28 feb 2017

Reseña: Our Ecstatic Days, de Steve Erickson

Steve Erickson, Our Ecstatic Days (Nueva York: Simon & Schuster, 2005). 317 páginas.
Algo muy inusual le sucede al lector al llegar a la página 83 de Our Ecstatic Days. De pronto, el texto rompe los márgenes y las convenciones y sigue una línea horizontal, sobre aproximadamente los tres cuartos de página, de forma autónoma y aparentemente independiente del resto de la novela.
Crack! Snap! Aquí se ha roto el hilo narrativo. ¡Buena suerte, lector!
Lo que el autor nos propone son por tanto dos textos paralelos. Como lector, puedes escoger leer esa línea tan porfiada y seguirla hasta la página 315, donde esa opción de lectura vuelve a confluir (de una manera ciertamente elegante, me atrevo a calificarla incluso de hermosa) con el grueso de la narración, y luego retomar el libro donde lo dejaste (es un decir). O puedes seguir tratando de leer el libro de una forma que podríamos llamar convencional, para luego retroceder hasta la página 83 y seguir esa extraña senda paralela.

Se trata pues de un experimento narrativo, muy apropiado para un libro extraño, difícil sin ser opaco, en el cual se dan también otros caprichos tipográficos (el texto se estrecha o se expande sobre el papel hasta adoptar extrañas formas), cuya motivación no me quedó nada clara.

En 2004, una mujer llamada Kristin acaba de ser madre por vez primera. Ha regresado de Tokio a Los Ángeles con su hijo Kirk (¡forma abreviada de Kierkegaard!). Un día se abre en el centro de la ciudad un agujero, y de él empieza a manar agua, que con el tiempo forma un enorme lago que sumerge gran parte del valle de Los Ángeles bajo el agua. Las investigaciones geológicas iniciadas por las autoridades no dan resultado alguno, y con el tiempo, todo el mundo se desentiende y se acostumbra al agua.

Imagínatela sumergida bajo un lago. Fotografía procedente de Wikicommons.

La narración da varios saltos en el tiempo, y de 2004 pasamos a 2009, a 2017 y 2018, y el tiempo narrativo parece expandirse hasta finales del presente siglo, en un relato extraño y fragmentado, en un tono a caballo entre lo lirico y lo onírico, ubicado en un escenario de mundo distópico y cuasi-apocalíptico, en el que parece haber un enfrentamiento constante entre un gobierno cuya ideología no queda identificada y unas guerrillas rebeldes.

En el primer periodo de la secuencia narrativa, Kristin, hastiada de la situación de caos que amenaza a su hijo, toma una góndola y se adentra en las aguas del lago. Se sumerge para buscar el origen del agua que está haciendo zozobrar la normalidad de las vidas de todo el mundo. Cuando regresa a la góndola, Kirk ya no está. En su retina hay una imagen poco fiable de un niño que está siendo llevado en volandas por búhos ¿Se trata de Kirk? ¿Ha vivido un mal sueño o una realidad insoportable?

Pasados unos años, Kristin se ha transformado en Lulu Blu, ganándose los cuartos sometiendo a hombres de mucho poder y dinero a sesiones de dominio masoquista. El gentío de Los Ángeles venera en las orillas a una Santa Kristina del Lago, una mujer que, desnuda y desesperada, navegaba las aguas del lago buscando a un hijo desaparecido o muerto.

Especialmente sugestiva en la primera parte del libro es la serie de cartas que llegan al antiguo hotel donde vive Kristin, dirigidas a otra mujer llamada Kristin, y cuyo autor parece ser el joven que se enfrentó a los tanques en la Plaza de Tiananmen. En la siguiente sección, ese hombre (de nombre Wang) ha pasado a ser el lider político-militar de un movimiento de resistencia. ¿Resistencia contra qué? ¿Realmente es necesario saberlo?

Con cada progresión temporal, el escenario es cada vez más sombrío. Lulu Blu y su hija adoptada, Brontë (que ha heredado el negocio de Dominatriz Mayor de la Ciudad) huyen del Lago Zero tras engañar a un millonario. En su huida en tren llegan a un pueblo perdido en medio de algún lugar (¿Nevada?¿Arizona?) castigado permanentemente por brutales tormentas eléctricas. Quedan atrapadas en el único hotel del lugar, rodeadas de huraños personajes y sumidas en el laberinto de tener muchas preguntas sin recibir ninguna respuesta. Cuando la mesera india da a luz a un niño y se marcha del lugar, Lulu Blu/Kristin y Brontë deciden regresar a Los Ángeles.

Our Ecstatic Days no es una lectura fácil, pero a mi entender, recompensa al lector que hace un esfuerzo. Puede que sea un excelente representante de la vertiente Finnegans que Vila-Matas propugna en el libro que leí inmediatamente antes que éste, Chet Baker piensa en su arte. Por otra parte, algunos de los temas que trata Erickson son muy relevantes: el dolor por la pérdida de un hijo, o la desesperanza ante el caos que nos parece prometer esta época tan espectacularmente vir(tu)al donde la realidad es falsa y la falsedad es verdad.

¡Al agua patos! De cabeza al lago, y sin flotador, gracias.

