31 ene 2022

Reseña: The Souvenir Museum, de Elizabeth McCracken

Elizabeth McCracken, The Souvenir Museum (Londres: Jonathan Cape, 2021). 239 páginas.
Hay dos aspectos de esta colección de relatos breves de McCracken que llaman poderosamente la atención. Por un lado, la habilidad con la que la autora captura el habla de personajes variopintos, incluso de distintas procedencias geográficas. Y por otro, las sorprendentes imágenes y percepciones que transmite en sus historias. The Souvenir Museum comprende un total de doce cuentos, de los cuales cinco tienen como protagonistas a Jack y Sadie (aunque en ‘A Splinter’, una historia sobre el adolescente británico que escapa desde Nueva York a Londres para aprender el arte de la ventriloquía, solamente Jack hace acto de presencia).

El relato que abre el volumen, ‘The Irish Wedding’, derrama su humor cáustico en cada una de las páginas. Jack y Sadie acuden a la boda de la hermana de Jack en Irlanda. La familia de Jack es en realidad inglesa y todos demuestran tener un sentido del humor harto inusual, entre lo manifiestamente escatológico y el sarcasmo más puro y duro. Sadie, estadounidense de pura cepa, revienta la ceremonia del corte de la tarta nupcial cuando el padre de Jack pronuncia una frase intraducible (“The bride and groom will now cut the cheese”) en honor a la parte holandesa de la boda que tanto en Canadá como en los Estados Unidos tiene una acepción muy tosca: soltar un pedo.

Pero no sería cierto decir que los cuentos de The Souvenir Museum son una colección cómica. No lo son, a pesar de recoger muchas escenas humorísticas y presentar personajes extravagantes. McCracken parece tener una predilección por extranjeros que se comportan como peces fuera del agua. En “Mistress Mickle All at Sea” la protagonista es una personalidad televisiva americana de regreso a Dover en un ferry que se bambolea en el fuerte oleaje del Canal de la Mancha. Tras una conversación con un artista que, tal vez sin quererlo, la ridiculiza, juguetea con la idea de lanzarse por la borda.

En vez de buscar trocitos de vasijas o antiguas botellas, yo me iría directo al pub a probar el agua de la vida local, uisge beatha. Una de las playas de la Isla de Mull. Fotografía de Lesbardd.

En “Proof” David Levine comparte un viaje a Escocia con su padre Louis y espera tener el éxito que siempre había imaginado: comprarle una falda escocesa, algo que siempre había querido pero que su madre, recientemente fallecida, le había denegado a Louis. Pero el anciano caballero prefiere recoger trozos de cerámica y vidrio de colores en las playas de Mull, una de las Hébridas Interiores.

Uno de los más sugestivos relatos es “It’s Not You”, en el que la narradora rememora una estancia intensamente alcoholizada en un hotel cuando era joven, tras un profundo desengaño emocional, y allí flirtea con un famoso locutor. Confiesa la narradora en un interludio del relato: “¿A quién amo yo en este cuento? A nadie. A mí misma, un poco. Ah, sí, al camarero, con el bigote diacrítico que mostraba encima de una dentadura blindada. Me encanta el camarero. Siempre me encanta el camarero.” (p. 53, mi traducción)

Como hace con el ya mencionado bigote diacrítico, McCracken deja caer metáforas extraordinarias y audaces símiles. El hotel mencionado en el párrafo anterior, The Narcissus Hotel, “se encontraba situado en la orilla de un lago y admiraba su imagen reflejada.” Los zapatos de una pareja de ancianos viajeros en “Proof” dan la impresión de ser “dos pares de patatas asadas.” La multitud de niños en una de las piscinas del parque acuático le recuerdan a Ernest el cuadro de Théodore Géricault Le Radeau de la Méduse.

Cada vez más resulta evidente que nos encaminamos a una situación de «Sálvese quien pueda».
Relatos en los que el paso del tiempo nunca termina de cicatrizar las heridas de la pérdida de los seres amados, The Souvenir Museum entretiene sin entusiasmar. Aunque la autora tiene una indudable habilidad para explotar la parte de la historia que posee un potencial risible, con frecuencia el material narrativo es tan desalentador y sombrío que el efecto global es contraproducente, si no completamente macabro.

21 ene 2022

Reseña: Monsters, de Barry Windsor-Smith

Barry Windsor-Smith, Monsters (Londres: Jonathan Cape, 2021). 365 páginas.

