19 jul 2015

Reseña: Bring Up the Bodies, de Hilary Mantel

Hilary Mantel, Bring Up The Bodies (Detroit: Large Print Press, 2012). 679 páginas.
El hecho de que la Historia abunde en episodios extraordinariamente sangrientos y brutales no deja de ser un tópico – todo lo triste que uno quiera, sí, pero innegable reflejo de la esencia de la humanidad. La caída en desgracia de La Ana, Anne Boleyn, la segunda esposa del rey Enrique VIII de Inglaterra, es el argumento de la segunda parte de la trilogía que Hilary Mantel está escribiendo en torno a la figura de Thomas Cromwell. La primera (la reseña de la cual puedes leer aquí) llevaba por título Wolf Hall, y me resultó sencillamente deslumbrante. La segunda, Bring Up the Bodies, no decepciona. Al contrario.

Retrato de Jane Seymour a cargo de Hans Holbein el joven
Esta segunda entrega se inicia justo donde termina la primera, en Wolf Hall, el palacio de la familia Seymour en la campiña inglesa. Cromwell está ejercitando a sus halcones, bautizados con los nombres de sus hijas muertas. El rey ya le tiene puesto el ojo a Jane Seymour, cuyos atractivos han dejado a Su Majestad “aturdido, como el ternero al que el carnicero le atiza un golpe en la cabeza” (p. 68, mi traducción). Jane será a la larga la tercera en una lista que muchos aprendimos de memoria cuando éramos jóvenes, más gracias a las composiciones de Rick Wakeman que a una afición por la historia y sus nombres. La primera reina, la aragonesa Catalina, ya ha sido repudiada por el rey y arrinconada en Peterborough como un mueble viejo.

La tumba de Catalina de Aragón en Peterborough,. Fotografía de TTaylor.
“A las diez de la mañana un sacerdote le la da extrema unción, palpándole los párpados y los labios, las manos y los pies con los santos óleos. Unos labios que quedarán sellados ahora y no volverán a abrirse; ella no volverá a mirar ni a ver nada. Unos labios que han terminado de decir sus plegarias. Unas manos que no volverán a firmar papel alguno. Unos pies que han concluido su viaje. Al mediodía su respiración se ha convertido en estertores, está haciendo un esfuerzo hasta el final. A las dos en punto, con la luz reflejada por los campos cubiertos de nieve al interior de su cámara, deja de vivir. Con su último aliento, la rodean las formas sombrías de sus guardianes. Son reacios a molestar al viejo capellán y a las viejas mujeres que se alejan de su lecho arrastrando los pies.” (p. 253, mi traducción)
La Ana se encumbró en las alturas del poder sirviéndose de Cromwell, pero tan pronto como los favores del rey se alejan de ella (al no lograr darle descendencia masculina) Cromwell se vuelve contra ella y se alía con sus antiguos contrincantes. Tanto en Wolf Hall como en Bring Up the Bodies, es la figura del acaudalado burgués, el maquiavélico Cromwell, el que ocupa el espacio central de la narrativa de Mantel. Para Cromwell, servirle al rey Enrique VIII no es solamente un deber, es una táctica empresarial. Si bien es cierto que consigue mantener la paz en una Inglaterra que había pasado por tiempos muy turbulentos, lo hace en parte porque le permite ganar dinero a espuertas al tiempo que controla las decisiones de gobierno que le seguirán permitiendo acumular riqueza. Mantel no parece tomar partido, pero al adoptar para la novela el punto de vista del plebeyo que triunfa como consejero principal del rey en una corte dominada por los vestigios aristocráticos del medioevo, la autora inglesa parece justificar las crueldades y maldades del personaje.

La bodega de Enrique VIII en Londres. Fotografía de Amanda Reynolds
El gran acierto de Mantel es la creación de un personaje – de Cromwell los historiadores aseguran que hay más sombras que otra cosa – y, pese a incrustarlo en una telaraña histórica de la que no es posible escapar, hacer de él un ser humano, con defectos, maldades y flaquezas, pero también con virtudes, buenas obras y sentimientos. La autora no escatima en proporcionarnos diferentes puntos de vista respecto a este enigmático hombre de estado que cambió la Historia de manera irreversible. La última vez que habla con Catalina de Aragón, la exreina le espeta a la cara que sus palabras le resultan “despreciables”. “Al menos, como enemigo, os mostráis cual sois. Ya quisiera yo que mis amigos pudieran soportar llamar tanto la atención. Inglaterra es una nación de hipócritas.” (p. 165, mi traducción) E incluso en los frecuentes casos en que Mantel permite a Cromwell la autorreflexión, la honestidad puede ser brutal. Mientras conversa con Thomas Wyatt, prisionero: “Reposa su mirada en el prisionero, y toma asiento. Dice en voz queda: «Creo que he estado toda la vida preparándome para esto. He hecho un aprendizaje conmigo mismo.» Toda su carrera ha sido una educación en la hipocresía.” (p. 585, mi traducción)