22 feb 2017

Reseña: Chet Baker piensa en su arte, de Enrique Vila-Matas

Enrique Vila-Matas, Chet Baker piensa en su arte (Barcelona, Debolsillo, 2011). 350 páginas.
Leo con religiosa fidelidad las columnas que escribe Enrique Vila-Matas para El País, pero no porque sean especialmente reveladoras. Más bien porque siempre entreteje una sutil ironía entre las líneas de dichas columnas, y porque logran dejarme un buen gusto de boca frente a lo que suele ser un cartel de acompañamiento tedioso, cuando no totalmente estéril. Y es ahora cuando leo por vez primera estos relatos selectos del autor barcelonés, quien, por cierto, se ha labrado una buena reputación fuera de España, algo que dice mucho en favor de sus traductores.

El éxito, sea allende los Pirineos o más allá del charco, suele por regla general despertar más envidias que ser causante de reconocimientos entre el establishment literario hispano. Fenómeno que, por otra parte, se extiende a otros campos. Pero me estoy yendo por los cerros de Úbeda, así que mejor volvamos al libro de Vila-Matas.

Chet Baker piensa en su arte lo componen relatos en su mayoría cortos, ingeniosos y divertidos la mayoría de ellos. Solamente dos, el que da título al libro y ‘El hijo del columpio’ superan las 40 páginas. Las obsesiones temáticas del autor están presentes en muchos de ellos. La brutal demolición de los límites que separan realidad y ficción es el tema central de relatos como ‘Una casa para siempre’ o ‘El arte de desaparecer’, por mencionar dos estupendos ejemplos. ‘El efecto de un cuento’, el segundo del volumen, indaga en la cuestión de si el poder que ejerce la ficción sobre el lector no será, al fin y al cabo, una ficción misma.

Otro de los relatos que destacan es ‘Me dicen que diga quién soy’, un juego de falsos espejos entre un narrador que interpela a un pintor que viaja a bordo de un barco que se dirige a un ficticio país llamado Babákua. El pintor es conocido por sus retratos de los habitantes de ese país, el cual no ha visitado nunca.

Si me apuran, diría que el borrado de los límites entre lo que se supone ficción y lo que creemos realidad es un tema presente de manera explícita o implícita en todos los relatos de este volumen. ‘Porque ella no me lo pidió’ es un magistral juego entre ficción y realidad, al que Vila-Matas le añade jugosísimos elementos metaliterarios.

Pero son dos los relatos que, a mi entender, sobresalen por encima de todos. El primero es ‘El hijo del columpio’, un relato narrado en primera persona por un tipo mezquino y sin escrúpulos, hijo de empresario y heredero en espera de una gran fortuna. Cuando un día recibe la invitación de un empleado de muy bajo rango que está a punto de jubilarse, se lo toma a mofa. Pero su padre le insiste que debe acudir junto con su esposa (que parece ser una especie de alcohólica dominatrix). El empleado es conocido en las oficinas y almacenes de la empresa como Hong Kong, a fuerza de haber contado repetidísimas veces la misma historia de cuando estaba en Melilla haciendo el servicio militar, y cómo se hizo pasar por loco (para librarse de la mili) repitiendo una y otra vez la frase “Todos conocemos Hong Kong”.
¡Todos conocemos Hong Kong! Pero, ¿sabemos lo que allí nos espera?

Finalmente, el heredero y su esposa acuden al humilde hogar de Hong Kong y su esposa, bien pertrechados de alcohol, pese a que resulta que sus anfitriones no beben. La velada deriva en una sorprendente revelación que deja completamente trastabillado y confuso al hijo del empresario, a quien, después de haber contado algunos chistes malos en el trabajo, sus compañeros han comenzado a llamarle también Hong Kong. Es un relato que aborda de manera magistral el tema de los secretos vitales y lo importante que puede ser su revelación.

El otro relato a destacar es el que da nombre al libro. Vila-Matas lo llama “ficción crítica”, y en verdad que es en buena medida un hibrido entre ensayo literario y relato, de cuya versión más convencional tiene apenas unos pocos elementos. En un hotel de la ciudad italiana de Turín un escritor-crítico-traductor quiere poner por escrito sus obsesivas ideas en torno a la pregunta del millón de dólares: la cuestión de si sería posible hacer confluir lo que él llama las dos vertientes disociadas de la novela. Por un lado, la vertiente Finnegans (la literatura opaca, difícil que representa Joyce con su última obra) y la vertiente Hire, que viene a designar lo convencionalmente narrativo, con su planteamiento, nudo y desenlace, en homenaje al personaje Monsieur Hire, de la novela Les Fiançailles de M. Hire, de Georges Simenon.

La cosa tiene pinta de irse por la vertiente Finnegans, más que nada, porque sospecho que habrá Guinness... Fotografía de Kippelboy
Un relato plagado de referencias intertextuales, de saludos y reverencias a autores muertos y vivos, un ficticio ensayo crítico en el que ante todo destaca el autor-narrador, quien tras hacer acto de presencia decide evadirse, desaparecer y dejarnos la gran interrogante, sin una respuesta claramente dilucidada. O quizás pudiéramos hallar una posible respuesta contraponiendo lo que nos propone como lectores esta ficción crítica a la innovadora y sugerente invitación que constituye otro de los relatos, el ya mencionado ‘Porque ella no me lo pidió’. Sea como fuere, para mí leer a Vila-Matas es un verdadero disfrute, pues acepto por lo general tanto la vertiente difícil y vanguardista como la más convencional y tradicionalista. La cuestión es, en definitiva, leer.

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