30 abr 2016

Reseña: El origen de la tristeza, de Pablo Ramos

Pablo Ramos, El origen de la tristeza (Barcelona: Malpaso, 2014). 168 páginas.
Tres episodios en la vida de un muchacho, Gabriel, que ronda los doce años y vive en las afueras del gran Buenos Aires, allí “donde el terraplén del ferrocarril Roca se eleva separándolo de las torres Güemes. Y muere bien abajo: contra el arroyo Sarandí, […] y del otro lado los primeros ranchos de la enorme villa Mariel” (p. 65), componen esta nouvelle del argentino Pablo Ramos. Es el barrio del Viaducto, que hace frontera con las villas, ese territorio bastante comprometido donde la ley no termina de imponer su autoridad.

Como para darse un baño, vamos. El arroyo Sarandí. Fotografía tomada de villacorina.blogspot.com
Gabriel, o Gavilán, como le llaman sus amigos, es uno de “los Pibes [que] parábamos en la esquina de Magán y Rivadavia”. Quién no se ha pasado miles de horas en esa esquina que se constituye como centro del universo de la temprana adolescencia, escenario de trifulcas, desafíos y discusiones bizantinas, paradero de unos jóvenes que ni tienen otro lugar dónde acudir ni cuentan con los recursos para mejorar la oferta de entretención fuera del horario escolar. Todos tuvimos alguna esquina.

En el primer capítulo, ‘El regalo’, Gabriel acompaña a su amigo Rolando al cementerio para aprender de este hombre alcoholizado cómo manejar el ‘negocio’ del cuidado de tumbas y mausoleos. Su primera excursión nocturna termina bastante mal. Tras otra visita al cementerio y otro incidente, a Rolando lo apresan y Gabriel tendrá que esconderse durante algún tiempo, pero consigue un pequeño botín, algo que tiene pensado en regalarle a su mamá por su cumpleaños y que desgraciadamente le dejará un malísimo recuerdo.

La segunda parte lleva por título ‘El incendio del arroyo’. La pandilla de los Pibes escapa del barrio cuando el arroyo, una corriente de pura podredumbre y polución tóxica, se prende. Aprovechando el desbarajuste que trae la presencia de bomberos y policía, los Pibes invaden una especie de bodega ilegal donde un tipo vende vino. Tras beberse unas cuantas botellas, hacen acopio de damajuanas llenas y emprenden el regreso al barrio cuando ya es noche cerrada. El periplo de retorno está lleno de peripecias y anécdotas, incluida la pérdida del vino, pero el desenlace final es también desesperanzador.

El capítulo final, ‘El estaño de los peces’, es también un relato de amargura. La sempiterna crisis económica argentina se lleva por delante el taller del padre de Gabriel. Sin un sostén económico, la familia se quiebra, y Gabriel lleva a cabo una acción cruel y absurda que es en realidad una reacción muy instintiva, hasta cierto punto lógica cuando a un joven le quitan todo lo que podría haberle proporcionado unos visos de la esquiva felicidad.

El mayor acierto de El origen de la tristeza es la voz clara y segura del joven narrador. Con la narración autobiográfica de Gabriel, Ramos construye un personaje que es más que verosímil: se hace de carne y hueso ante nuestros ojos, nos permite acompañarle por el cementerio o mientras vadea el arroyo fétido, elimina toda posible distancia entre sus vivencias y nosotros, y nos expresa sus sentimientos con humor ácido. El libro rezuma amargura: los problemas de la sociedad porteña (en realidad los problemas de cualquier comunidad que vive en las periferias de las grandes urbes globales, al borde de un bienestar que se puede ver, pero nunca disfrutar) quedan expuestos a través de los ojos de este Gavilán de doce años, que busca su escapismo en el vino dulzón y barato y en la masturbación. De Gabriel no se puede decir que pierde la inocencia, puesto que eso es algo que en realidad nunca ha llegado a poseer verdaderamente.

Destacar también la excelente edición de Malpaso, a pesar de alguna errata, que siempre se las arreglan para meterse. El origen de la tristeza ha sido llevada también al cine, y puede verse este tráiler en Youtube.


23 abr 2016

Reseña: Messages from Chaos, de Susan Johnson

Susan Johnson, Messages from Chaos (Artarmon: Harper & Row, 1987). 163 páginas.
¿Por qué, en el día de su veintinueve cumpleaños, en la conservadora Brisbane de los años 80, Anna Lawrence se ha encerrado en su casa, en la que normalmente vive sola? Hoy, sin embargo, tiene con ella al pequeño Adam, el hijo del hombre al que se ha entregado en cuerpo y espíritu desde que tuvo, por así decirlo, uso de razón.

