8 ago 2015

Reseña: The Silent History, de Eli Horowitz, Matthew Derby y Kevin Moffett

Eli Horowitz, Matthew Derby y Kevin Moffett. The Silent History (Nueva York: Farrar, Strauss & Giroux, 2014). 513 páginas.

La primera noticia que tuve de la existencia de este libro me vino a través de un artículo de Camilla Nelson que traduje para la revista Hermano Cerdo en junio de este año, 2015, el cual lleva por título ‘Puede que los bytes se carguen a los libros, pero no matarán a la novela’, que puedes leer aquí (o la versión original en inglés publicada en The Conversation, aquí). Lo que me llamó inmediatamente la atención de esta novela fue su concepción, sobre la que Nelson explicaba que “en un principio fue elaborada como una aplicación. Las secciones escritas del texto –denominadas ‘Testimonios’ – que contienen la trayectoria principal de la historia, fueron cargadas de manera secuencial, junto con una variedad de elementos de medios diversos, entre los que se encuentran video y fotografías.” La autora y académica australiana reivindicaba que el futuro de la novela digital (la construcción de The Silent History fue de índole totalmente digital) podría muy bien ser una evolución de lo que representa este proyecto de Horowitz, Derby y Moffett.

El argumento parte de una hipótesis poco plausible pero de igual modo verosímil: ¿Y si los seres humanos perdiéramos, por el motivo que sea, la capacidad de hablar? La novela, narrada desde el futuro, cuenta que en algún momento de esta década en la que nos encontramos comenzaron a nacer niños cuyos cerebros sufrían algún trastorno inexplicable que los privaba de la facultad para entender, adquirir y elaborar lenguajes naturales.

Naturalmente, los primeros en padecer las consecuencias colaterales de esta terrible epidemia son los padres de esos niños. Los testimonios de los padres, en especial el de Theodore Greene, es conmovedor. La comunidad científica tratará de encontrar una solución (que resultará ser nada más que un parche: un implante llamado Soul Amp que permite a los silentes acceder a un extensísimo corpus de palabras). Para cuando llega, prácticamente muchos años después de los primeros casos, los silentes están siendo sometidos a segregación, aislamiento o son objeto de la indiferencia del resto de la población. ¿Te suena a algo similar que se produce de forma recurrente cada vez que surge una enfermedad nueva o rebrota alguna de las ya conocidas?

La narración se centra por lo tanto en unos cuantos personajes, a los que seguimos a través de los años. El hecho de que las autoridades decreten la obligatoriedad de fijar el implante en todos los silentes dará lugar a movimientos de rechazo frontal o de abierta rebeldía.


Una imagen de la aplicación original de The Silent History

The Silent History, en tanto que fue creado en forma de textos subidos periódicamente por medio de una app, refleja muy claramente sus orígenes. Los capítulos son todos de una longitud muy similar, escritos de una manera bastante uniforme, pero consiguen pese a todo mantener el interés y la curiosidad del lector. Uno de los episodios más inquietantes cuenta una reunión masiva de jóvenes silentes en la playa de Coney Island en Nueva York. ¿Cómo han conseguido convocarse unos a otros y por qué? Las autoridades parecen desbordadas y la sensación de amenaza latente contrasta con el impactante silencio de una multitudinaria fiesta de jóvenes en una playa.

La idea que subyace en la narrativa es que el método de comunicación de los silentes, que se realiza a través de un sistema de expresiones faciales muy leves, es en cierto modo superior al lenguaje natural de las palabras. Lo cual tiene su encanto, sin duda. En más de una ocasión he creído observar que, con la inclusión del lenguaje natural en los lenguajes artificiales que predominan en las tecnologías de la información y comunicación tan velozmente desarrolladas en este siglo XXI, las palabras han perdido su sentido, y por ende su valor. Si ponemos por caso el (ab)uso de términos como “friend” o de “like” en las llamadas redes sociales como Facebook.

Con la inclusión de un prólogo escrito en 20144, posterior al grueso de la historia, los autores aciertan plenamente. Este prólogo, narrado por un personaje que no vuelve a aparecer en toda la historia, plantea los interrogantes que dan lugar al desarrollo de una historia en su mayor parte entretenida, y a ratos (algunos pocos) fascinante:
“Cada día estamos aprendiendo más acerca de esta extraña afección, y cada día surgen más preguntas – preguntas que están, en sí mismas, limitadas por el lenguaje, una cámara sellada tan herméticamente que ni siquiera podemos imaginar una experiencia más allá de sus muros.
Pero naturalmente, es esa experiencia la que nos espera a todos. Está en el interior de nuestros hermanos y hermanas, en hijas, hijos y amantes. Este documento no presupone nada acerca del futuro; es estrictamente un archivo del pasado, de cómo éramos antes, y cómo hemos llegado hasta aquí. ¿Son las palabras nuestra creación, o nos crearon las palabras a nosotros? ¿Y quiénes somos nosotros en un mundo sin ellas? ¿Hay campos más silvestres, más verdes más allá de los límites del lenguaje, allí donde deambulamos los que ahora guardamos silencio? Cada uno de nosotros debe encontrar su propio camino a través de estas preguntas. Después de todo, entramos y salimos del mundo en silencio, y todo lo demás es sencillamente un modo de caminar por esa travesía intermedia.” (p. 9, mi traducción)

