13 ago 2020

Reseña: The Permanent Resident, de Roanna Gonsalves

Roanna Gonsalves, The Permanent Resident (Crawley: UWA Publishing, 2016). 285 páginas.
Con la clausura de fronteras y las fuertes restricciones al movimiento de personas que la pandemia ha traído, el programa migratorio que contribuye al sostén de la economía australiana ha cesado en 2020. Los migrantes que estaban aquí antes del cierre de fronteras están tratando por todos los medios de conseguir el estatus de residente permanente, el título de este libro de narraciones breves de Gonsalves, escritora natural de Goa (India).

El libro consta de dieciséis relatos en los que se contemplan y refieren las vicisitudes, las ambiciones soñadas y no logradas, las esperanzas quebradas y la pérdida de identidad, pero también los pequeños triunfos (que siempre son menos). Casi todos tienen como protagonista a una mujer india católica. Los relatos narran las dificultades a las que se enfrentan a su llegada a Australia. Quieren dejar atrás aspectos deleznables de su cultura de origen (el intolerable sexismo tan perfectamente detallado en ‘Up sky down sky middle water’, por ejemplo).

Las circunstancias pueden ser diferentes en algunos casos. En ‘Curry Muncher 2.0’, una joven india es testigo de la agresión racista que sufre su compañero de trabajo en un restaurante. Tras una odisea nocturna por los barrios de Sydney, el joven decide no presentar denuncia porque está esperando conseguir la residencia permanente.

En ‘CIA (Australia)’ una anestesista de origen indio presiona a la recepcionista del hospital para que calle sobre un error en el quirófano que desemboca en tragedia. Otro relato, titulado ‘The Dignity of Labour’, nos cuenta cómo el matrimonio de Deepak y Nina se viene abajo tras haber emigrado a Australia. Mientras el marido se ve obligado a realizar trabajos por debajo de la categoría a la que estaba acostumbrado en India, Nina estudia un posgrado. La fricción degenera en un terrible caso de violencia doméstica, que dejará a Nina con secuelas permanentes.

Uno de los mejores del volumen, en mi opinión, es ‘The Skit’. Una estudiante india de un MBA en una universidad australiana ha escrito un sketch y decide compartirlo con otros compatriotas en una reunión social. Tras leérselo, todos empiezan a hacerle sugerencias para que lo cambie, de manera que no hiera la susceptibilidad de los posibles lectores australianos. Gonsalves capta con sutilidad las voces, las inflexiones y manierismos lingüísticos de los comensales. Entre todos la convencen de que ha de cambiar el desenlace de su historia y hacerlo más del agrado de las autoridades para no poner en riesgo sus posibilidades de obtener la residencia permanente. La historia funciona muy bien como parábola de lo que hay que tragar para hacerse un hueco en la sociedad australiana.
¿Y qué contaba el sketch de Lynette? Pues esto:

“Era la primera vez que leía sus escritos en voz alta ante alguien, por no hablar de un grupo de personas. Al principio titubeó un poco, y al lengua se le enredó con las primeras frases del diálogo. Mas bien pronto interpretó el silencio reinante en la sala como interés, y se animó a seguir.

El relato era una amalgama de muchos otros relatos sacados de los periódicos de ese año. Una chica viene a Sydney con un visado de estudiante, asiste a una escuela privada donde aprende peluquería. Como a muchas otras antes que ella, su agente de migraciones, la escuela privada y el hombre que le estampó el visado en el pasaporte le han prometido la residencia permanente en Australia, la llamada RP. La matrícula cuesta mucho más de lo que publicitaba el folleto. Cuando ella se queja al encargado de asistencia social a los estudiantes, él se muestra muy comprensivo, la invita a su casa y después de un vaso de vino empieza a besarla. Al principio ella opone resistencia, como la buena mujer de las películas indias y las escuelas religiosas, pero él es muy mono, muy ardoroso y sabe qué hacer. Sucumbe a sus reclamos y a los que su propio cuerpo le hace. En medio de esa pasión, sin embargo, él le dice: «Llámame Mountbatten.» Luego, con los ojos cerrados, sin apenas aliento procede a llamarla guarra zorra apestosa a curry. Ella se queda pasmada. Se marcha de allí a toda prisa y decide presentar una denuncia por abuso sexual y racismo ante los juzgados locales. Él rebate las alegaciones y, utilizando los recientes escándalos de amaños de partidos de críquet entre la India y Australia, contraargumenta que ella estaba intentando comprarlo con sexo. La historia alcanzaba su desenlace en una dramática escena en la sala del tribunal: la chica es deportada y el funcionario sale impune.” (p. 42-43, mi traducción)

Aunque Gonsalves se esfuerza por mostrarnos los temores y las desagradables experiencias por las que pasan muchas inmigrantes indias en Australia, la principal pega que se le puede poner a este volumen de relatos es la excesiva uniformidad de sus tramas y temáticas. Son relatos insistentemente centrados en un grupo social específico: ciudadanas indias católicas en Australia. De las tramas no se transmite conocimiento alguno de otros grupos étnicos o sociales, ni siquiera de esa mayoría apática anglosajona que elige cada tres años a políticos y políticas que se adhieren a planteamientos abiertamente racistas. Es como si el resto de la sociedad fuera simplemente un paisaje de fondo para la exhibición de un grupo muy particular de emigrantes.

