3 oct 2015

Reseña: The Free World, de David Bezmozgis

David Bezmozgis, The Free World (Nueva York: Picador, 2012). 354 páginas.

Recuerdo perfectamente la agitación, los nervios generalizados en mi casa que precedieron a la primera visita de la rama “rusa” de mi familia, que vivía en Kiev. Yo tenía apenas cinco o seis años, si la memoria no me falla, y en la Valencia del tardofranquismo cualquier aparición de los “rojos” era naturalmente vista con suspicacias. Para el niño que yo era, una de las cosas más llamativas de aquellos extraños fue que resultaron ser personas como muy normales.

¿Éramos los españolitos del tardofranquismo representantes del llamado “mundo libre”? Para el adolescente que unos años después comenzó a adquirir una cierta conciencia política, la España de aquella época distaba mucho de ser “libre”, aunque el signo político del régimen era totalmente opuesto al de la Unión Soviética (los extremos se tocan).

En The Free World, Bezmozgis, autor canadiense nacido en Riga (Letonia), explora la salida de una familia judía desde detrás del llamado telón de acero (Riga, para ser precisos) a la Roma de finales de la década de los 70, desde donde esperarán hasta poder conseguir visados que les permitan vivir en alguno de los países de Occidente que eran entonces (y ciertamente, lo siguen siendo) anhelados destinos para la emigración: Estados Unidos, Canadá, Australia.

Estación de Roma Termini - en su interior pasé una noche mediada la década de los 80. No conservo un buen recuerdo de los Carabinieri.
Los Krasnansky comprenden tres generaciones: Samuil y Emma, los abuelos, han visto barbaridades y sufrido penalidades suficientes como para llenar un libro. Él presenció el asesinato de su padre a manos de soldados del Ejército Blanco cuando era un niño, y más tarde pasó a formar parte del Ejército Rojo que derrotó a las tropas nazis en la Segunda Guerra Mundial, en la que perdió a su único hermano. La segunda generación la componen sus dos hijos, Karl y Alec, y sus respectivas esposas, Rosa y Polina. La tercera son los dos niños de Karl y Rosa, pero la novela se centra naturalmente en las dos generaciones adultas.

El patriarca Samuil, que un poco a regañadientes ha dejado su tierra, se convierte en el mayor lastre para los planes de la familia debido a sus problemas de salud. Entre la opción de ir a Canadá o a Israel, Samuil preferiría seguir para siempre en el limbo romano. Como buen ateo convencido, repudia toda clase de ortodoxia, pero añora la época en que ser guardia del Ejército Rojo le confería un manto de autoridad y le ganaba automáticamente el respeto de los más jóvenes.

Los Krasnansky llegan a Roma cargados de fardos repletos de objetos que piensan vender mientras tengan que esperar la decisión del gobierno de Canadá. Esos meses de espera los sitúan en una especie de limbo que le sirve a Bezmozgis para retratarlos. El autor canadiense realiza estos retratos de dos modos: por un lado, con los episodios propios de un extranjero en tierra extraña y desconocida. Por otro lado, con los recuerdos de sus vidas anteriores en la Unión Soviética.

La narración se centra en tres personajes: Samuil, Alec y Polina. El páter familias, descontento con todo y suspicaz de las intenciones de sus hijos, opta por retraerse y confiarse a un viejo músico y tullido veterano ruso al que conoce en el Club Kadima de Roma. Alec es un mujeriego irredimible (el retrato que dibuja Polina de su marido lo deja en muy mal lugar, a pesar de la capacidad de perdón que demuestra tener. En el caso de Polina, Bezmozgis recurre al género epistolar para ofrecernos una perspectiva más íntima de quién esa mujer que ha decidido jugárselo todo a una baza sin tener en sus manos ningún triunfo.

Estación de Ladispoli - un último tren para Samuil. Fotografía de Notafly
En The Free World hay también muchas situaciones cómicas, que rayan en el despropósito: los apagones en la pensión y las reacciones de los emigrantes allí alojados, el regateo en los mercados, la presunción de Alec respecto a sus posibles conquistas amorosas. Hay también roces con las mafias que inevitablemente se forman en ese tipo de entornos.

Quizás el personaje más enigmático y con mayor atractivo sea el de Lyova, otro emigrante judeo-ruso que les arrienda la mitad de un piso a Alec y Polina. No es casualidad que sea Lyova quien alcance su objetivo de huir tanto de su Ucrania natal como del Israel de Begin. Mientras espera el visto bueno de los Estados Unidos, tras haber vivido en la Unión Soviética y en Israel, dice que se conforma con un país que tenga los menos desfiles militares posibles. No me parece ser tan exigente, la verdad.

The Free World es la primera novela de Bezmozgis. Como debut es más que respetable: está bien escrita, en un estilo elegante. Se trata de un autor perceptivo y seguro de lo que hace. Puesto que los Krasnansky todavía no han alcanzado su destino como emigrantes, no cabe hablar de una novela en torno al fascinante tema de la asimilación al lugar de destino y la lucha por salir adelante en un nuevo entorno. Un autor a tener en cuenta en los próximos años, no cabe duda.

