Jonathan Lethem, Dissident Gardens (Londres: Jonathan Cape, 2014). 366 páginas.
‘Make America
Great Again’, dice el eslogan de la marioneta del pelo teñido. Es como si de un
plumazo hubiera borrado la historia del siglo XX y ya nadie quisiera
recordárnosla. Por suerte (y solo a medias) Lethem se empeñó en escribir una
novela que nos refrescara la memoria, que nos hiciera ver que en los EE.UU. hubo
un significativo movimiento izquierdista, aplastado por el McCarthyismo. Pero el
problema es que mucha gente no lee. Y en el caso de Jonathan Lethem, puede que
haya casi buenas razones para que ello ocurra.
La trama (o, mejor
dicho, el Guadiana de línea argumental que es el libro) gira en torno a tres
generaciones de una misma familia judía emigrada tras la Segunda Guerra Mundial
a Nueva York. Corre una noche de 1955 y Rose Angrush Zimmer recibe en su casa a
un grupo del Partido Comunista, cuya misión es comunicarle su expulsión del
partido. ¿El motivo? Porque se acuesta con un policía negro, Douglas Lookins. Su
marido, Albert Zimmer, ha huido hace tiempo de Nueva York para regresar a
Alemania – la que era por entonces Alemania del Este.
Senator McCarthy. How at ease would he be with Putin's influence on USA politics these days? |
Rose tiene sin
embargo una hija, Miriam, a la que tendrá que criar sola. Miriam crece
aprendiendo mucho sobre libertad y derechos, y a pesar de la dureza con que la
educa Rose, termina siendo una mujer inteligente y decidida, que se junta con
un cantautor irlandés, Tom Gogan. Los dos llevarán una vida bohemia en el corazón
de la mejor época hippie y tendrán un hijo, Sergius. Mas cuando deciden
emprender un viaje a Nicaragua para dar su apoyo a los Sandinistas, Miriam y
Tom han sellado su destino sin saberlo. Sergius crecerá a partir de ese momento
con los cuáqueros, en una residencia para estudiantes.
Pero es sin duda
alguna Rose el personaje central de esta historia. Una versión femenina del
matón de barrio con una clara predisposición ideológica, Rose no cede ante nada
ni nadie, y cuando el Partido la expulsa, decide seguir luchando por su cuenta,
en el seno de su comunidad, de su barrio. El principal beneficiario de esos
esfuerzos será el hijo del policía, Cicero Lookins, quien en cierto modo
ejemplifica la realización de una de las versiones del gran American Dream: cómo llegar a ser
profesor de universidad desde el seno de una familia afroamericana de clase
trabajadora.
Escrita desde una
multitud de puntos de vista narrativos, Dissident Gardens adolece en mi opinión
de varios defectos. El principal de estos es que cuenta con una escritura
sobre-elaborada, barroca y pesada. Lethem trabaja el material con exceso, y con
la excepción del capítulo integrado exclusivamente por las cartas de Albert a
Miriam (y la respuesta final de ésta a su padre), la lectura me resultó
fatigosa.
Otro de los
defectos (siempre en mi opinión) es que la novela está construida más sobre la
base de anécdotas, rumores y circunstancias históricas que en torno a una trama
propiamente dicha. Los continuos saltos adelante y hacia atrás en el tiempo no
ayudan a crear un soporte narrativo adecuado. Lethem parece buscar transmitir
la idea de que la caza de brujas es un estado permanente de existencia en los
Estados Unidos; al menos eso parece deducirse del capítulo final.
Por Dissident Gardens transitan todos los
temas posibles: el consumo de drogas en la era de Acuario, la música de protesta,
el feminismo, el racismo, el pacifismo, el sexo interracial, heterosexual y
homosexual, la filosofía, la tradición religiosa y el ateísmo, la literatura norteamericana
de la segunda mitad del siglo XX, y muchos más que quedan en el tintero. Un auténtico
potpourri que, al menos en mi caso,
ha supuesto una experiencia lectora cargante, laboriosa y poco placentera.
Si aun así te
decides a leerla, puedes encontrarla tanto en castellano (Los jardines de la disidencia, publicada por Random House en traducción
de Cruz Rodríguez Juiz) com
en català (Els jardins de la dissidència,
publicada per Angle Editorial, amb traducció a càrrec de Ferran Ràfols Gesa.
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