15 jul 2013

Reseña: Dear Life, de Alice Munro

Alice Munro, Dear Life (Detroit: Wheeler Publishing, 2013). 436 páginas.

Por mucho que desde las páginas de suplementos literarios y publicaciones similares se insista una y otra vez en la superioridad de la novela sobre el relato corto, la aparente supremacía existe únicamente en términos económicos – las listas de los libros más vendidos las nutren en buena medida novelas no particularmente brillantes. Si el cuento parece contar con un estatus marginal, ello no es óbice para reconocer que hay escritores cuyos cuentos reúnen características literarias de altísima calidad, por lo que en ese sentido la hegemonía novelística sería más bien infundada.

El caso de Alice Munro puede ser una de las mejores pruebas de lo anterior. Munro ha contribuido durante muchísimos años sus cuentos a, entre muchas otras revistas, The New Yorker. Dear Life es su colección final, y posiblemente la más personal de todas, como confiesa en una nota que precede a los cuatro últimos relatos de este volumen, de los que dice que “no son en realidad cuentos. Forman una unidad independiente, la cual es autobiográfica en sentimiento.”

Los cuentos que dan inicio a Dear Life tienen variadas temáticas, pero tienen algunos nexos que los unen, además de la ubicación geográfica canadiense. Muchos de ellos remiten al lector a la época de la segunda guerra mundial y la posguerra. Además, la difícil relación que se da entre el paso del tiempo y el recuerdo de los sucesos pasados: cómo los cambios bruscos afectan nuestras vidas, las vidas de personas normales, como tú o yo, y el reflejo que de dichos cambios crea en nuestra memoria el transcurrir del tiempo y la manipulación subjetiva de la memoria.

El primer relato, ‘To Reach Japan’, es deslumbrante. Una joven madre y ama de casa de Vancouver aficionada a la poesía, acude a una fiesta de la revista donde le han publicado algunos poemas. Tras tomarse varios vasos de zumo que resulta ser alcohol de alta graduación, un periodista de Toronto la rescata, pero al dejarla a la puerta de casa renuncia a besarla. El recuerdo la consume, y cuando meses después consigue un trabajo de profesora en Toronto, le escribe al periodista. Durante el viaje en tren comete una indiscreción y le hace pasar un muy mal trago a su hija. ¿Qué ocurre cuando el tren llega a la estación?

En ‘Amundsen’ una joven maestra, Vivien, acepta un puesto de trabajo en un sanatorio para niños tuberculosos. Allí conoce al médico, el Dr. Fox, un hombre mucho mayor que ella; al poco tiempo sucumbe a su influjo y entabla relaciones con él. El relato nos guía paulatinamente hacia un desenlace ingrato para Vivien: en lugar del romance que Munro parece haber sugerido podía aflorar en la vida de la maestra, la mezquindad de un hombre sin escrúpulos se impone y quebranta la vida de la maestra.

‘Corrie’ es la historia de una joven acaudalada pero discapacitada por la poliomielitis; en este relato, la mujer entabla relaciones con un hombre casado, arquitecto, y quien al poco tiempo le revela que una exsirvienta los ha descubierto y empieza a hacerles chantaje. El desenlace es de lo más sorprendente: gracias a un episodio imprevisto, relatado de forma muy escueta, Munro nos hace dudar sobre la veracidad de algo que afectó la vida de Corrie.

Una de las virtudes en los cuentos que componen Dear Life es el modo en que la autora realiza un sublime despliegue del poder que tienen las emociones sobre el ser humano, y lo confusas que pueden resultarnos. En ‘Dolly’, una anciana mujer cuenta cómo, tras haber acordado un pacto suicida con su viejo esposo, sucumbe a un ataque de celos cuando él reconoce a una vieja novia en una vendedora ambulante de perfumes. Sin pararse a pensarlo en frío, hace la maleta y se sube al coche, dispuesta a dejarlo para siempre. ¿Pero qué es "siempre" para una septuagenaria?

Posiblemente se deba al estilo tan sobrio y sin florituras de Munro, pero el caso es que los cuentos de Dear Life introducen plácidamente al lector en el mundo de sus personajes; sin embargo, la placidez es del todo engañosa, es un mero artificio, quizá porque el mundo real no abunda en placidez y quietud sino más bien en malevolencia, mezquindad y pobreza de espíritu. Munro no revela esas caras oscuras y lóbregas de la humanidad, sino que simplemente se limita a aludir a ellas. O dicho de otro modo: lo que es en apariencia un sencillo entramado lingüístico deja entrever al lector un mundo agrio. Lo connotado es mucho más expresivo de lo que las simples palabras que la autora emplea parecían habernos dicho.

En su reseña para la London Review of Books, Christian Lorentzen opinaba que “los relatos de Munro sufren cuando aparecen en una recopilación, porque la forma correcta de leerlos es dentro de una revista”. No puedo estar más disconforme con esa opinión: precisamente el hecho de juntar los cuentos en un único volumen permite al lector marcar el tempo de lectura, abandonarla y retomarla a su antojo, elegir cuándo (re)leer un relato, o en qué orden (re)leerlos, y combinar su lectura con la de otros libros. Por cierto, en la edición que he leído, impresa en letra grande, cuentos que normalmente ocuparían diez páginas ocupaban treinta, y ése era un placer/valor añadido.


Munro ha dicho que éste será su último libro, que dejará de escribir. Por suerte para los que nos gusta la buena literatura, ha dejado un importante legado que podrán disfrutar muchas generaciones venideras de lectores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Your words count - Tus palabras cuentan - Les teues paraules compten

Posts més visitats/Lo más visto en los últimos 30 días/Most-visited posts in last 30 days

¿Quién escribe? Who writes? Qui escriu?

Mi foto
Ngunnawal land, Australia