13 ene 2019

Reseña: Loose: A Wild History, de Ouyang Yu

Ouyang Yu, Loose: A Wild History (Adelaida: Wakefield Press, 2011). 413 páginas.
Desde el comienzo de este libro, Ouyang Yu declara que su táctica va a ser la de mezclar ficción y no ficción, aunando elementos autobiográficos con creaciones imaginativas (¿o acaso sería más exacto decir “imaginaciones creativas”?), posicionándose (y posicionándonos por tanto a sus lectores) mayormente en dos tiempos y lugares: por un lado, China, finales del año 1999; por el otro, Melbourne, invierno del año 2001. Ya en la primera página nos avisa de que “[l]a ficción no es nada, sino una realización de la realidad imaginada. Es más cierta que, o tan cierta como, la realidad” (p. 2, mi traducción).

Desde esa premisa inicial, Loose únicamente puede leerse como un juego, que resulta ser tan divertido como serio. Por ejemplo, en la página 268, dirigiéndose al lector, te dice: “Comprendo vuestra frustración con mi obsesión por las fechas, mi intento deliberado por trastocar el flujo natural de la narración, el intrusismo de los hechos, la mezcla del pasado y el presente, la realidad imaginada y la realidad real, el uso de la transliteración y la traducción de vocablos chinos, la demora en contaros ciertos detalles privados obvios y la retención de información, tanto la valiosa como la que no lo es. Todo ello puede por supuesto interpretarse como una incapacidad por mi parte para contar una historia fácil y absorbente. Puede que tengáis razón, mis Queridos Lectores, pero por favor, venid conmigo, venid conmigo si queréis. No es divertido, os oigo decir. Pues bueno, vámonos juntos al infierno.”

En un principio, Yu se inserta en el libro como protagonista de una autobiografía ficcional, aportando entradas de su diario durante una visita a China entrelazadas con comentarios en Melbourne. El orden cronológico puede parecer caótico (pese a la confesada obsesión del narrador por las fechas); pero todo tiene su razón de ser, diría yo tras su lectura.

Igual que el inmigrante vive en dos mundos sin terminar de encajar adecuadamente en ninguno de ellos, la narración de Loose avanza en dos tiempos más o menos paralelos sin que la historia que cuenta se asiente de manera decidida. Tanto es así que hacia el final del libro el narrador de desdobla, e incluso recluta a uno de los protagonistas de una novela anterior del mismo autor en el rol de editor/autor. Es por tanto un juego de espejos metaliterarios, que le permiten a Ouyang Yu ofrecerle al lector una mirada amplia y franca de qué entraña la experiencia de ser un autor ignorado y marginado en dos escenarios literarios distintos: el de la literatura australiana y el de la china.

Al estar ideado como un diario, los temas que trata Loose son tan variados como el itinerario físico, temporal o emocional que recorre el narrador. Todo bastante alocado, si se quiere. Pero uno, si presta atención al leer, se queda con ciertos datos o detalles, muy jugosos todos ellos. Por ejemplo, esta reflexión sobre el concepto de progreso en Occidente, que a bordo de un avión te costaría quedarte en tierra: “…lo que el progreso significa en Occidente [es] esa urgencia por cancelar a los seres humanos reemplazándolos con máquinas. Enciendes el contestador automático en lugar de contestar directamente. Dejas mensajes de voz que le dicen a la gente que pulse 1 o 2 o la tecla almohadilla o lo que sea para que nadie tenga que hablar con nadie. De modo que tengas tiempo para tumbarte a tomar el sol en la playa como un fiambre porque crees que eres progresista y estás cansado y eres jodidamente aburrido. Es contra este progreso que debemos luchar. El Occidente como noción debe ser exterminado porque resulta pernicioso para la existencia humana.” (p. 168, mi traducción)

