25 mar 2017

Reseña: No ficción, de Alberto Fuguet

Alberto Fuguet, No ficción (Santiago de Chile: Penguin Random House, 2015). 174 páginas.
La carne es débil, dice el viejo dicho tan popular. Pero más débil puede llegar a ser la calidad de una obra literaria construida sobre una premisa enormemente forzada, poco madurada y pobremente ejecutada. El resultado, como en el caso de No ficción, será inevitablemente decepcionante.

Dos amigos chilenos, dos hueones: Alex y Renzo. Alex es escritor y cineasta, y ha llegado a saborear las mieles del éxito. Renzo es el perdedor, el dañado, el que ha vivido a la sombra (y de los favores) de su amigo. Después de muchos años, Alex visita a Renzo en su departamento “monoambiental” del centro de Santiago de Chile una tarde de estío.

Quienes eran muy buenos amigos están ahora enfrentados. Alex quiere tratar de entender qué demonios pasó para que una amistad tan buena se fuera al garete. Alex quería consumar la amistad con Renzo con algo más que abrazos, pero Renzo se negó y de ahí surgió el conflicto y la ruptura. Pero de la lectura de esta ¿novela? (174 páginas de diálogo con muchas líneas ocupadas por los consabidos puntos suspensivos del silencio no le otorgan realmente la talla) deja en claro que ninguno de los dos personajes (no hay otros) sabe a ciencia cierta en qué consistía su relación. Escribir un libro sobre la base de ese desconocimiento entraña muchos riesgos.

Me apuesto un brazo que Renzo y Alex no pusieron un candado en el famoso puente de los candados en Providencia...
El diálogo es reiterativo y circular. Y el hecho de que Alex y Renzo se mamen una botella (¿o son dos? Caray, perdí la cuenta) de whiskey no podría justificar tanta repetición y circularidad en una obra literaria que se precie. Para realities, la TV, gracias. ¡Es tan fácil desconectarla!

Quizás lo único que pudiera salvarse de este librito de Fuguet es el habla de un cierto sector de la población santiaguina, que recoge el escritor con bastante fidelidad. Dentro de unos cincuenta años, imagino, capaz que constituya un legado lingüístico que se estudie con lupa. O no.

Lo dicho. Una idea no sirve para construir una novela si los otros recursos narrativos son tan escasos (dos personajes sin enjundia y frases y silencios repetidos hasta el aburrimiento). Aunque ya se la compré, señor Fuguet, no se la compro. ¿Cachai?

19 mar 2017

Reseña: Dissident Gardens, de Jonathan Lethem

Jonathan Lethem, Dissident Gardens (Londres: Jonathan Cape, 2014). 366 páginas.
‘Make America Great Again’, dice el eslogan de la marioneta del pelo teñido. Es como si de un plumazo hubiera borrado la historia del siglo XX y ya nadie quisiera recordárnosla. Por suerte (y solo a medias) Lethem se empeñó en escribir una novela que nos refrescara la memoria, que nos hiciera ver que en los EE.UU. hubo un significativo movimiento izquierdista, aplastado por el McCarthyismo. Pero el problema es que mucha gente no lee. Y en el caso de Jonathan Lethem, puede que haya casi buenas razones para que ello ocurra.

La trama (o, mejor dicho, el Guadiana de línea argumental que es el libro) gira en torno a tres generaciones de una misma familia judía emigrada tras la Segunda Guerra Mundial a Nueva York. Corre una noche de 1955 y Rose Angrush Zimmer recibe en su casa a un grupo del Partido Comunista, cuya misión es comunicarle su expulsión del partido. ¿El motivo? Porque se acuesta con un policía negro, Douglas Lookins. Su marido, Albert Zimmer, ha huido hace tiempo de Nueva York para regresar a Alemania – la que era por entonces Alemania del Este.

Senator McCarthy. How at ease would he be with Putin's influence on USA politics these days?
Rose tiene sin embargo una hija, Miriam, a la que tendrá que criar sola. Miriam crece aprendiendo mucho sobre libertad y derechos, y a pesar de la dureza con que la educa Rose, termina siendo una mujer inteligente y decidida, que se junta con un cantautor irlandés, Tom Gogan. Los dos llevarán una vida bohemia en el corazón de la mejor época hippie y tendrán un hijo, Sergius. Mas cuando deciden emprender un viaje a Nicaragua para dar su apoyo a los Sandinistas, Miriam y Tom han sellado su destino sin saberlo. Sergius crecerá a partir de ese momento con los cuáqueros, en una residencia para estudiantes.

Pero es sin duda alguna Rose el personaje central de esta historia. Una versión femenina del matón de barrio con una clara predisposición ideológica, Rose no cede ante nada ni nadie, y cuando el Partido la expulsa, decide seguir luchando por su cuenta, en el seno de su comunidad, de su barrio. El principal beneficiario de esos esfuerzos será el hijo del policía, Cicero Lookins, quien en cierto modo ejemplifica la realización de una de las versiones del gran American Dream: cómo llegar a ser profesor de universidad desde el seno de una familia afroamericana de clase trabajadora.

Escrita desde una multitud de puntos de vista narrativos, Dissident Gardens adolece en mi opinión de varios defectos. El principal de estos es que cuenta con una escritura sobre-elaborada, barroca y pesada. Lethem trabaja el material con exceso, y con la excepción del capítulo integrado exclusivamente por las cartas de Albert a Miriam (y la respuesta final de ésta a su padre), la lectura me resultó fatigosa.

Otro de los defectos (siempre en mi opinión) es que la novela está construida más sobre la base de anécdotas, rumores y circunstancias históricas que en torno a una trama propiamente dicha. Los continuos saltos adelante y hacia atrás en el tiempo no ayudan a crear un soporte narrativo adecuado. Lethem parece buscar transmitir la idea de que la caza de brujas es un estado permanente de existencia en los Estados Unidos; al menos eso parece deducirse del capítulo final.

Por Dissident Gardens transitan todos los temas posibles: el consumo de drogas en la era de Acuario, la música de protesta, el feminismo, el racismo, el pacifismo, el sexo interracial, heterosexual y homosexual, la filosofía, la tradición religiosa y el ateísmo, la literatura norteamericana de la segunda mitad del siglo XX, y muchos más que quedan en el tintero. Un auténtico potpourri que, al menos en mi caso, ha supuesto una experiencia lectora cargante, laboriosa y poco placentera.

Si aun así te decides a leerla, puedes encontrarla tanto en castellano (Los jardines de la disidencia, publicada por Random House en traducción de Cruz Rodríguez Juiz) com en català (Els jardins de la dissidència, publicada per Angle Editorial, amb traducció a càrrec de Ferran Ràfols Gesa.

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