Hace poco, en una conversación con un buen amigo argentino en Melbourne, confesábamos ambos la desconfianza que en buena medida nos producen las palabras en esta época de hiperconectividad comunicacional. La cháchara no nos aporta nada, es mero ruido, pero no por ello habremos de renunciar a la literatura, la más hermosa expresión que pueden lograr las palabras.

15 de agosto de 2015. El libro lo ha publicado Seix Barral en castellano bajo el título de La historia silenciosa en traducción de Ramón Buenaventura.

31 jul 2015

Reseña: Reality Hunger, A Manifesto, de David Shields

David Shields, Reality Hunger: A Manifesto (Camberwell: Penguin, 2010). 213 páginas.

En el párrafo 239 de su libro, David Shields expone sus dudas de que él sea “la única persona a la que le parezca cada vez más difícil querer leer o escribir novelas.” (p. 81, mi traducción). Puede que sea cierto, que no esté solo, pero a mí no me cabe ninguna duda de que probablemente sean muchos más los que quieren seguir leyendo (si no escribiendo) obras de ficción.

Un libro a ratos absurdo y contradictorio y a ratos provocador y sugestivo, este mal llamado manifiesto abunda en la (ya repetida hasta la saciedad) inminente muerte de la novela como género literario. Aduce Shields que el público tiene hambre de realidad. Personalmente, la ficción es el género que prefiero leer casi de continuo, para poder evadirme de la realidad – mi realidad, que nunca será la realidad de David Shields o de ningún otro ser humano. No niego que haya muchos a quienes se les despierte el ansia de consumir eso que convenimos en llamar realidad. Como apunta Shields, (muy acertadamente, por cierto), eso que llamamos realidad (esto es, los hechos) y que se aloja en nuestra memoria no deja de estar extremadamente mediada (está harto expuesta a la ficción que solemos construir en nuestra mente de lo que meramente percibimos como hechos).

Uno de los problemas de este libro es su estructura. Por mucho que Shields agrupe las citas, paráfrasis, digresiones y reflexiones en capítulos (ordenados según las letras del abecedario de la lengua inglesa – en la versión en castellano no existe el capítulo ñ, claro), el conjunto es más bien caótico y dista mucho de poder capturar la atención del lector de manera sostenida. Dicho de otra manera, los árboles no te dejan ver el bosque.

Mucho más interés y validez tienen para mí sus observaciones sobre la necesidad de mezclar, fundir,  aunar, fusionar (añade tú otros sinónimos que te parezcan apropiados) ficción y no ficción: eliminar los límites que demarcan una cosa de la otra producirá a largo plazo obras literarias que merezca la pena leer. En mi opinión, no es que la ficción imaginativa haya menguado, sino que se publica demasiada ficción imaginativa de poca o nula calidad. Es lógico que el género se resienta.

El otro tema que trata Shields y que suscita mi interés es la cuestión del plagio y la propiedad intelectual de los textos. Más de la mitad de su libro se compone de palabras que han escrito o dicho otros, quienes a su vez probablemente se inspiraron (el origen de esta palabra quizás ilumine algo a este respecto) en las obras de los que le precedieron. ¿Quién es dueño de las palabras?, dice Shields. Todos y nadie. Las nuevas tecnologías amenazan con el derrumbe de un sistema establecido desde hace siglos: sería bueno que el desenlace de las tensiones actuales fuera cumplir con el ideal democrático de la libertad.

Para que no haya malentendidos: no me refiero a la libertad de pasarse copias digitales de un usuario a otro, sino a la libertad para que un escritor pueda utilizar los textos de un escritor que le precedió en la historia para rescribir y recrear. (Y si hay que pagarle unos pocos pesos a alguien o a la viuda de alguien, se hace y en paz, pero todo en su justa medida. Nada de abusar de la juventud, por favor, que ya padecen lo suyo.)

Una de las citas que incluye Shields me ha dejado un tanto aturdido. En el párrafo 242 dice (citando, según parece, a Andrew O’Hehir): “Our culture is obsessed with real events because we experience hardly any” [Nuestra cultura está obsesionada con los hechos reales porque prácticamente no experimentamos ninguno, p. 82] ¡Quia! Shields habría hecho bien en aplicarse el detector de bobadas que menciona en la página 46, y que en su opinión tiene que ser el don fundamental de un buen escritor.

Reality Hunger: A Manifesto lo ha traducido Martín Schifino (Hambre de realidad: un manifiesto) para Círculo de Tiza (2015).

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