24 ene 2020

Reseña: Seven Types of Atheism, de John Gray

John Gray, Seven Types of Atheism (Londres: Penguin: 2018) 170 páginas.

La idea de que no que no existe un ente supremo que haya creado el mundo no es nueva. Esa es una de las primeras observaciones en este curioso y sugestivo librito del filósofo inglés John Gray. El ateísmo, viene a decir Gray, incluye cualquier religión que carezca de la creencia en un Creador, así, en mayúsculas. Ya en las antiguas Grecia, Roma, India y China hubo tendencias, llamémoslas religiosas, que no precisaban de confiar en un ser omnipotente. Por lo tanto, cuando hablamos de ateísmo, no debemos únicamente considerar los sistemas de pensamiento materialista más modernos.

Para mí, lo mejor y más atractivo de este libro es cómo Gray trata de probar que la formación religiosa que todos hemos recibido influye de manera decisiva en nuestra concepción del mundo. Dicho de otra manera, el ateísmo secular, lo queramos o no, contrae una enorme deuda tanto metodológica como epistemológica con la religión cristiana principalmente, en tanto que se adhiere al concepto de progreso como objetivo o meta de la humanidad: “Cuando la religión en la Europa del siglo XVIII comenzó a ser reemplazada por credos seculares, no se abandonó el mito cristiano de la historia como drama redentor, sino que fue renovado por medio de uno de progreso mediante los esfuerzos colectivos de la humanidad. Nada de este calibre pudiera haberse desarrollado a partir de las religiones politeístas, las cuales dan por hecho que los seres humanos siempre tendrán metas y valores dispares.” (p. 25, mi traducción )

Ideas y conceptos binarios como el bien frente al mal, que se esgrimen sin ningún pudor en sistemas de pensamiento que niegan la existencia de un dios, son claramente herencia de sistemas religiosos como el cristianismo, que tanta influencia ha tenido (y tiene) en el mundo actual: “Para quienes creen en el progreso [no me cuento entre ellos, que conste] cualquier regresión que pueda ocurrir puede ser únicamente un alto temporal en una marcha de progreso hacia un mundo mejor. Sin embrago, si se observa el registro histórico sin esos prejuicios modernos, uno tendrá dificultad en detectar un hilo continuo de mejora. El triunfo del Cristianismo trajo consigo la casi destrucción de la civilización clásica. Bibliotecas y museos, templos y estatuas, fueron demolidos o desfigurados a gran escala en lo que ha sido descrito como ‘la mayor destrucción de arte que el mundo haya visto’. La vida diaria se vio constreñida con una represión sin precedentes. Aunque no había en el mundo pagano ni una pizca de la preocupación liberal por la libertad individual, el pluralismo en los modos de vivir era algo aceptado con completa naturalidad.” (p. 26-27, mi traducción)

El libro cubre la historia de las filosofías ateístas en siete capítulos. De ahí los siete tipos. El itinerario incluye a grandes figuras del pensamiento y de la literatura a lo largo de la historia. Desde John Stuart Mill a Bertrand Russell o Marx, pasando por Nietzsche, Schopenhauer, el Marqués de Sade, Ayn Rand, Hitler, Empson, Santayana, Joseph Conrad y Spinoza, entre muchos otros. Mención aparte merece la inclusión de un delirante visionario anabaptista del siglo XVI, Jon Bockelson, y su breve reinado en la ciudad alemana de Münster.
Jan van Leiden, también conocido como John Bockelson. Vivió apenas 25 años, pero llegó a autoproclamarse Rey de la Nueva Jerusalén. 
La idea que me quedo de este libro es que muchos confundimos el aborrecimiento de la iglesia cristiana (no solamente la católica) con un sistema filosófico ateísta. Gray viene a recalcar que no son conceptos perfectamente opuestos, puesto que . Según él, el ateísmo en estado puro no existe, pues todos hemos sido influidos y modelados en sistemas educativos que han inculcado la idea de la divinidad o la providencia (contra la cual nos hemos rebelado, sin duda, pero más contra sus representantes que las ideas mismas).
Además de judío, ateo. Baruch Spinoza lo habría pasado en grande en la España de 1492, ¿verdad que sí? 
En relación con la tradición estoica y Spinozista, dice Gray que “las libertades liberales solamente pueden tener un valor indirecto para el conjunto de la humanidad. Tampoco pueden tener mucho valor para los pocos que son racionales, quienes serán tan libres viviendo bajo una tiranía como lo serían dentro de un régimen liberal. […] La única libertad que importa es la libertad interna, la cual consiste […] en la aceptación de todo en este mundo es como debe ser.” Abrazar esa idea de libertad propia, interna, para pensar como uno quiera puede parecer algo simplista o incluso indulgente, y desde luego no resuelve ninguno de los muchísimos problemas que enfrontamos en nuestra época. Pero si, como mínimo, esa brizna de libertad te permite delimitar un espacio propio, de paz interior, vale la pena buscarla. Pienso que la negación de la existencia de una divinidad creadora, superior o de la naturaleza que sea es algo tan obvio que ya ni siquiera hace falta aseverarla.

