Karen Joy Fowler, We Are All Completely Beside Ourselves (Nueva York: Plume, 2014). 310 páginas.
El creacionismo, por difícil que parezca, persiste y sigue ganando adeptos
entre los desinformados, algunos fundamentalistas cristianos y los rematadamente
tontos. Me dirás que en este mundo ha de haber de todo. Y respondería que no
necesariamente. Y, llegados a ese punto, añadiré que existe también, por cierto,
la posibilidad de que entre las tres categorías que anteceden no haya tantas
diferencias. Si esto te resultase ofensivo, entonces sería mejor dejar de leerme
y buscarte otro blog que te sea más aceptable. Y por supuesto, evita a toda
costa esta novela de la estadounidense Fowler.
Rosemary estudia en la Universidad de California en Davis. Ella es la
divertida narradora de esta historia, que ella decide comenzar en el medio, in medias res. Es 1996 y está almorzando
en la cantina de la universidad cuando una joven en la mesa contigua provoca un
incidente (la escena es hilarante, de verdad). Como suele ocurrir, Rosemary se
halla en el lugar equivocado en el momento equivocado. ¿Consecuencia? La
arrestan, junto a la joven revoltosa, y termina compartiendo con ella una celda
policial. Harlow, la simpática rebelde, terminará por hacerse amiga suya. A Rosemary,
nos cuenta ella misma, le cuesta horrores hacer amistades; viene de una situación
familiar harto difícil. En su niñez perdió tanto a su hermana mayor, Fern, como
a su hermano, también mayor que ella, Lowell. Mantiene un contacto escueto con
sus padres, y comparte piso con Todd, con quien más o menos se lleva
medianamente bien.
Sería fácil obviar el hecho de que bien pronto la narración nos revela el
dato más importante de la niñez de Rosemary, pero no es posible. Fern no es una hermana “normal”.
En realidad, es una chimpancé, de casi su misma edad, y a la que sus padres (el
padre de Rosemary es científico) decidieron incluir en la familia a modo de
experimento. Las dos crecieron juntas, se volvieron inseparables. También
Lowell creció considerando a Fern una hermana, un miembro más de su familia.
Potser escriu millor que jo! |
El caso es que cuando Rosemary tenía cinco años, algo sucedió y Fern fue apartada de la unidad familiar. Nunca más volvieron a verla. Rosemary nos da a entender que toda la familia sufrió una experiencia traumática: Lowell huye de casa, y con el paso del tiempo se convierte en luchador anónimo del Frente de Liberación Animal (y objetivo caliente del FBI), su padre cae en el alcoholismo, y su madre cae en una fuerte depresión de la que le llevará años recuperarse.
Puede que este dato no sea muy significativo, pero lo apunto. La lengua
inglesa distingue entre lo relativo al ser humano (‘human’) y lo que caracteriza
las cualidades de ternura, gentileza o compasión de ese ser humano (‘humane’). Quizás
el hecho de que la lengua haya requerido separar los dos sentidos sea sumamente
indicativo de algo que dejo en el aire. Que cada uno saque sus propias
conclusiones.
Dejando de lado la alocada trama de We
Are All Completely Beside Ourselves, los temas que trata el libro son muy
actuales e importantes. Por un lado, el inhumano trato que infligimos a los
animales no humanos (y no me refiero solamente, por poner un ejemplo palmario y
cercano, a esa salvajada que algunos defienden como arte y que jalean desde los
tendidos). La deforestación, la sobrepesca, la acidificación de los océanos, la
producción a escala industrial de alimentos cárnicos – todos somos, en mayor o
menor medida, cómplices y verdugos.
Por otro lado, los sentimientos de pérdida y abandono que supone, para una niña
de cinco años, su separación repentina de un ser con la que ha compartido todo.
Fowler combina con destreza el tono jocoso e irónico con el que Rosemary narra
sus peripecias con Harlow en Davis y el tono reflexivo y meditativo para tratar
la herida y el sentimiento de culpa que, muchos años después, siguen sin
cicatrizar.
Fowler retrocede en el tiempo y nos lleva hacia el presente a su capricho.
La estructura de la novela se resiente a veces por ello, pero los estropicios,
si es que los hay, son mínimos, a excepción de la parte final, con un desenlace un tanto deslavazado.
Pese a ello, We Are All Completely Beside Ourselves sorprende y agrada. Uno de
sus puntos fuertes es la voz narradora de Rosemary, muy crítica consigo misma, y que no deja títere con cabeza. Sus dardos son certeros, y deberían – ojalá
fuera así – hacer impacto: “Tantos problemas, por infinitamente variados que
parezcan ser en un principio, resultan ser cuestión de dinero. No puedo ni
empezar a explicarte lo ofensivo que eso me parece. El valor del dinero es una
estafa perpetrada por los que lo tienen contra los que no lo tienen; es el
Traje Nuevo del Emperador en una escala global. Si los chimpancés usasen el
dinero y nosotros no, no lo admiraríamos. Lo encontraríamos irracional y
primitivo. Ilusorio. ¿Por qué el oro? Los chimpancés emplean la carne para sus
trueques. El valor de la carne es evidente por sí mismo.” (p. 228, mi traducción)