Cooks River, pintura de William Henry Broadhurst, de la colección de la Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur.
Casi todos los relatos se ubican en Sydney, pero no muestran la poderosa riqueza multicultural que el país y su moderna sociedad ofrece. Quien solamente lea esta colección de relatos se va a crear una imagen muy distorsionada de la vida en las ciudades australianas en la primera mitad del siglo XXI. Sin duda al circunscribirse a los estratos sociales que la autora conoce bien la noción de autenticidad de lo que escribe está casi garantizada, pero ¿es suficiente para abrirse paso entre la comunidad literaria de una Australia multicultural? Lo dudo.

2 ago 2020

Reseña: The Amateur Science of Love, de Craig Sherborne

Craig Sherborne, The Amateur Science of Love (Melbourne: Text, 2011). 280 páginas.
El amor, ese eterno interrogante. ¿Qué es el amor? ¿Hay una ciencia del amor, aunque sea para aficionados? Según Colin Butcher, el protagonista y narrador de esta novela del escritor neozelandés radicado en Australia, Craig Sherborne, no nos enamoramos, sino que enfermamos (“They say we fall in love. But really we fall in sickness” p. 36)

Colin escribe esta especie de confesión en lo que él denomina un cubículo de honestidad. Es un pequeño recinto en la casa que comparte con su esposa Tilda, y allí escribe todos los días lo que él considera la verdad de su relación.

El joven Colin huye de la granja de sus padres en Nueva Zelanda con la ambición de convertirse en un afamado actor en Londres. Al respecto, Norm, su padre, piensa que no sabría distinguir un Hamlet del culo por donde caga (“wouldn’t know his Hamlets from his arsehole”, p. 5) Antes de emprender esa huida, se las ingenia para llevarse a la cama a Caroline, una mujer (casada) que viene a la casa a ayudar con la limpieza un par de veces por semana.

En Londres Colin no consigue pasar de la primera prueba que le hacen en la Real Academia de Artes Dramáticas. Al menos en el albergue juvenil de la City sí puede encontrar trabajo y un minúsculo cuarto donde dormir, muy lejos de los ambiciosos objetivos profesionales que se había marcado.

Y es allí donde conoce y elige a Tilda, una australiana, quien tiene unos diez años más que él. Tilda tiene también ambiciones artísticas y, en cierto modo, también huye de algo: de un matrimonio en el que se zambulló siendo demasiado joven. Como suele ocurrir en muchos enamoramientos, el principio es fogoso y febril, pero fulminante para los bolsillos de un joven como Colin. No se puede vivir de manera estable como pareja en un albergue juvenil, ni tampoco en pensiones u hoteluchos de Ámsterdam.

De manera que ese amor y la lujuria que lo acompaña los lleva a Australia. Y en Melbourne comienzan sus desencuentros. La interdependencia de su relación los sumerge en una cada vez más absurda y funesta espiral de la que ninguno de los dos parece saber muy bien cómo evadirse. En Melbourne, Tilda descubre que está preñada, y Colin consigue convencerla para que aborte.
El azud en el río Wimmera, en Jeparit, Victoria.
Con la idea de dejar atrás el sinsabor que Melbourne tiene para ella, la pareja encuentran un lugar donde instalarse. El pueblo se llama Scintilla, en la región conocida como Wimmera, en el oeste del estado de Victoria. Por cuatro chavos compran una vieja sucursal de un banco y lo convierten en su hogar. Colin encuentra pronto trabajo en la revista semanal local, donde escribe sobre asuntos tan triviales como supuestos avistamientos de pumas (especie exótica en Australia) o el robo de tuberías.

Cuando a Tilda le diagnostican un cáncer de mama, Colin muestra su verdadera naturaleza. Tilda sobrevive, pero al lector le queda la sensación de que a Colin tanto le habría importado un desenlace positivo como uno negativo. Para él, la diferencia de edad con Tilda empieza a ser un obstáculo insalvable. Y aun así, decide proponerle matrimonio a Tilda.

Tras una plaga de ratones de dimensiones bíblicas (un fenómeno no tan inusual en esa parte de Australia), Colin conoce a Donna, la atractiva mujer de Cameron Wilkins, periodista famoso que, coincidentemente, se está muriendo de cáncer. Y ahí lo dejo.

Si The Amateur Science of Love pretende ser el retrato de lo que solamente se puede explicar como la indiferencia, insensibilidad y puro ensimismamiento de un hombre egoísta e inmaduro, la novela lo consigue. De Tilda, sin embargo, queda un dibujo mucho menos detallado: en realidad, nunca llegamos a tener su punto de vista, lo cual es lógico en tanto que la novela es una confesión de Colin. Posiblemente ese desequilibrio sea intencional por parte de Sherborne. El problema es que la trama parece ser muy próxima a la propia vida del autor.

Los capítulos, relativamente cortos, tratan de proyectar la urgencia de la escritura de Colin. La prosa de Sherborne expresa cabalmente la agitación y la frialdad del narrador para admitir su deleznable actitud destructiva de una relación que nació como amorosa y se hunde con el paso de los años. Como a los miles y miles de imbéciles que no respetan las necesarias restricciones en este tiempo de incertidumbre y riesgo constante para nuestra salud, alguien debería haberle leído la cartilla a Colin: que la vida no es ninguna fiesta. 

Si fuera cierto lo que dice Colin del amor como una enfermedad, estaba ya curado antes de entrar en la pequeña capilla donde contrajo matrimonio.

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