19 jun 2015

Reseña: Barley Patch, de Gerald Murnane

Gerald Murnane, Barley Patch (Artarmon: Giramondo, 2009). 265 páginas.

Murnane explica al comienzo de Barley Patch que, antes de la publicación de este libro, había dejado de escribir ficción después de casi treinta años de escribir lo que “los editores y casi todos los lectores llamaban novelas o relatos breves, pero que los llamasen así con el tiempo empezó a hacerme sentirme incómodo, y me dio por usar únicamente la palabra ficción como nombre de lo que yo escribía. Cuando finalmente dejé de escribir, no había usado durante muchos años los vocablos novela o cuento en conexión con mis escritos. Varias otras palabras que igualmente evitaba: crear, creativo, imaginar, imaginario, y por encima de todas, imaginación. Mucho antes de que dejara de escribir, llegué a comprender que yo nunca había creado ningún personaje ni imaginado ninguna trama. Mi forma preferida de resumir mis deficiencias era simplemente decir que no tenía imaginación.” (p. 5, mi traducción, como el resto de citas del libro).

Ciertamente, Barley Patch derriba cualquier noción de plausibilidad en torno a los límites entre lo que es ficción y ensayo autobiográfico. Es un texto que camina tortuosamente entre uno y otro género, generalmente sin orden ni concierto. No existe una trama y los personajes no son otra cosa que imágenes en un paisaje (hay que puntualizar aquí que Murnane evita generalmente la palabra character y favorece el uso de personage, lo cual causará algún que otro dolor de cabeza a quienes tengan que traducir su obra algún día).

Me espetará posiblemente quien haya leído lo anterior y no conozca ninguna de las obras de ficción en prosa de Murnane: ¿entonces, de qué va el libro? Una posible respuesta incluiría los recuerdos de la niñez del yo del autor, a su vez ficcionalizado como narrador, entre los que se incluyen algunos libros y revistas, catálogos de ventas, canciones, visitas a familiares en remotas granjas de distritos rurales del estado de Victoria, carreras de caballos, hipódromos y jockeys, la escolarización en una escuela católica de la Australia de posguerra, paisajes de pastizales mayormente planos rodeados o delimitados por filas de árboles, y edificios desde los cuales sería posible o bien contemplar esos paisajes o espiar a una joven atractiva, o bien refugiarse en una pequeña recámara en ellos, donde intentar escribir ficción en prosa o poesía. Es decir, nada realmente tangible como argumento.

O! Dem Golden Slippers

Esta es una escritura que se explora a sí misma, una especie de autoindagación, y en consecuencia tiene algo de obsesiva, pues retoma una y otra vez detalles, motivos e imágenes. De hecho, el inicio de Barley Patch es una pregunta (“Must I write?”), y las diversas secciones del libro (no se puede hablar de capítulos) van precedidas de preguntas o interpelaciones del autor a sí mismo.

Uno de los problemas de Barley Patch es que la narrativa se vicia en ocasiones con una sintaxis deliberadamente dificultosa, como si la compleja temática que aborda necesitase de una estructura compleja. El resultado es una sensación de frustración, de estar dando vueltas en círculos viciosos que no llevan a ninguna parte. ¿Será cierto que la escritura como autoexploración engendra monstruos?

La contrapartida, cuando Murnane se aleja de esa especie de ensimismamiento, cuando decide no transitar por ciénagas o terrenos pantanosos en los que es fácil hundirse, es muy gratificante para todo lector que busque reflexiones sobre el mismo acto de la lectura o el proceso de ficcionalización de una experiencia. Sobre el primero, este párrafo me pareció sumamente ilustrativo:

“…todas las así llamadas descripciones de los así llamados personajes en obras de ficción se han malgastado en mi caso desde que comencé a leer tales obras. ¿Durante cuántos años leí obedientemente lo que yo consideraba pasajes descriptivos? ¿Con qué frecuencia intentaba sentirme agradecido a los autores que incluían tales pasajes en sus obras, permitiéndome de ese modo ver vívidamente, mientras leía, lo que ellos, los autores, habían imaginado mientras escribían? Puedo recordar haber descubierto ya en 1952, mientras estaba leyendo Mujercitas, de Louisa M. Alcott, que los personajes femeninos en mi mente, por así llamarlos, tenían una apariencia por entero diferente de los personajes en el texto, por así llamarlos. Yo era demasiado joven por entonces para saber que esto no era consecuencia de que yo fuese un lector inexperto. Pasaron muchos años antes de que comenzara a entender que mirar línea tras línea de texto es solo una pequeña parte de la lectura; que me pudiera hacer falta escribir sobre un texto antes de poder decir que lo había leído por completo; que aun mientras escribo la presente pieza de ficción estoy intentando leer un cierto texto. (Con la escritura, el tema parece haber sido de otra manera. Siendo un hombre joven, ya comprendía que podría ser capaz de escribir ficción sin haber observado primero numerosos lugares y personas y eventos interesantes e incluso sin poder imaginar escenarios y personajes y tramas, pero no fue hasta el día en que dejé de escribir que comprendí lo que había estado haciendo todo el tiempo cuando había pensado que estaba meramente escribiendo.)” (p. 26-7)
Mujercitas
O éste, mucho más breve, sobre los límites de la ficción:

“Se ajustaría muchísimo a mi propósito al escribir esta obra de ficción si informara de que aprendí en mi niñez que una obra de ficción no está necesariamente encerrada dentro de la mente de su autor, sino que en sus extremos se extiende hacia territorio poco conocido.” (p. 68)
El juego entre la realidad y la ficción es la esencia de la narrativa de Murnane. Confundir ambas en el interior de una obra de ficción podría llevar al lector a responder a la pregunta que se hacía el autor con otra pregunta: ¿Por qué leer esto? Desde luego, la lectura de Tamarisk Row y de A Lifetime on Clouds me dejaron mucho mejor sabor de boca que Barley Patch. Eso no quiere decir que vaya a dejar de leer sus otros libros.

En un fragmento de entrevista realizada por Ivor Indyk y publicada en septiembre de 2014 en Sydney Review of Books (aquí), decía Murnane lo siguiente: “I can say in all honesty and sincerity that I can’t tell the difference between my fiction, my thinking about my fiction, and my life.” Pienso yo que Murnane es realmente afortunado: hay un episodio de mi vida que ya quisiera yo poder convertir en ficción y disociar de mi realidad de modo permanente.

14 jun 2015

Reseña: Invisible Yet Enduring Lilacs, de Gerald Murnane

Gerald Murnane, Invisible Yet Enduring Lilacs (Artarmon: Giramondo, 2005). 232 páginas.

¿Qué tipo de ensayos literarios cabría esperar de un escritor con más de 75 años de edad que nunca se ha alejado más de 1.000 km de su distrito natal en el estado de Victoria – y apenas lo ha hecho en muy contadas ocasiones – que nunca ha salido de Australia, pero que decidió sin embargo comenzar a aprender húngaro a los cincuenta y pico años? El autor de Tamarisk Row y de A Lifetime on Clouds publicó en diversas revistas literarias entre los años 1984 y 2003 artículos y ensayos que la editorial Giramondo reunió en este volumen en 2005.

Puszta, de Károly Markó 
Son escritos en torno a la escritura y la lectura, siempre con el inconfundible sello Murnane, en los que se abordan ideas importantes para la ficción creativa, algo que Murnane enseñó durante varios años en Deakin University.

El tercero de estos ensayos lleva por título ‘Why I Write What I Write’ [Por qué escribo lo que escribo], publicado por vez primera en 1986 en la revista Meanjin, y comienza con las siguientes afirmaciones: “Escribo oraciones. Escribo primero una oración, luego otra oración. Escribo una oración tras otra. Escribo unas cien oraciones o más cada semana, y unos pocos miles de oraciones al año.” (p. 25, mi traducción). Se trata de una pieza bastante breve, en la que Murnane desmenuza el proceso de escritura, con la oración como unidad mínima: “Mis oraciones surgen a partir de imágenes y sentimientos que me persiguen – no siempre de una manera penosa; a veces de forma agradable. Esas imágenes y sentimientos me persiguen hasta que doy con las oraciones con que traerlas a este mundo.” (p. 28, ‘Why I Write What I Write’)

De que la filosofía de Murnane sobre la creación literaria es, como mínimo, harto idiosincrática, si no excéntrica, dan buena cuenta estos ensayos. Las peculiares obsesiones de Murnane aparecen una y otra vez, y arrojan una luz significativa sobre aspectos de su ficción que, para quienes no estén familiarizados con su obra, resultarán cuando menos extraños, si no totalmente opacos.