Seven Types of Atheism es un libro de erudición, pero muy ameno. Gray escribe de la manera más clara y comprensible. Está ya publicado en castellano (Siete tipos de ateísmo) por Sexto Piso, en traducción de Albino Santos Mosquera.

22 ene 2020

Reseña: The Natural Way of Things, de Charlotte Wood

Charlotte Wood, The Natural Way of Things (Sydney: Allen & Unwin, 2015). 316 páginas.
El inicio de esta novela de la australiana Charlotte Wood no puede ser más inquietante e intrigante. Dos mujeres jóvenes, Yolanda y Verla, despiertan en un lugar extraño después de un sueño inducido mediante drogas. Han sido secuestradas, y el carcelero les pregunta quién de las dos quiere ser la primera. Cuando una de ellas exige saber dónde se encuentra, el carcelero le dice que no es el lugar lo que importa, sino saber en qué va a convertirse.

A las dos las esquilan como si fuesen ovejas. De hecho, el lugar se revela como una vieja granja abandonada en alguna remotísima parte del outback australiano. Poco después descubren que hay otras ocho chicas. La granja es de una extensión enorme y está rodeada por una cerca electrificada con alta tensión; no hay comunicaciones de ningún tipo y no parece que haya vecino alguno alrededor. Además de esas trece personas, solamente hay canguros y conejos, cacatúas, kookaburras y serpientes.
Los carceleros son tres. Boncer es un tipo cruel, violento, lascivo y obviamente desequilibrado. El contrapunto a Boncer es Teddy, mochilero desempleado con ganas de aventura. Y Nancy, la falsa enfermera que se ha apuntado a esta empresa para ganar dinero y cambiar de aires.

La brutalidad, la violencia y los insultos se convierten en la norma desde el primer día. ¿Por qué las han secuestrado y encarcelado en este lugar tan inhóspito? ¿Por qué las han rapado y les han dado unas ropas ridículas? ¿Por qué las encadenan y las obligan a realizar trabajos forzados y a dormir en lo que son unas sucias perreras?

Pronto las diez prisioneras atan cabos y caen en la cuenta de que hay algo que las une: todas han estado involucradas en algún escándalo sexual. Descartada la opción de que se trate de un reality, lo poco que los carceleros revelan apunta a una corporación llamada Hardings International, cuyo lema reza ‘Dignidad y Respeto en un Entorno de Protección y Seguridad’.

Con el paso de las semanas y luego los meses la anunciada visita de Hardings sigue posponiéndose, la comida comienza a agotarse y las interacciones entre prisioneras y carceleros acentúan las tensiones. De pronto, un día el suministro eléctrico se corta. Los carceleros son por tanto también víctimas de la corporación.

Desde el comienzo de la novela Wood escoge adoptar dos puntos de vista: Yolanda y Verla son mujeres muy distintas, pero la situación de brutalidad, violencia e injusticia las une. Yolanda encuentra unas trampas y se convierte en cazadora de conejos, y gracias a los roedores que atrapa ella el grupo humano sobrevive en su cárcel. Verla, por su parte, pasa tiempo recogiendo setas, poniendo a prueba su toxicidad y con un plan en la cabeza.
El método favorito de Yolanda para conseguir comida. Y conejos, en Australia, hay demasiados. Fotografía de fir0002flagstaffotos.
The Natural Way of Things pone de relieve la fuerte misoginia latente en la sociedad australiana. El lector ha de concentrarse desde un principio en la historia, los simbolismos y detalles que importan. Que la historia resulte plausible o no en nuestra época es lo de menos. Por algo se denomina ficción. La cautividad, la brutalidad, la deshumanización de las diez mujeres son las ideas en las que Wood pone el acento. Los cambios jerárquicos que tienen lugar cuando se hace evidente que Hardings ha abandonado a todos en ese lugar desolado le permiten a la narración una progresión, un desarrollo lógico y verosímil.

¿Alimento o veneno? Verla sabe lo que busca, y qué hacer con ello. Fotografía de H. Krisp.
Por supuesto que no no voy a desvelar el desenlace, pero sí quiero mencionar que no todos llegan a salir del espantoso recinto en el que han quedado encerrados, tanto los carceleros como las jóvenes prisioneras. Como no podía ser de otro modo, por cierto.

Pienso que The Natural Way of Things será llevada al cine o la televisión en un futuro no muy lejano. La narración parece en buena medida estructurada con ese objetivo último. Que sea en forma de largometraje o de serie está por ver, pero valdrá la pena, sin duda alguna.

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