Pese a ser inquilino en la Torre de Londres, Thomas Wyatt salvó el cuello. Otros no corrieron la misma suerte.
La incertidumbre que rodea las maquinaciones de Cromwell es otro de los alicientes de la prosa de Mantel. La manipulación desmedida tiene un riesgo, y al final de Bring Up the Bodies, cuando ninguna de las dos reinas está viva, Cromwell sabe que el futuro no es tan halagüeño, sino que los peligros van a acechar más si cabe.

Esta es, en mi opinión, una de las obras más feministas de los últimos años. Mantel muestra a través de una ficción recreada sobre la base de significativos eventos históricos que la mujer fue y es la víctima propiciatoria de un sistema sociopolítico que se sostiene en el empleo de la fuerza militar y la violencia (sea por vía legal o en el entorno doméstico). Cuando Ana Bolena osa enfrentarse a ese sistema y valerse por sí misma, el rey, símbolo indiscutible de ese sistema (que increíblemente sigue ostentando tanto poder patriarcal en el siglo XXI) no duda ni un ápice en destruirla. La brutalidad de su ejecución – la primera reina de la Historia en ser decapitada, que yo sepa – no deja de ser una simple anécdota. El meollo es la implacable intriga que maquina Cromwell junto con otros aduladores del rey y cortesanos contra los caballeros a los que alude el título en inglés. Bring Up the Bodies! era la orden que recibía el carcelero de la Torre de Londres cuando debía presentar a los reos ante el tribunal que los juzgaría. La traducción del título por la que ha optado Destino (Una reina en el estrado (2013), en traducción de José Manuel Álvarez Flórez) es una opción notoriamente mercantilista, que obvia en cierto modo el valor del título original. Un nuevo desaguisado editorial.

Como en Wolf Hall, Mantel escribe en inglés moderno. No faltan los juegos de palabras y los chistes soeces, algo muy plausible para la época de los Tudor, por muy sofisticados y civiles que se mostraran los cortesanos. Personalmente me han encantado los pasajes en los que Cromwell conversa con embajadores (Eustace Chapuys, por ejemplo, el embajador del emperador Carlos I). Mantel se luce en ellos, haciéndonos ver con sutiles palabras que ya en el siglo XVI la verdad era un valor prescindible.

La imaginación es libre. ¿Cómo habría cambiado la historia de Europa – de la humanidad – si en lugar de una hija, María, a Enrique VIII y Catalina les hubiese sobrevivido alguno de los hijos varones que tuvieron?

9 jul 2015

Reseña: Odysseus Abroad, de Amit Chaudhuri

Amit Chaudhuri, Odysseus Abroad (Londres: Oneworld, 2015). 243 páginas.

Londres, julio de 1985. Un día como hoy hace treinta años. Cálido sin duda, aunque no se tratara del calor casi asfixiante que están sufriendo estos días los londinenses. Las olas de calor enmarcadas dentro del cambio climático resultante del calentamiento del planeta todavía no eran ostensibles, como lo son en 2015. Un joven estudiante de origen indio, Ananda, despierta en su cama en el pequeño piso en Warren Street, alquilado a precio exorbitante ya por aquella época. Tiene por delante otro día más en su rutina habitual: primero lee el soneto posiblemente más conocido de Shakespeare, y luego acude a pagar el alquiler al restaurante del casero; más tarde acude a la reunión periódica que tiene con su tutor en la universidad, a quien le ha entregado algunos de sus poemas para que le dé una opinión. Después toma el metro para reunirse con su tío materno, Radhesh (o Rangamama, como se dirige a él de manera más familiar), en cuya compañía realizará una larga travesía a pie por las calles londinenses.

Warren Street Station
¿Cuál es la trama de Odysseus Abroad? Pues la verdad es que, una vez leída, resulta ser poca cosa. No hay trama en el sentido más convencional del término. Lo que Chaudhuri hace es navegar en la nave de Ananda por las aguas de un mar extranjero (Londres) en pos de la observación y la reflexión. Alguien podrá decir que lo anterior suena a aburrimiento total, pero me apresuro a asegurarle que no lo es. El retrato de Ananda tiene sobradas dosis de ironía: es un joven que se debate entre la entrega a un ideal presumiblemente inalcanzable (la poesía) y la masturbación compulsiva como sublimación del sexo.