Si tuviera que resumir de improviso las que yo interpreto como preocupaciones fundamentales del Murnane autor de ficción tras la lectura de Invisible Yet Enduring Lilacs probablemente me perdería en un batiburrillo de imágenes, en medio del cual, una u otra de dichas imágenes me llevaría a considerar a alguien que yo veo en mi mente considerando las preocupaciones fundamentales del autor australiano Gerald Murnane. Lo anterior es, naturalmente, un torpe y barato juego mío de palabras que no se acercan ni por asomo a describir el tema que trato de describir o explicar.

A grandes rasgos, uno podría resumir que el principal interés del autor no es el mundo exterior como una posible realidad existente (lo es en tanto que la percibimos y configuramos en nuestro cerebro, pero pare usted de contar) sino el mundo como se aparece como imagen en nuestra conciencia. O bien Murnane trata temas sencillos desde una perspectiva compleja, o bien intenta simplificar temas complejos posicionando al lector en diversos y distintos niveles de significación. La suya es una cosmogonía de la ficción absolutamente propia y en gran medida intransferible.

No todos los ensayos que forman este volumen tienen la misma vigencia. Uno de ellos me resultó especialmente oneroso e incluso exasperante: el que presta su título al volumen. Sin embargo, la lectura de Murnane es casi invariablemente un regalo de pequeñas dosis de distintos aspectos, por ejemplo su humor, en este caso sobre la Australia de la posguerra: “No me pareció extraño que a [Adam Lindsay] Gordon [poeta australiano del siglo XIX nacido en las Azores] le achacaran ser muy inglés aquellas mismas autoridades que enseñaban lealtad al Imperio. Había momentos apropiados para que un australiano pensara en Inglaterra: durante las misas (protestantes); el día del cumpleaños de Shakespeare; en el funeral de un líder cívico o militar. En general, un australiano pensaba como un inglés de puertas adentro y cuando la solemnidad lo requería. De puertas afuera, uno podía ser australiano, y más desenfadado.” (p. 4, ‘Meetings with Adam Lindsay Gordon’, mi traducción)

Un vaquero magiar, de Tomsics & Perlaszka 
El mejor de estos ensayos es, en mi opinión, ‘The Breathing Author’, que afortunadamente es posible leer en inglés en internet, aquí. Comienza con una importante declaración de intenciones: “No puedo concebirme leyendo un texto sin tener presente que el objeto delante de mis ojos es un producto del esfuerzo humano. Gran parte de mi implicación con un texto consiste en mi especular acerca de los métodos empleados por el escritor a la hora de componer el texto, o acerca del sentimiento y creencias que condujeron al escritor a escribir el texto, o incluso acerca de la historia vital del escritor.” (p. 157, mi traducción)

Más adelante, Murnane explica el porqué de dejar escribir poesía para pasarse a la prosa: “la poesía me pareció extremadamente difícil de escribir siempre que tuviese que escribir en versos rimados, o incluso sin rima. Me pareció algo más fácil escribir lo que yo creía que era verso libre, pero pensé que era un engaño llamar a eso escribir poesía. Empecé a escribir prosa en la creencia de que podría expresar lo que quería expresar con mayor libertad en prosa que en poesía. Sin embargo, durante varios años creí que mi prosa tendría más sentido si me permitía no observar las convenciones de la gramática inglesa. En la época por la que estaba escribiendo los primeros borradores de las primeras páginas de Tamarisk Row, vine a comprender que nunca podría concebir una red de sentido demasiado complejo como para ser expresado en una serie de oraciones gramaticales. La totalidad de la prosa que he publicado se compone de oraciones gramaticales, aunque la penúltima sección de Tamarisk Row se compone de cuatro oraciones gramaticales entrelazadas. Uno de mis mayores placeres como escritor de ficción en prosa ha sido descubrir continuamente las formas interminablemente variables que puede adoptar una oración. Intenté enseñarles a mis estudiantes a amar la oración. A veces supongo que la existencia de la oración da fe de nuestra necesidad de establecer conexiones entre las cosas. A veces, todavía pienso en intentar de nuevo lo que intenté y no logré hacer como escritor joven: escribir una obra de ficción que consistiese en una sola oración gramatical que comprendiera al menos varios miles de palabras.” (p. 181-2, mi traducción)

Es una pena que hasta la fecha (junio de 2015) no haya aparecido ninguna de las obras de Murnane en castellano. L’editorial barcelonina Minúscula va publicar l’any passat una traducció de The Plains al català (Les planes), a càrrec de Marta Hernández Pibernat.

Posts més visitats/Lo más visto en los últimos 30 días/Most-visited posts in last 30 days

¿Quién escribe? Who writes? Qui escriu?

Mi foto
Ngunnawal land, Australia