14 nov 2014

Reseña: Burial Rites, de Hannah Kent

Hannah Kent, Burial Rites (Sydney: Pan Macmillan, 2013). 338 páginas.

La ficción permite hacer de la historia algo más dúctil, transformando al antojo del autor los elementos históricos más oscuros, o los aspectos menos exactos, de manera que un personaje histórico nos sea presentado bajo una luz amable o compasiva. No me cabe ninguna duda de hay y habrá personajes históricos que no merecen simpatía ni compasión alguna: genocidas, dictadores, déspotas. Podemos sin embargo asumir con seguridad que son muchísimos los que a lo largo de la historia han sido injustamente castigados, perseguidos con crueldad o ajusticiados con el mero propósito de dar un escarmiento al populacho.

Agnes Magnúsdóttir fue la última mujer decapitada en Islandia. Su muerte se produjo en 1830. Fue acusada junto con otras dos personas (un joven llamado Fridrik y otra sirvienta como Agnes, llamada Sigriður) del asesinato de dos hombres en el norte de la isla. Sigriður vio su pena capital conmutada por la de cárcel perpetua en Copenhague (Islandia estaba bajo dominio de la corona danesa en el siglo XIX), mientras que tanto Agnes como Fridrik fueron ejecutados un frío día de enero.

Este es el material histórico con el que trabaja la australiana Hannah Kent en Burial Rites. La autora invirtió mucho tiempo y esfuerzo en investigar los datos históricos disponibles antes de ponerse manos a la obra. Burial Rites se inscribe por tanto en la cada vez más pujante tendencia de la novela histórica. La novela cuenta la historia de Agnes adoptando distintos puntos de vista narrativos, en gran medida complementarios entre sí: por un lado el de la propia Agnes, en primera persona, y por otro el de varios de los personajes secundarios que se articulan en un narrador en apariencia omnisciente. Además, Kent incluye documentos judiciales y legales diversos traducidos, los cuales ayudan a contextualizar la trama y la narración. En la nota final que sigue a la novela, la autora asevera que su intención es crear un retrato más ambiguo de Agnes que el que la historia nos ha dejado en forma de legajos judiciales y leyendas orales.

El estudio de Agnes, deliberadamente ambiguo, permite al lector posicionarse y jugar con las perspectivas. A ratos es fácil pensar que fue víctima de los prejuicios sexistas y clasistas de la época, mientras que de la lectura de otros fragmentos de la novela podría muy bien deducirse que fue cómplice consciente de un doble asesinato. ¿Importa la verdad (sea ésta la que sea) en su caso? En los momentos finales Agnes cede al miedo y Kent la presenta no como heroína sino como una pobre mujer empobrecida y derrotada.

La relación de la cautiva con la familia que se vio obligada a aceptarla en su hogar hasta el día de su ejecución queda diestramente reflejada en los diálogos. No así tanto la relación de Agnes con el joven clérigo Toti: Kent opta por la ambigüedad a la hora de plasmar en la novela los atisbos de tensión sexual entre el religioso y la condenada.

Pese a que el desenlace de Burial Rites es evidente desde un principio, la novela no defrauda gracias al buen hacer de Kent. La autora escribe con una prosa elegante, un lenguaje de un porte poético, quizás un pelín florido. El durísimo entorno climático del invierno islandés lo describe Kent con abundante elocuencia  Más mérito tiene en mi opinión el hecho de que los documentos históricos reproducidos que acompañan a la narración no chirríen en absoluto.
Islandia - Photograph by Andreas Tille
Me resulta un tanto intrigante que la novela haya sido ya traducida al castellano (Ritos funerarios, publicada por Alba en traducción de Laura Vidal). Hay unos cuantos (muchísimos, if you ask me) autores australianos con una larguísima trayectoria literaria, con obras de gran calibre y calidad, que siguen sin recibir esa rara bendición de la traducción al castellano, y al paso que vamos terminarán en el cajón del olvido y la indiferencia. Aun siendo un buen debut, Burial Rites no es una obra deslumbrante, por lo que su rápida irrupción en el mercado editorial español es para mí algo muy sorprendente. Uno de esos misterios que quizás en un par de siglos alguien con tiempo y dinero se dedique a investigar.

Y quizás hasta le inspire a escribir una novela histórica...

8 nov 2014

Reseña: The Woman Upstairs, de Claire Messud

Claire Messud, The Woman Upstairs (Londres: Virago, 2013). 301 páginas.

Hacía ya un tiempo que no me encontraba con una primera página de una novela que me haya cautivado tanto como este largo despotricar de la protagonista de The Woman Upstairs. Hay algo en esas primeras oraciones de lo que es una narración que adopta el formato de un largo monólogo que de hecho me impacta como lector. Es sin duda, en la superficie, la ira directa y palpable, una rabia colérica que no admitirá ser aplacada por nada, y que Nora expresa con un tono inabordable:

“¿Que como estoy de enfadada? No quieres saberlo. Nadie quiere saber nada de eso. 
Soy una buena chica. Soy una chica simpática, con todo sobresalientes, una buena hija algo mojigata, una chica que hizo buena carrera, y nunca le robé el novio a nadie ni dejé en la estacada a una amiga, y me aguanté las gilipolleces de mi padre y las gilipolleces de mi hermano, y en todo caso ya no soy una chica, joder, tengo más de cuarenta tacos, hago bien mi trabajo y soy fenomenal con los niños, y sujetaba la mano de mi madre cuando se murió, después de pasarme cuatro años sujetándole la mano mientras se estaba muriendo, y hablo con mi padre por teléfono todos los días – todos los días, eso sí, y «¿Qué tiempo tenéis al otro lado del río?, pues aquí está bastante plomizo y también algo húmedo. En la lápida de mi tumba se suponía que iba a leerse ‘Gran Artista’, pero si me muriera ahora mismo diría en cambio ‘una buena maestra/hija/amiga’; y lo que realmente quiero decir a grito pelado, y que se lea también en mayúsculas en la lápida, es QUE OS JODAN A TODOS.” (p. 3, mi traducción)
Nora, como ella misma nos ha dicho nada más comenzar el libro, es maestra de primaria en Cambridge, Massachusetts. Con (ahora más o menos secretas) ambiciones artísticas que nunca llegó a desarrollar plenamente y próxima a los 40, vive sola, aunque tiene unas cuantas buenas amistades, y está empezando a darse cuenta de que muchas de las posibilidades vitales de que goza una mujer se le están cerrando. Nora recuerda con amargura el momento en que su madre abrió su galleta de la suerte en un restaurante chino local y leyó que “Lo que no hayas hecho será lo que te atormentará”, y yo me atrevo a añadir “para el resto de tus días”.

Al principio del nuevo curso entra en la clase un niño de apariencia inusual, Reza Shahid. A los pocos días, Reza es objeto de un ataque con tintes xenófobos por parte de un par de descerebrados, y es gracias a ese incidente que Nora conocerá a su madre, Sirena (el nombre no es una mera coincidencia). Nora inmediatamente se siente atraída por la italiana Sirena, y poco a poco entra en la órbita de la familia Shahid. El hecho de que Sirena sea una artista cuya reputación empieza a expandirse por todo el hemisferio occidental la motiva más todavía a acercarse a ellos. El padre de Reza, Skandar, está trabajando como profesor invitado en Harvard durante un año. Son por lo tanto una pareja sofisticada e ilustrada. Podrían ser un modelo a seguir para cualquiera, ¿no? Nora queda fascinada por la especie de aureola multicultural de los Shahid (Skandar es de origen libanés/ palestino, cristiano/musulmán) y la timidez y hermosura de Reza, y cuando Sirena le ofrece la posibilidad de compartir un gran atelier, no lo duda ni un instante.

Mientras Nora trabaja en sus propios dioramas (diminutas reproducciones de habitaciones de escritoras o artistas famosas, tal como lo podría hacer una niña de tendencias imaginativas y creativas), Sirena se embarca en un gran proyecto creativo, Wonderland, basado en la obra más conocida de Lewis Carroll; Sirena naturalmente alista la ayuda de Nora, quien se enamora de la artista. El problema es que al mismo tiempo, tras ofrecerse a hacer de canguro de Reza algunas noches, comienza a dar largos paseos con Skandar por las noches, y también su embrujo personal y fuerte atractivo intelectual empiezan a hacer mella en ella. Su obsesión por los Shahid llega a niveles prácticamente enfermizos.

¿Qué busca Nora en los Shahid? ¿Satisfacer un deseo sexual, ya sea con Skandar o con Sirena? ¿Inspiración artística? ¿El paradigma de un ideal que ha ambicionado ser toda su vida sin lograr llegar a serlo? ¿Poder sentirse madre con Reza antes de la edad se lo impida? En las muchas reflexiones que salpican su monólogo (la narración que conforma, al fin y al cabo, The Woman Upstairs) Nora hace mención una y otra vez de un hambre que nada puede saciar, y que es aspecto fundamental de su existencia.

El suspense en torno a las complejidades de su relación con los dos Shahid adultos avanza no siempre al ritmo que uno quizás preferiría – en algunos momentos, Nora me ha exasperado como lector. El clímax resolutivo parece llegar cuando ella y Skandar parecen consumar algo de apariencia sexual en el atelier, en el interior de la instalación artística que Sirena ha creado, y que Messud decide envolver en un halo de vaguedad que a muchos les resultará un tanto frustrante. Hay además un episodio en el que Nora, sola en el estudio y con una botella de tinto matador, se disfraza de Edie Sedgwick y se masturba en el césped artificial de Wonderland.

La narración de The Woman Upstairs transmite (solamente a ratos) un cierto aire a desasosiego, que en mi opinión tiene más que ver con la impresión de que a veces la narradora protagonista resulte una pizca fastidiosa, que con la narración en sí misma. Messud calibra perfectamente el progreso de la trama hasta un desenlace ciertamente inesperado (o quizás es que yo soy un poco ingenuo – a mí me sorprendió, y mucho). La creatividad reprimida, el voyerismo, la facilidad con que la mente humana puede engancharse a una obsesión: son temas fascinantes, pero a través de la narración de Nora (por muy verosímil que lo sea, por muy valiente que resulten sus admisiones) la protagonista casi nunca despierta nuestra simpatía, ni nuestra comprensión. Puede que tú, lector/a, tengas otra opinión, y si has leído la novela, ciertamente me interesaría conocer tu opinión.

Cuando finalmente los Shahid regresan a Europa, la intensa amistad con los Shahid (o la intensidad con que Nora percibía esa amistad) se va difuminando. Hasta que Nora se toma un año sabático y decide viajar a Europa y hacer coincidir sus días en París con fechas en las que los Shahid estarán en la capital francesa, donde tienen su residencia habitual. Como parte de su recorrido turístico, la maestra estadounidense decide visitar la exposición de los videos que Sirena ha grabado de las reacciones de los visitantes a Wonderland. (Atención: SPOILER ALERT) En la exposición descubrirá la imperdonable y abominable traición de la que ha sido objeto, la causa de su ira inextinguible.

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