Tom Bamforth, The Rising Tide: Among the Islands and Atolls of the Pacific Ocean (Melbourne: Hardie Grant, 2019). 262 páginas.
El Océano Pacífico
representa la tercera parte de la superficie del planeta, y cerca del 46% del
agua que forma los océanos y mares de los que tanto depende la vida. Son cifras
nada desdeñables. Pero el Pacífico es hogar de millones de personas, esparcidas
en remotos archipiélagos y atolones, y grupos poblacionales que enfrentan en
los próximos años (me resisto a hablar de décadas: el daño es ya evidente e
inmediato) el reto de buscar un nuevo hogar.
La subida del
nivel de las aguas como consecuencia del derretimiento de casquetes polares y glaciares
es solamente uno de los problemas que afectan a las naciones del Pacífico. El
autor de The Rising Tide [La marea creciente], el australiano Tom
Bamforth, utiliza su amplísima experiencia laboral de años en un sector profesional
que engloba la ayuda humanitaria y la respuesta y reconstrucción tras los periódicos
desastres que han tenido lugar en estos países para presentar un reportaje muy personal,
unas veces cargado de ironía, pero en otras más enfocado en su propia vivencia
que en la construcción de un relato que transfiera al lector al lugar.
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Hay una durísima competencia entre los países desarrollados por demostrar su generosidad en el Pacífico: Ayuda japonesa en acción. Obras de reconstrucción del puente de Vaisigano en Apia (Samoa), septiembre de 2019. |
Los hechos y fenómenos
a los que hace referencia Bamforth van desde 2008 hasta este mismo año que muy
pronto se nos acabará. Los lugares son muchos: Vanuatu, Fiyi, Tonga, Palau,
Nueva Caledonia, islas Marshall, islas Cook, Papúa Nueva Guinea, islas Salomón,
la región autónoma de Bougainville y Kiribati.
El libro incluye algunas
reflexiones muy acertadas sobre temas de impactante actualidad. En una isla del
archipiélago de Vanuatu, tras preguntar a los locales sobre los efectos del
cambio climático, Bamforth nos relata las confesiones que escucha de los lugareños
después de uno de los ciclones que tantos destrozos causaron en el país:
“Los impactos
eran inicialmente muy lentos. Los patrones tradicionales de agricultura y ganadería
resultaron alterados, y las temporadas de cosecha y sembrado tenían lugar más
tarde. Los patrones climatológicos de El Niño y La Niña, que ocurren de forma
natural, ya habían exacerbado las dos estaciones, la seca y la lluviosa, convirtiendo
dichas estaciones en temporadas más extremas e impredecibles. Las cosechas de
taro y coco estaban viéndose afectadas por los niveles crecientes del agua del
mar, puesto que el agua salada gradualmente se iba colando en las tierras de
cultivo. Y luego, los ciclones, cuya fuerza e impredecibilidad habían sorprendido
a propios y extraños. Además, la temporada de ciclones parecía haberse
alargado.
Los isleños no podían
predecir qué les aguardaba en el futuro. Mucha gente ya había dejado la isla y
emigrado a las ciudades para encontrar empleo y escapar de la cada vez mayor
inestabilidad de la vida tradicional. Pero también la había cambiado el dinero
que encontraba su camino de regreso a la isla. Ahora había edificios nuevos,
menos seguros pero más caros, más comida rápida y menos cultivos autóctonos, además
de altísimos índices de diabetes y enfermedades coronarias. A modo de protesta
silenciosa, a las lonas impermeables entregadas por las agencias de ayuda y
engalanados en uno de sus lados con canguros rojos (para asegurarse de que
nadie se equivoque respecto a quiénes debían mostrarle su gratitud los
beneficiarios) les habían dado la vuelta, de manera que las casa de los isleños
no estuviesen marcadas por donantes cada vez más firmes y enérgicos.” (p. 37,
mi traducción)
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Un cartel que ensalza la ayuda australiana en Honiara, Islas Salomón. En la esquina derecha inferior, el consabido cangurito. Fotografía de Yvonne Green / Ministerio de Asuntos Exteriores y Comercio de Australia. |
Uno de los posibles defectos de este libro es que Bamforth únicamente menciona muy por encima los
problemas políticos de los lugares que visita. En ocasiones, con una simple
pincelada le basta para señalar cuestiones álgidas: “Para ellos [unos jóvenes marshaleses]
Hawái era la ‘isla grande’, mientras que los Estados Unidos era (tal como lo
era para los habitantes de Palau) sencillamente el ‘continente’. Me pregunté qué
implicaba eso respecto a cómo se veían a sí mismos los marshaleses de manera
coloquial. ¿Eran los isleños de las Marshals, por lo tanto, la ‘isla pequeña’
de Hawái, un atolón en dominio de la masa continental, una pequeña roca orbital
atrapada por la fuerza estadounidense de la gravedad?” (p. 123, mi traducción)
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Vista de la única carretera de la capital de las Islas Marshall, Majuro. Fotografía de Stefan Lins. |
Además de los
temas más actuales como los derivados del calentamiento global, la contaminación
por metales pesados y la radiación atómica como consecuencia de las innumerables
pruebas realizadas en el siglo XX en el Pacífico (pronto habrá que añadir todo lo
que suelten de Fukushima), Bamforth investiga en significativas cuestiones
culturales, como la pérdida de las lenguas indígenas de los pueblos oceánicos.
No solo se pierden los medios tradicionales de producir alimentos y otras tradiciones
culturales; también se están perdiendo las lenguas en que se transmitían esas
tradiciones.
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Quizás en pocos años comerse un filete de pez espada como éste (Hotel Amanaki de Apia, Samoa) será raro. ¿Cuándo será demasiado peligroso consumir pescado del Pacífico? |
Con todo, The Rising Tide (el título hace referencia
a una bastante desafortunada frase de la excanciller australiana) no deja de
ser una buena aportación al conocimiento de lo que pasa en el Pacífico. Aparte
de algunas erratas, que las hay, se debiera corregir en posteriores ediciones
un significativo error en la página 72, en el capítulo dedicado a Tonga. Bamforth
cita el 1 de octubre de 2009 como la fecha del tsunami cuyas olas alcanzaron hasta
quince metros y que se cobró más de ciento cuarenta vidas en Samoa, Samoa
Americana y Tonga. La fecha correcta fue el 29 de septiembre. Puedo dar fe de
ello.