Esta corta novela data de 1987, pero no deja de tener actualidad. Para empezar, algo que me sorprendió muy gratamente en una obra literaria de la década de los 80, una narradora que se declara poco fiable en la primera oración de su narración en primera persona: “Si hubiera de ser honesta, que no lo soy, podría revelar que desde siempre me he considerado especial. Siempre imaginé que mi vida sería, de algún modo, altamente sofisticada; que me ocurriría algo que me señalaría como diferente, separada de ese mundo del montón, el de las cuatro semanas anuales de vacaciones y las sempiternas esperanzas de ganar la Loto.” (p. 1, mi traducción)

Con el trasfondo de la liberación feminista del siglo pasado – en gran medida, una asignatura todavía no superada por la sociedad occidental – Messages from Chaos está construida como una narración de tipo confesional. Anna Lawrence cuenta su propia historia, en cierto modo una Bildungsroman de dificultades y conflictos, algunos de ellos meramente internos. Hay también algunos pasajes escritos en tercera persona, que añaden una cierta distancia y equilibrio.

Brisbane. Fotografía de Troy Keith.
Atractiva es asimismo la estructura narrativa, que alterna entre el pasado de Anna y el presente, encerrada en su casa con Adam. Naturalmente, se producen huecos que, antes que causar perplejidad, ayudan al lector a crearse una mejor idea de la caracterización de los personajes.

La muchacha de 19 años que fue Anna Lawrence se enamora de Jimmy West, hombre casado, muy seguro de sí mismo. Un verdadero don Juan, un conquistador irreprimible que dicta los términos de las muchas relaciones que irá manteniendo a lo largo de los años en los que forma parte de la vida de Anna. Esta vive siempre con la secreta esperanza de que algún día ella sea la elegida, la que consiga el botín, el premio de una vida “normal” con Jimmy.

Cuando ocurre el previsible embarazo, Jimmy se niega a hacerse cargo y, más o menos, la obliga a abortar. Estos son quizás los momentos más duros para Anna, que no sabe ver la indiferencia, la insensibilidad que definen a West. Transcurridos unos meses, Anna toma la decisión de marcharse de Australia. Jimmy no quiere renunciar a ella, pero tampoco consigue disuadirla. En Grecia, Anna podrá encontrar refugio y vivir una vida enriquecedora para su espíritu, entablando una profunda amistad con otra Anna.

Las cartas de Jimmy se vuelven cada vez más esporádicas y ridículas. Pero cuando su mujer, Ros, se queda embarazada, Jimmy le escribe varias cartas a Anna, y con la última de ellas la convence para regresar a Brisbane:
“Ros ha tenido un niño. Quiere llamarlo Adam, que supongo que es un poco mejor que Trent, o Nathan, y solo ligeramente peor que Alexander, o Joshua. ¿Y por qué no Cliff, o Percy, o Norm? A la clase media le gusta marcar a sus hijos temprano, ¿no? […] El parto fue asqueroso, Ros dijo ‘A la mierda con el parto natural, denme drogas’. Intenté que me las dieran a mí también, pero nadie lo permitió. Esto ha terminado de confirmar todos mis prejuicios contra los bebés, estoy intentando convencer a Ros de que se lo dé a alguna pareja ambiciosa que no tenga niños de un barrio bien. ¿Cuándo piensas venir a casa a librarme de todo esto? Estoy rodeado de mujeres lactantes, nunca más podré mirar una teta sin pensar en la puta leche. Te extraño, Anna. ¿Piensas en mí a veces?” (p. 134, mi traducción)
Anna regresará finalmente a Brisbane. ¿Conseguirá que Jimmy la reconozca como objeto de sus deseos y renuncie al egoísmo y la cicatería que lo han caracterizado durante una década? ¿O volverá Jimmy a las andadas, relegándola al papel de amante segundona a la que dedicar días fijos de la semana?

Con un desenlace sorprendente, Messages from Chaos resulta ser una excelente primera novela de una autora australiana que nunca ha alcanzado la fama que probablemente merecería. Más sorprendente es, sin embargo, que nadie se haya decidido a llevarla al cine: con este excelente texto y unos personajes muy bien dibujados se podría haber hecho una buena película, no me cabe ninguna duda.

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