Lucho Zúñiga, Cuatro páginas en blanco (Lima: Paracaídas editores, 2011). 129 páginas.
¿Qué es exactamente
leer? Esa es la reflexión que parece querer plantearnos Zúñiga, con su recreación
de un autor ficticio, Federico
Alzubide, quien, en el año 1925, habría logrado la publicación de un relato
inexistente titulado (sorpresa, sorpresa) Cuatro
páginas en blanco. Zúñiga, naturalmente, incluye el relato de Alzubide en
este volumen de microcuentos como primera parte de la colección.
Traté de leerlo,
y si bien el enormemente creativo vacío que propone Alzubide no me pasó desapercibido,
no conseguí dilucidar su sentido. Al fin y al cabo, el relato de Alzubide es un
texto de muy libre interpretación.
La segunda parte lleva
por título ‘Dossier Federico Alzubide’. Esta parte contiene dos relatos, ‘El
regreso de Federico Alzubide’ y ‘El viaje’. En el primero, el narrador nos
sugiere que el relato vacío de Alzubide redactado sobre cuatro páginas en
blanco es un “texto – si podemos decir que estamos frente a un ‘texto’ es
porque existen elementos como: emisor (Alzubide), receptor (el lector),
plurisignificación (multitud de significados de acuerdo a la época y lectores),
una intención (el vacío del relato busca un efecto en el lector), entre otros”
(p. 13) Todo es naturalmente debatible: no me cabe duda alguna del efecto que
provocan cuatro páginas en blanco en un lector que probablemente esperaría encontrar
otra cosa.
‘El viaje’ está
narrado por el sobrino de Alzubide. En él cuenta cómo Alzubide ha muerto y sus
cenizas han sido esparcidas en el lago de Chapala, en Jalisco. El sobrino es el
heredero de un disquete que contiene cerca de mil microcuentos del oscuro
autor. Una selección de esos microcuentos constituye la tercera parte, que
lleva por título ‘Clarividencias’.
Rest in peace, Alzubide. Lago de Chapala, Jalisco. Fotografía de OHFM |
La última parte
del libro se titula ‘Cuarto deseo’, que vendría a ser la última voluntad del
inefable Alzubide, y que en forma de sobre cerrado que solamente debe abrir el
sobrino tras la lectura de ‘Clarividencias’.
Como artificio
literario, la estrategia de Zúñiga es tan creativa como osada. No soy muy dado
a la lectura de microcuentos, he de admitirlo. Como entretenimiento, este
volumen tiene sus destellos. Algunos de los brevísimos relatos tienen
ciertamente originalidad y establecen un juego de espejos sobre la base de las múltiples
paradojas de la ficción literaria. Otros son pequeños homenajes a grandes
autores del relato breve del siglo XX, como Cortázar, Borges, Monterroso, Kafka,
o a grandes obras de la literatura universal, como Las mil y una noches o Don
Quijote de la Mancha.
Pero no todos los
microcuentos logran sostener un alto nivel. Algunos flojean, lo cual va en
detrimento de la intención de Zúñiga y menoscaba el conjunto. Por ejemplo, ‘Un fanático
de Hitchcock’: “Echados en la cama del motel, ella está esperando que él le
pregunte: «¿Quieres ser mi novia?». Pero él está muy ocupado, pensando en la
escena de la ducha.” (p. 80).
Una buena presentación
en rústica por parte de la casa Paracaídas Editores. Es una lástima que haya
varias erratas de bulto, algunas por duplicado, lo cual apunta a que se trata
de algo más que simple gazapos: “>¿Desea que busqué [sic] más datos? (S/N)”
(p. 62, repetido en p. 63) Un libro entretenido, sin más.