Roy Scranton, We're Doomed, Now What? (Nueva York: Soho, 2018). 348 páginas.
El pasado mes
aquí en Canberra ha sido el enero más caluroso desde 1939, año en que
comenzaron a tomarse mediciones. Para los que niegan que el cambio climático es
un hecho (conozco a personas así: incluso algún miembro de mi familia niega la
realidad), ampararse en lugares comunes como “es verano, es normal que haga
calor” resulta una respuesta fácil y simplona. Cuando año tras año la
temperatura media gana unas décimas, negar el calentamiento global viene a ser
algo similar a decir que la Tierra es plana.
Imagen de SkepticalScience, modificada por Gregor Hagedorn. |
Atrapados como estamos
en un sistema económico que impulsa el consumismo como estímulo de la creación
de empleo, a uno le queda claro que la humanidad se ha subido a un tren al que aparentemente
no se le puede activar ningún sistema de frenado, y que acelera su marcha en dirección
a un precipicio. Pasado un cierto punto (por ahora indefinido), nadie sabe ya qué
habrá. Como decía mi yo ‘sabio’ hace décadas: “El futuro es incierto”. Sí, muy
incierto; pero sin duda será negativo. Y caliente.
Esta colección de
ensayos, escritos por Scranton entre 2010 y 2018, cuenta con dos principales
ejes temáticos: uno es la guerra, especialmente la de Iraq, y el otro es la
catástrofe a la que el cambio climático nos aboca. Scranton se incorporó al
ejército estadounidense poco después de los sucesos de septiembre de 2001 y la
subsiguiente declaración de guerra contra el país donde una vez estuvo la cuna
de la civilización: Mesopotamia.
Soldados norteamericanos en el río Tigris. “No importa cuál era nuestra intención, Lo que importa fue lo que hicimos.” (p. 202). Fotografía de Spc Gul A. Alisan. |
El título dice
bien a las claras la postura que tiene el autor: el planeta parece abocado a
cambios ecosistémicos irreparables, con cada vez más frecuentes eventos catastróficos
de naturaleza meteorológica que darán lugar a oleadas de ingentes
desplazamientos humanos. ¿No es acaso el repugnante muro que exige construir el
narcisista Trump una línea de contención para las próximas tres o cuatro
décadas? El Muro no lo quieren construir para detener a 25.000-30.000
centroamericanos que en 2019 buscan una vida mejor; el Muro lo quiere erigir la
derecha más conservadora y racista de los EE.UU. para lo que ocurrirá en quince
o veinte años. Al menos, ésa es mi teoría.
Scranton divide
el libro en cuatro partes claramente definidas. La primera lleva por título ‘Climate
& Change’. Comprende seis artículos en torno al tema del cambio climático y
sus consecuencias ya evidentes y palpables, por ejemplo en el norte de Canadá.
El tono predominante en todo el libro es pesimista (o descarnadamente realista,
si se prefiere). Una muestra: “Vivimos hoy en un mundo en el cual la humanidad se
ha llevado un golpe bajo, quizás más bajo que nunca. Agentes involuntarios de
nuestro propio deceso, incapaces de controlar las inmensas tecnologías que tan
arrogantemente creíamos nuestras, incapaces de ejercer la voluntad colectiva
racional necesaria para salvar nuestra civilización de la destrucción, nos
hallamos reducidos a algo menos que humanos, sin ni siquiera el torpe instinto de
supervivencia que vemos en las plantas.” (p. 24, mi traducción)
Según Scranton, la
humanidad en su conjunto ha sobrepasado el límite después del cual no habrá enmienda
posible; el dato más revelador es la sobrepoblación del planeta: “No existe un
mecanismo para unir a la especie humana en su totalidad y hacer que se mueva en
una única dirección. Somos más de siete mil millones, y nos dividimos en más de
doscientas naciones, miles de estados, territorios, condados, regiones subnacionales
y municipios más pequeños, y una inimaginable multitud de corporaciones,
organizaciones comunitarias, vecindarios, sectas religiosas, identidades étnicas,
clanes, tribus, clubes y familias, cada uno de los cuales se enfrenta a sus propios
conflictos internos, a la desunión, a la discordia, hasta el alma humana individual
en conflicto consigo misma, desgarrada entre el miedo y el deseo, entre el
difícil sacrificio y la fácil crueldad, todos nosotros improvisando día tras
día, un momento tras otro, tomando decisiones basadas en nuestras mejores
presunciones, corazonadas, quimeras reconfortantes y demasiados pocos datos.”
(p. 48-9, mi traducción)
Las dos secciones
centrales del libro tratan de la guerra de Iraq y de la justificación que suele
hacerse en los Estados Unidos de las políticas gubernamentales de intervención militar
exterior, a veces con pretextos nimios o tergiversados, cuando no falseados, y
con consecuencias devastadoras para las poblaciones civiles donde dichas
intervenciones tienen lugar. Para el lector puede resultar paradójico que Scranton
haya alterado sus puntos de vista tan diametralmente, desde alistarse tras el 11
de setiembre hasta denunciar tan crudamente el sistema económico y político que
alienta la guerra y acelera el desastre ecológico global. Concedámosle al menos
el mérito de haberlo hecho.
De especial interés
resultan los vínculos (para nada tenues) que Scranton establece entre la guerra y los fenómenos globales
que nos conducen al mayor cambio geopolítico que la humanidad va a contemplar
desde el comienzo de la Historia.
La última sección,
la más breve, la comprenden dos ensayos, uno de índole más bien filosófica y
otro, con un carácter muy afectivo, en torno a la posición ética personal que propone
Scranton, y que lleva por título ‘Raising a Daughter in a Doomed World’ [Criar
a una hija en un mundo sentenciado]. Una versión abreviada de éste puede
leerse en la Red, publicado por el New
York Times el 16 de julio del año pasado.
We’re Doomed. Now What? apunta a algunas tesis ético-políticas que, en el
actual contexto internacional, les parecerán, a algunos, peligrosas, a otros,
simplemente utópicas y a otros, lógicas. Sea como sea, lo que se nos viene encima
tiene muy mala pinta. Al menos eso pienso yo.