Ah, esos goces de la juventud, quién los tuviera ahora… al alcance de la mano.

No, no era fácil la vida para un joven indio en la Inglaterra de la Dama de Hierro, la Thatcher. Matriculado en una universidad londinense para estudiar literatura inglesa, Ananda descubre que hay muchas cosas de esa literatura que ni le interesan ni le resultan atractivas. Esto es algo con lo que, como antiguo estudiante de Filología Inglesa, me identifico plenamente. Nunca han conseguido atraer mi atención como lector las hermanas Brontë, por ejemplo. Con Chaucer me entretuve un par de semanas, tres a lo sumo, pero mi copia del Piers Plowman de Langland pasó a engrosar las huestes de objetos inmóviles colocados en estanterías y predispuestos a la acumulación de partículas de polvo milenario.

Estación de Belsize Park. Fotografía de Oxyman.
Odysseus Abroad es un libro muy literario (en el sentido positivo del término, tan raro hoy en día), tanto por las conversaciones en torno a literatura que Ananda entabla con su tutor y con su tío como por el nada disimulado homenaje que rinde Chaudhuri a Homero y Joyce. Como muestra, un botón. Hete aquí el listado de los capítulos: 1) Bloody Suitors!; 2) Telemachus and Nestor (and Manny-loss); 3) Eumaeus; 4) Uncle and Nephew; 5) Heading for Town; y 6) Ithaca.

Chaudhuri maneja los hilos de la narración con soltura: hay un triángulo persistente de personajes en torno a Ananda: el tío Rangamama, su hermana Khuku (la madre de Ananda), y su cuñado, el padre del joven Ananda Sen. Hay referencias constantes a una época anterior, en la que los padres de Ananda vivieron en Londres. Estos atisbos del pasado son un juego constante de reflejos esbozos humorísticos. Chaudhuri construye sus tres retratos con trazos casi aleatorios, pero la composición de fondo es rica, compleja y divertida.

Pero es sin duda Rangamama el personaje central de esta deriva por las aguas jónicas de la diáspora india en Londres. Admirador de Tagore, es un moderno Odiseo indio, posiblemente virgen (en un principio porque temía el contagio de la sífilis, pero para 1985 el sida ya acechaba); hombre soltero que vive solo y de manera espartana, acaudalado pero generoso en sus propinas (también envía remesas de dinero a familiares y allegados en India). Su principal pasatiempo lo constituyen los paseos con Ananda (a pesar de la continua querella que parece darse entre ellos), las novelistas de ciencia ficción y terror, y ver documentales de la naturaleza en el televisor de su vecino.

«¿Quieres un laddoo?» Ananda se sentía presionado a deshacerse de los seis que no habían comido.
Su tío le miró a los ojos, muy elocuente.
«¿Estás loco? ¿Qué quieres, que me muera esta misma noche?» (p. 236)
Boondi laddoo. Fotografía de Milanography.
Odysseus Abroad se inscribe en una sugestiva modalidad de narrativa reciente que invita al lector a seguir a un personaje en sus paseos y merodeos por la ciudad. En ese sentido, me ha recordado algo a Open City, de Teju Cole, cuyo personaje central es también producto de otra diáspora, la nigeriana, pero en la ciudad de Nueva York del siglo XXI. Son por supuesto dos libros muy diferentes, pero curiosamente los dos satisfacen.

No tienen desperdicio las observaciones que Ananda hace de la sociedad británica, en un tiempo en que Londres todavía conservaba algo de identidad inglesa. El joven estudiante de literatura detesta saberse fuera de lugar, pero al mismo tiempo ello le proporciona placer: algo de lo que poder escribir, sin duda. En una librería de Belsize Park: "Un cliente pasó cerca de él. «Disculpe», dijo Ananda, moviéndose hacia su derecha. En este país, a menudo uno se encontraba bloqueándole el paso a la gente. Estaba destinado a ello. Si uno no se había interpuesto al menos una vez al día entre alguien y su destinación, tenía que encontrar el modo de hacerlo. Frenar a los demás – como a un automóvil, detenido ante un paso de cebra – afirmaba la sociabilidad." (p. 193, mi traducción)

La propuesta de Chaudhuri está escrita con elegancia y sin estridencias. Pienso que es un autor a tener en cuenta en los próximos años.

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