Yu reparte sopapos a diestro y siniestro. En el caso de Australia, el apego a la tradición, el inmovilismo y la mojigatería. Escribe Yu: “…cada vez que alguien habla de China, él o ella mencionará la ‘tradición’ y la ‘censura’. Estas dos cosas nunca parecen asociarse con Australia, mientras que, cuanto más tiempo vivas en Australia, más tradicional y censora te resultará ser. Creo que esto tiene que ver con la autopublicidad. La razón por la que Australia no es conocida por su lentitud, su conservadurismo, su mal funcionamiento, su temor a todo lo nuevo y vanguardista, su fuerte aversión a y sospecha de la invención y la innovación, especialmente de otras culturas que considera menos importantes que la suya, es que puede permitirse el lujo de pintar un hermoso retrato de sí misma en el extranjero, gastándose millones de dólares en campañas de autopromoción y autopublicidad, como ‘Inventive Australia’ y ‘Shrimp on the Barbie.’ Gambas, como las meigas, haberlas, haylas, ¡pero nada shakesperiano hay en ese libro!” (p. 180, mi traducción)
“Hoy la mujer de O hizo una observación, desde la mesa del comedor, junto a la cristalera de la cocina, cuando dijo: ‘Hace tanto calor que hasta las moscas se han muerto. ¡Mira esas bien gorditas ahí afuera!’ O no las vio, puesto que estaba sorbiendo la sopa, pero eso le recordó un verso de un poema de Mao Zedong: dongsi cangying weizuqi (No me sorprendería si todas las moscas se hubiesen muerto heladas de frío). En aquella época, se interpretó que las moscas del verso eran una referencia a los revisionistas soviéticos y los imperialistas americanos, pero resultó divertido comparar las moscas congeladas hasta la muerte en China con las moscas de la mujer de O, muriéndose de calor en Australia.” (p. 349-350, mi traducción) 
Algunas de las observaciones más acertadas del narrador se refieren a la notable dificultad que enfrentan escritores como él para conseguir que se les publique y por tanto se les lea. Para poder sobrevivir en este mundo, durante años Ouyang Yu ha trabajado como intérprete y traductor en Melbourne, y recoge algunas de sus experiencias en el libro.

Pero sin duda alguna, es la referencia a su hermano, Ming, lo que aporta la marca imborrable y más significativa. Por ser miembro de Falun Gong, Ming fue encarcelado por el gobierno chino, y murió en 2003 a causa de las torturas sufridas en prisión. Loose es el resultado de una escritura brutalmente honesta y salvaje, que contrapone la vida en China y la vida en Australia desde el punto de vista de un escritor necesariamente híbrido e inconformista, que se niega a comercializar y pulir su escritura por el mero hecho de que así lo exija el mercado. Fuck the market indeed.

23 dic 2018

Reseña: La línea en medio del cielo, de Francisco Ángeles

Francisco Ángeles, La línea en medio del cielo (Lima: Revuelta, 2008). 88 páginas.

Durante mi corta estancia en Lima hace ahora dos años y medio, entré una mañana en la librería El Virrey y pregunté por algún autor local joven, prometedor y algo contestatario. Los dependientes no estaban seguros de qué ofrecerme, pero finalmente me sugirieron este librito del limeño Francisco Ángeles, de quien nunca había oído hablar.

La línea en medio del cielo no es una novela al uso. No alcanza ni siquiera las 100 páginas, adolece de muchos problemas estructurales y, en mi opinión, fracasa como narración. Tras un brillante comienzo, en el cual el narrador da cuenta del hallazgo de un grupo de ocho cadáveres desnudos en la habitación de un hotel, la narración se desdibuja, la trama se desmorona. El resultado final es algo decepcionante.

Los ocho (cinco hombres y tres mujeres) han muerto “trenzados unos con otros como lombrices de tierra.” Todos presentan cortes en ambas muñecas y “por la posición en que se encontraron … no fue posible asegurar que [la] actividad [sexual] hubiese sido suspendida después de efectuados los cortes”. Pero este episodio no vuelve a reaparecer hasta el final, y dentro de un contexto de fabulación de historias subversivas contra el sistema político.

La verdadera trama gira en torno a la relación entre Ignat, un joven funcionario/fotógrafo/escritor, y Virginia. Son varias las líneas narrativas que se entrecruzan, pero lo hacen de manera tan confusa, tan poco ordenada, que fuerzan al lector a releer para tratar de otorgarle sentido a las palabras. El problema principal es que, pese a ponerle mucho empeño, Ángeles no consigue estructurar la historia de una manera que resulte coherente ni convincente.

Por lo demás, se trata de una edición muy poco cuidada. Por poner un ejemplo que me resultó muy llamativo, en la página 31 uno puede leer al principio: “Ignat encontró a Virginia con la luz apagada y un pequeño radio portátil en la mano.” Nueve líneas más abajo ese radio se convierte en “la radio”, forma que se repite unas cuantas líneas más abajo en el mismo párrafo. Hay además numerosas erratas a lo largo del texto.

Ángeles desarrolla una inquietante ambientación: la sensación de estar vigilados, el clima de inseguridad y violencia latentes, la sospecha que tiene Ignat de ser en todo momento objeto de engaños o mentiras, tanto por parte de Virginia como de los otros personajes, delineados de forma muy imprecisa. El autor gusta de juegos entre ficción y realidad, entre futuro y pasado: se atisba otro narrador, “el viejo que escribe”, que es y no es Ignat.

Además del tema político de incertidumbre y represión (propio de la época en que creció el autor en Lima), los otros temas importantes en esta nouvelle son la muerte violenta y la fabricación de la realidad. Tal vez sea ese el mérito de Francisco Ángeles: sus jóvenes disidentes describen y denuncian las fake news mucho antes de que se convirtiesen en algo mundano y monótono.

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