Este relato del veteranísimo Windsor-Smith comienza con una escena de increíble brutalidad. Es junio de 1949: Janet sale al jardín frontal de la casa en Providence (Ohio) en la que vive con su marido, Tom Bailey, y el único hijo que tienen, Bobby. Se encuentra la bicicleta de Bobby en tierra, una llanta aplastada, completamente inservible. Del cobertizo vienen unos gruñidos. La madre se acerca y ve a su hijo en manos de Tom, quien ha agredido violentamente al niño. El padre está soltando alaridos en alemán. Janet agarra a Bobby en sus brazos y sale corriendo, pero tropieza con la bici y cae a tierra.

Aterrorizada, grita pidiendo socorro y denuncia a Tom como un monstruo. ¿Qué ha sucedido para que el padre haya golpeado a Bobby con tanta violencia? ¿En qué estado ha quedado el niño? ¿Cómo va a terminar este terrible episodio?

Muchos años después, dos desconocidos cuyos padres compartieron vivencias horrorosas vuelven a cruzar sus caminos. ¿Qué podría salir mal? Pues... todo.
Quince años más tarde, Bobby acude a una oficina de reclutamiento del ejército de los Estados Unidos. Le falta un ojo, dice que no tiene familia, que no tiene estudios, que carece de documentación. El oficial que le atiende hace una llamada y sella su destino: Bobby pasará a ser el candidato de un proyecto experimental absolutamente secreto: Prometheus.

¿Prometeo encadenado? No por mucho tiempo.

Un par de meses después, encontramos a Bobby encadenado en el interior de las instalaciones militares que albergan el proyecto dirigido por un militar de origen alemán: Friedrich. Bobby ha sido transformado en un monstruo. Su cuerpo se ha cuadruplicado en volumen; es un ser deforme que emite un hedor insoportable a causa de las sustancias químicas que le han inyectado y en las que lo han tenido a remojo. No era ése el objetivo que se habían marcado los ‘cerebros’ científicos de Prometheus. ¿O sí? ¿Cómo ha podido terminar siendo la víctima otra vez?

El monstruo fue un niño y recibió castigos con frecuencia.

Esa es la trama de Monsters. Windsor-Smith confecciona un relato con distintos saltos cronológicos. En cada uno de ellos, la enrevesada historia de la terrible vida de Bobby va agregando un nuevo capítulo. Comenzando con el retorno del padre tras la guerra: Tom Bailey era el intérprete de una unidad estadounidense que, tras la derrota de los nazis, descubre un laboratorio médico secreto en el que científicos al servicio del régimen de Hitler habían estado realizando experimentos execrables que sin duda alguna constituirían crímenes de guerra. Bailey, testigo del horror, sufre un profundo trastorno y, como consecuencia de ello, tarda cuatro años en regresar a casa.

Bobby y Jack, el oficial de policía amigo de Janet. 

Ya en su casa de Providence, el alcohol, el insomnio y la paranoia no solamente destrozan su vida sino de las de Janet y Bobby. La situación se vuelve insostenible y el día de Acción de Gracias todo explota en la casa de los Bailey, con efectos funestos. Solo Bobby sobrevive a la masacre.

Monsters es un relato de vidas rotas, de traumas irreparables, coincidencias inexplicables y superpoderes psíquicos, en una narrativa que mezcla ciencia ficción, la guerra, el secreto del estamento militar como indicio del crimen, el horror y el mito de Frankenstein, un amor imposible y el precio que la inocencia infantil puede pagar por culpa de los errores de los padres. Al caer en las garras de Friedrich, Bobby Bailey, el monstruo creado por el ejército, se convierte en víctima del experimento médico que décadas antes había enloquecido a su padre Tom.

En cada palabra hay un recuerdo. Tras la muerte solo nos quedan las palabras.
Pero no es Bobby el personaje principal. Al fin y al cabo, sus facultades físicas y mentales quedaron muy mermadas tras el abuso sufrido a manos de su padre. La protagonista es su madre Janet. Es ella la víctima de una realidad de la que únicamente nos acordamos a toro pasado: el hecho innegable de que las guerras no terminan simplemente con la firma de un armisticio. Los estragos que una guerra acarrea son causa de la desintegración de familias y la ruptura de amistades y suelen afligir más a los civiles que a los propios militares.

La última cena...
Con sus más de 360 páginas, Monsters tiene las dimensiones de una narración épica. Producido en tamaño A4, Windsor-Smith ha creado un verdadero librazo, una gran obra repleta de guiños sutiles, detallista tanto en el dibujo como en el diálogo, y que incorpora insospechados retazos técnicos de géneros dispares y atípicos en la novela gráfica como son entradas de un diario personal o fragmentos de cartas, en algunos casos inacabadas. Merece la pena adentrarse en el rompecabezas cronológico que propone el autor, pues la recompensa es sobresaliente.

Barry Windsor-Smith. Retrato del autor, obra de Michael Netzer.

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