Bezmozgis sitúa un episodio muy sangriento en el interior de las ruinas de Ostia Antica. Muchas hostias en Ostia. Fotografía de Foeke Noppert 

The Free World apareció en 2012 en castellano bajo el título de El mundo libre, publicado por RBA. Por desgracia, no he podido averiguar quién hizo el trabajo de traducirlo.

27 sept 2015

Reseña: When There's Nowhere Else to Run, de Murray Middleton

Murray Middleton, When There's Nowhere Else to Run (Crows Nest: Allen & Unwin, 2015). 243 páginas.

El primer detalle que me ha quedado grabado de la lectura de esta colección de relatos y primer libro de este joven autor australiano que en 2015 ha ganado el premio The Australian/Vogel (dedicado a la primera publicación de un autor) es la variadísima gama de escenarios australianos en los que sitúa sus relatos: de este a oeste, de Melbourne a Queensland. Es como si Middleton ha aprovechado las ocasiones que haya tenido de viajar por el país para tomar los apuntes básicos necesarios con los que preparar el armazón de cada uno de los relatos. Dicen que en la variedad está el gusto, y al menos en ese aspecto When There’s Nowehere Else to Run cumple las expectativas.

Lo anterior no quiere decir que la variedad se extienda a la temática de estos relatos. Los temas y su tratamiento son muy uniformes: en todos los relatos hay algún personaje que se enfrenta a una situación de la que no es fácil salir. En el horizonte atisban una posible salida a una nueva vida, o una transformación, porque no hay ninguna opción en la vida que llevaban hasta ese instante. En ‘Mainstream’, una mujer separada viaja hasta Perth acompañada de su hijo autista, completamente decidida a dejar al chico en compañía de su padre. No aceptará un no por respuesta. En ‘The Greatest Showbag on Earth’, un padre de familia apenas puede enfrentarse al hecho de que su esposa se haya marchado, y la compañía de sus hijos al Show de Pascua en Sydney le resulta prácticamente intolerable.

Leñadores en el Show de Pascuas en Sydney. Fotografía de Saberwyn.
En otro de los relatos que quisiera destacar, ‘Forget About the Prices’, una madre consigue localizar a su hijo, que ha huido de casa, en una remota localidad del norte de Queensland. Fuera de su elemento, la mujer se esfuerza por reconectar con su hijo, de quien lo único que sabemos es que ha sido objeto de alguna discriminación o humillación. El relato es sucinto y apropiadamente económico en palabras. Tras una cena durante la cual ella subraya que el joven no debe tener reparo alguno sobre lo que pueda costar lo que pida, la madre insiste en comprarle un helado como cuando era niño e inocente.

Naturalmente, en una colección en la que hay un hilo temático conductor, no todos los relatos tienen la misma fuerza o causan el mismo impacto. Algunos de ellos son más bien flojos por la técnica que Middleton emplea en ellos. En concreto, ‘Burnt Hill Farm’ me resultó decepcionante por su formato. Está elaborado como una especie de diario de entradas anuales acerca de las vacaciones de Pascua de dos familias a lo largo de dos décadas. En cada una de las entradas el narrador, aparentemente omnisciente adopta el punto de vista de uno de los personajes. El resultado final me pareció más bien caótico por lo excesivamente escueto.

Quizás el cuento más logrado sea ‘The Fields of Early Sorrow’, que ya había sido galardonado en 2010 con el Premio de Relatos Breves del diario de Melbourne The Age, y que todavía puede leerse en línea, aquí. Un estresado editor de un periódico de Victoria lleva a su hermana pequeña, toxicómana, a una remota residencia de desintoxicación en las montañas del norte de Nueva Gales del Sur. En la primera parada que hacen rumbo a su destino final, la chica, Katie, desaparece del camping y parque de caravanas que han escogido para pernoctar. Alarmado, sale a la carretera en su búsqueda. Cuando no halla rastro de ella, regresa al camping, pero antes divisa una figura solitaria en el autocine abandonado cercano. En un momento de enternecedora sinceridad, la chica confiesa sus más íntimos sentimientos de desesperanza cuando rememora la nostalgia de la felicidad infantil perdida: “Si no voy a volver a sentirla, ¿de qué sirve todo esto? ¿No se suponía acaso que la vida es la búsqueda de la felicidad? Ya he sufrido suficiente vergüenza para toda una vida. Esta desesperanza constante parece ser la verdad absoluta. Hasta los más pequeños momentos de felicidad que recuerdo me parecen fútiles cuando los comparo con el enorme peso de este sentimiento. No hay respiro alguno, al menos no lo hay para mí.” (p. 102, mi traducción)

Middleton escribe en una prosa económica, sin exceso de detalles, y permite al lector llenar huecos que de otro modo harían el relato mucho más extenso y farragoso. En casi todos los relatos de este volumen los personajes sufren o han sufrido una importante pérdida personal, pero Middleton es debidamente comedido en la construcción de personajes. Es una prosa que en cierto modo recuerda a la de Tim Winton en sus primeros libros de relatos: personajes en su mayoría de pocas palabras, descripciones escuetas pero ajustadas a lo que dicta la necesidad del relato. Es una nueva y sugestiva voz en la narrativa australiana contemporánea, y sería deseable que siga en esta línea que se ha marcado de elaborar un retrato realista de la clase media australiana urbana en la segunda década del siglo XXI.

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