Chimamanda Ngozi Adichie, Americanah (Londres: Fourth Estate, 2013). 477 páginas.
Vaya por delante que
en mi opinión, Americanah es, ante
todo, una novela de amor en cuya trama la autora ha insertado muchas
interesantes ideas. Por muy bueno que sea lo restante, lo que acompaña a la
historia de amor que la domina, no deja de ser una mera novela de amor. Aparte
del hecho de que los idilios de juventud ya no me atraen ni me interesan, puede
ser que la única otra pega que se le podría poner a la novela es su longitud – en
la primera parte, la trama entra y sale de una peluquería para mujeres
africanas y, a ratos, parece costarle arrancar.
Además, para mi
gusto, me decepciona el hecho de que la autora haya decidido explicitar un
desenlace (que para colmo, es feliz). Puede que Americanah me habría gustado todavía más si Adichie hubiera
concluido la historia unas cincuenta páginas antes, dejando a Ifemelu comprobando
que el hombre en el que cree haber reconocido a Obinze en Lagos no era su
exnovio.
Ifemelu emigra siendo
bastante joven a los Estados Unidos para poder terminar su educación, dado que
las huelgas del profesorado y los interminables problemas que aquejan a su país
no auguran un gran futuro. Son muchos los que lo intentan, y pocos a los que se
les concede el visado. Naturalmente, su llegada a la gran potencia del capitalismo
no es tan fácil como podría haber supuesto (a pesar de contar con la ayuda de
su tía Uju y alguna que otra amiga – la adaptación a un nuevo entorno con
diferentes costumbres y estructuras de poder nunca es fácil. Pero (y es en esto
en donde radica el aspecto más atractivo de Americanah)
Adichie dota a Ifemelu de grandes dotes de observación, y la protagonista se
dedica a diseccionar la sociedad americana desde la perspectiva de una mujer de
raza negra no americana.
Tras múltiples
intentos de encontrar trabajo y pasar algo de hambre y muchas otras carencias –
en una de esas propuestas de trabajo, que inicialmente rechaza, termina prostituyéndose,
lo que, naturalmente, la deja traumatizada – consigue un puesto cuidando de los
niños de una familia blanca muy acomodada. De ahí a ver cumplido su sueño
americano solo hay un paso (o más bien un salto).
El caso es que
abre un blog en el que escribe mordaces comentarios y observaciones, y lo que
comienza como un pasatiempo, al cabo de semanas y meses se convierte en un gran
éxito, lo cual le permite renunciar a su trabajo y ganar dinero. Este es un
recurso novedoso y valiente: la autora abre las páginas del libro a la
protagonista, y lo que leemos es la voz de ésta: sus experiencias, sus
críticas, su cáustica mirada. Ifemelu escribe en el blog para enfrentarse a sus
experiencias, reflexionar sobre ellas y poder extraer algo de sentido y dotarse
de una coherencia personal o quizás lo que se suele denominar en inglés peace of mind (como hacen tantos otros
blogueros, yo mismo entre ellos).
Si uno pasa por
alto los capítulos dedicados exclusivamente a introducirnos al idilio
adolescente de Ifemelu y Obinze en Nigeria, Americanah
es un excelente envite literario. Mención aparte merece la sección del libro
dedicada a contar las peripecias de Obinze en Inglaterra, de donde será
deportado tras ser arrestado minutos antes de que fuera a contraer un
matrimonio por dinero amañado por unos rufianes angoleños. Su historia como
emigrante en Inglaterra y la de Ifemelu en los EE.UU., además del contraste de
estas experiencias con las de la tía Uju y su hijo Dike, son las que otorgan vigor
y sustancia a esta novela.
Aidiche se cuida
mucho de idealizar Nigeria frente a la dureza que experimentan los emigrantes
en los países del Primer Mundo. Lagos (y por extensión, Nigeria) queda
caracterizada como un lugar no solamente corrupto sino abocado a que reine la hipocresía
y la dejadez moral por sobre todas las cosas. No hay paraísos en el planeta
Tierra.
Escrita con mucha
ironía, los dardos de Adiche se clavan en la condescendencia, los dobles raseros
morales y la falsedad que rige las relaciones sociales en todas partes. Es sin
embargo una lástima que la autora decidiera evidenciar su más que válido mensaje
con un sostén argumental tan romántico. Repito que ese aspecto a mí no me
convence.
Americanah la ha publicado Random House Mondadori en
castellano, en traducción de Carlos Milla Soler, quien por cierto tomó la extrañísima
decisión de traducir la palabra “reify” (que aparece entre comillas en la página
5 en la edición en inglés de Fourth Estate) como “reificar”. ¿Por qué inventarse
un palabro tan feo, cuando en castellano tenemos “cosificar”? Vaya usted a
saber… No me espetará ahora alguien que es una traducción “bizarra”, ¿verdad?
En fin, ya no nos debería sorprender nada, pero el caso es que no ganamos para
sustos.