14 ago 2011

If music be the food of ...

Ricardo y John deleitaron al público tocando juntos una hermosa pieza que, por lo que me dijeron unas horas antes, apenas les había dado tiempo a ensayarla


El pasado viernes recibí en la oficina la visita por sorpresa de un amigo de Melbourne, el profesor John Griffiths, quien vino en compañía del afamado guitarrista Ricardo Gallén. Fue una agradable sorpresa, y pudimos charlar un rato antes de que se fueran a buscar el almuerzo (algo tardío) y a ensayar.

Sabía que John estaba en Canberra porque ya tenía en mis manos la invitación de la Embajada española, pero no me esperaba verlos aparecer por la oficina. Bromeamos un poco sobre los excesos que suelen cometer los músicos mientras están de gira, y fue un gran placer conocer a Ricardo, un andaluz universal y un músico excepcional.

Es la primera vez que escucho la música de Bach interpretada en la guitarra clásica. Y lo único que se me ocurre decir es que fue una absoluta maravilla. No solamente la suite de Bach, sino todo el concierto.

John Griffiths interpretó en la vihuela, el instrumento al que ha consagrado su impresionante vida académica, obras del Maestro Luis Milán, un músico valenciano del siglo XVI nacido en Masalavés, obras para laúd del italiano Spinacino y unas cuantas otras piezas de Luis de Narváez.

Por su parte, Ricardo Gallén nos deleitó primero con una Fantasía de Legnani, seguida de otras piezas cortas de Giulani, para terminar con la suite en mi menor BWV 996 de Johann Sebastian Bach.

La música alimenta el espíritu: pero festines como éste se dan en muy raras ocasiones. Toda una gozada.



Ricardo Gallén

9 ago 2011

Después de Lalomanu



La revista Hermano Cerdo publica esta semana un breve ensayo que comencé a escribir ahora hace unos cuantos meses, y que finalmente, tras barajar varias opciones imposibles, he titulado ‘Después de Lalomanu’. En él quise hacer una reflexión pública sobre ese silencio al que se enfrentan las personas, a la falta de respuestas, tanto propias como externas, no solamente ante la pérdida de un ser querido sino también tras una experiencia traumática, como fue mi caso.





Quiero expresar mi agradecimiento a René López Villamar, uno de los editores de la revista, por sus valiosas sugerencias y consejos, que me permitieron elaborar la versión definitiva del ensayo. Gracias asimismo a Anthea Wykes por las fotos de la playa de Lalomanu, que tomó en octubre de 2009. Y gracias también, por último, a Joan Margarit, poeta catalán con quien he tenido el privilegio de mantener correspondencia, por la inspiración que me proporcionaron estos dos versos de su poema ‘L’origen de la tragèdia’, perteneciente al libro No era lluny ni difícil, que reseñé en su día:

Viure, al cap i a la fi, és buscar consol.
Buscar-ho en el dolor de les paraules.

Life is ultimately a quest for consolation.
We search for comfort in the hurt of words.

Mientras siga vivo, cosa que muchos días hago por pura inercia, a mí me faltará el consuelo; en algún rincón recóndito, profundo, de nuestro ser tienen que estar esas palabras; aunque nos duela, debemos hacer el esfuerzo de encontrarlas. No hacer ese esfuerzo nos rebaja como humanos.

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