evitar
el paso inexorable de un tiempo sin esperanza.
"El campo se extendía frente a nosotros sin miedo a perderse, la llanura desigual parecía cubrirlo todo.", de 'Las manos de un hombre' (p. 44-5). Fotografía de Mushii (2007) |
A este le
sigue ‘Las manos de un hombre’, que cuenta la historia de Tenorio, cuyas “manos
acusaban el doble de los años que el hombre llevaba encima” como consecuencia
de “una vida difícil”. La historia la narra el compañero de faenas de Tenorio
tras la muerte de éste: ambos habían partido a caballo cruzando el campo
abierto, el inmenso vacío de La Pampa, rumbo a una estancia donde debían
trabajar. Pero por alguna razón desconocida, al llegar al lugar donde debía estar
la estancia, el lugar se ha desvanecido. Desorientados y desesperados por la caída
de la noche, Tenorio y el narrador se separarán, con terribles resultados.
El cuarto relato
lleva por título ‘Donde el azar la olvidó’. Con un planteamiento estructural bastante
similar al anterior, el narrador nos avisa de que cuando sube al auto con su
amigo Cécil, tiene el presentimiento de que se van a matar. Esa idea queda
pronto contradicha por la noción de que su amigo sabe maniobrar con pericia. “La
idea de que nos matábamos se fue muriendo con los kilómetros; el día se iba muriendo
con los kilómetros; nosotros nos íbamos muriendo con lo [sic] kilómetros…” (p.
56). La predestinación es evidente: tras detenerse en una suerte de venta en
mitad de ninguna parte para comer algo, al salir del comedor se encuentran que
el auto ha desaparecido. Sorprendidos, deciden esperar al tren para regresar a
la ciudad. La narración regresa entonces a un punto anterior, al momento del
presentimiento y las dos ideas contradictorias que vuelven a coexistir.
Los dos
últimos cuentos de este volumen no ligan con los anteriores. ‘Ecuaciones’, el
último del libro, es una detallista disquisición en torno a las probabilidades
y las coincidencias. El que le precede, ‘Mi nombre, mi lugar’, sitúa a una
mujer en septiembre de 1939 en el puerto de Vigo, a bordo de un buque camino de
Buenos Aires, camino de una nueva vida, rumbo a la posibilidad de
reconstruirse.
Steiner no
esconde su inspiración ni sus espejos literarios: La hora difícil contiene en sus epígrafes citas de Rulfo, Cortázar,
Borges y Asturias, entre otros. La veleidad de la muerte, el misterio del azar
y los misterios cotidianos que con frecuencia nos laceran la vida irreparablemente
son los temas que preocupan a Steiner.
Mi
agradecimiento al ‘turco’ Anad por prestarme este librito.
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