23 nov 2013

Reseña: Map of the Invisible World, de Tash Aw

Tash Aw, Map of the Invisible World (Londres: Fourth Estate, 2009). 342 páginas.

Las primeras páginas de Map of the Invisible World podrían hacer pensar al lector que se halla ante una Romansbildung con un cierto vuelco de suspense, en un entorno político de represión militar. El lugar es una isla indonesia, y el protagonista es un chico de 16 años, Adam, quien, oculto entre la maleza, observa cómo los soldados se llevan a empellones a su padre. La época en la que se sitúa la historia es 1964, años después de la independencia, cuya proclamación se produjo en 1945, dos días después de la rendición de Japón, el 15 de agosto. La Proklamasi fue seguida no obstante de una cruenta lucha entre los independentistas revolucionarios y las tropas neerlandesas y pro-coloniales. Finalmente, la independencia fue reconocida en 1949.

Adam es el hijo adoptivo del pintor Karl de Willigen, indonesio de origen neerlandés. Cuando los soldados se llevan a su padre en el curso de una redada contra los revolucionarios comunistas, Adam decide acudir a buscarlo a la capital del país, Yakarta, y se presenta en la casa de una americana afincada en Indonesia, Margaret, quien conoce a Karl desde muchos años antes. Profesora universitaria y perfecta conocedora de la lengua y la cultura locales, Margaret vive sola. No tiene hijos, pero al ver a Adam siente una especie de responsabilidad maternal por el chico. Además, quiere encontrar a Karl, de quien posiblemente estuvo alguna vez enamorada.
El típico becak con el que se trasladan los personajes por Yakarta
La Yakarta que nos describe Aw es una ciudad que comienza a convertirse en un gran centro metropolitano, pero los problemas inherentes a una gran ciudad asiática (tráfico, polución, hacinamiento, etc.) no son todavía tan grandes como a finales del siglo XX o en la actualidad.
Yakarta, años 50
Hay no obstante otro hilo argumental: Adam tiene un hermano mayor llamado Johan, a quien adoptó una familia malasia. Adam quisiera también encontrar a su hermano, y cuando conoce a Din, estudiante de posgrado en el departamento de Margaret, un joven algo taciturno y poco transparente en cuanto a sus ideas políticas, acepta su invitación de ayudarle a encontrar a su hermano y también a encontrarse a sí mismo. Pero Din tiene otros designios, y en realidad está reclutando a Adam para llevar a cabo acciones violentas contra el régimen de Sukarno, el héroe de la independencia y primer Presidente de la República.
Presidente Sukarno: "...se había encontrado cara a cara con el gran hombre, vistiendo su inmaculado uniforme, una corbata oscura, sus medallas y el tradicional topi negro. Era más bajo de lo que ella suponía, pero ello no disminuía el ostensible encanto que destilaba. Era contundente sin resultar forzado, convincente en cada uno de sus mínimos gestos, y su lenguaje no verbal era sencillo..." (p. 286)
Map of the Invisible World tendría pues en un principio todos los ingredientes para contar una gran historia que atrapara al lector, despertando su interés para llevarlo, si no en ascuas, al menos conquistado por la calidad de la trama y su escritura hasta el final. Pero lo cierto es que Tash Aw no consigue mantener esa necesaria tensión narrativa a lo largo de toda la novela. Buena parte del desacierto se debe, a mi parecer, al hecho de que el autor intercala largos episodios del pasado de Margaret u otros, algo más breves, de la estancia de Adam y Johan en el orfelinato. Si a eso se añaden los desvíos hacia elementos de intriga política y diplomática (que en nada se asemejan al impasse actual entre Canberra y Yakarta a cuenta del espionaje), los altibajos narrativos son llamativos y alargan los capítulos innecesariamente.
"La caza", de Raden Saleh. 1846
Uno de esas derivas argumentales gira en torno a la propuesta que un extraño operativo de la CIA, Bill Schneider, le hace a Margaret. Le pide que acuda al palacio presidencial y, haciendo uso de sus destrezas lingüísticas, trate de convencer a Sukarno para que acepte dos regalos, dos cuadros del pintor indonesio Raden Saleh, en un momento en que los estadounidenses han caído muy bajo en la estima de los dirigentes del país asiático. Aw parece decirnos que, pese al fracaso de su misión, Margaret consigue su objetivo personal, pues al poco tiempo Karl de Willigen es encontrado, y se produce su reunión con Adam.
Raden Saleh, "Autorretrato". 1845
La prosa elegante de Tash Aw salva en gran medida esta novela. Sin sus excelentes descripciones, Map of the Invisible World habría posiblemente naufragado. Con un final más o menos abierto, algunas de las interrogantes que Aw plantea al inicio no quedan resueltas en modo alguno, y por eso la novela padece algo de indefinición.

17 nov 2013

Birdie


I should give you a name. But now it’s too late. I've been seeing you, happily jumping with the other three birds (your family!) across the lawn since the first few warmish mornings announced the end of winter, and then hurriedly flying low to hide beneath the box hedge. Even yesterday I spotted you partaking of one of my strawberries with your mum or dad; you seemed to enjoy the sunny afternoons and the comfortable carpet of green that I will soon need to mow once again.

It was too late, very early this morning, when I saw you under his paws and I cried out in vain and banged my knuckles on the window. I was horrified, and I instantly knew it was too late. I found you on the lawn, motionless, your wings an awkward shape, a smudge of brown on the otherwise lush surface you liked to strut on while I would be watching from my window.

I hated the cat for taking your life away, but that’s a fleeting feeling, really. I curse the cat’s owner for letting his pet roam their neighbours’ gardens at night, knowing only too well what sort of hideous acts the tabby gets up to during their periods of ‘freedom’.

What freedom? Their freedom to kill native fauna? Their freedom to shit in my garden and leave a stench that will last for days? That's no freedom.

But it’s not the cat’s fault, I have to keep telling myself. He’s just doing what his nature tells him to do: to hunt. Kitty’s not to blame, really. The stupid, selfish cat owner who allows the animal to roam and hunt at night time is the one who should be ashamed. Conservative figures supplied by Australian Wildlife Conservancy say that about 75 million native animals might be being killed by domestic and feral cats every day. The figures are simply staggering, absolutely appalling. We need to stop this madness. We need to do something to protect our defenceless native fauna from the brainless, self-interested cat owners who are sentencing so many animals to death because THEY CANNOT GIVE A STUFF about what their exotic pets do to birds like the one in the photograph.

I should give you a name, birdie. But it’s too late. Too late. I'll miss watching your little leaps across the lawn from my study window, an ever-welcome distraction whenever I did not want to think too hard.

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