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25 dic 2014

Reseña: Gabriel: A Poem, de Edward Hirsch

Edward Hirsch, Gabriel (Nueva York: Alfred A. Knopf, 2014). 78 páginas.

Gabriel es el nombre del único hijo del poeta estadounidense Edward Hirsch. Gabriel murió cuando contaba veintidós años, víctima de una parada cardiaca tras haber consumido éxtasis líquido. Su muerte se produjo hace poco más de tres años.

Un largo poema elegíaco escrito en tercetos no rimados, Gabriel es ante todo el intento de crear un recuerdo permanente e indestructible del hijo que el poeta perdió. Naturalmente, el poema se inicia en el momento determinante, la desgarradora escena (no se trata de un cliché, sé perfectamente de qué estoy hablando) del padre ante el cuerpo frío y sin vida de Gabriel:

“The funeral director opened the coffin
And there he was alone
From the waist up

I peered down into his face
And for a moment I was taken aback
Because it was not Gabriel

It was just some poor kid
Whose face looked like a room
That had been vacated” (p. 3)

“El director de pompas fúnebres abrió el ataúd
Y allí estaba él en solitario
De cintura para arriba

Observé detenidamente su cara
Y por un instante me quedé atónito
Porque no era Gabriel

Era solamente un pobre muchacho
Cuyo rostro parecía una estancia
Que hubiera quedado desocupada.” [mi traducción]

El poema recorre los veintidós años de la vida de Gabriel, desde su adopción (dice Hirsch que, como padres adoptivos, Janet y él tuvieron “Jet lag en lugar de un parto” (p. 9) hasta su desaparición durante el desastre de finales de 2011 en la costa este de los EE.UU., cuando el huracán Irene devastó la costa de Nueva Jersey, pasando por su revoltosa infancia y muy difícil adolescencia. Que Gabriel representó un caso extremadamente difícil, no solamente para sus padres sino también para todos los que le conocieron y trataron, añade un tinte más emotivo si cabe a los versos de Hirsch, en los cuales rememora melódicamente los numerosísimos medicamentos que le fueron recetados, los centros, escuelas y programas en que estuvo internado o tratado, o los datos espantosos que Hirsch incorpora, procedentes de la autopsia. Gabriel era

“King of the Sudden Impulse/ Lord of the Torrent/ Emperor of the Impetuous” (p. 45) [Rey del Impulso Súbito/ Señor del Torrente/ Emperador del Ímpetu]

Hay asimismo en Gabriel reflexiones sobre el dolor de la pérdida de un hijo. Hirsch hace referencia a varios testimonios de poetas que a lo largo de la historia han escrito sobre la experiencia más tan anti-natura que un padre puede jamás sufrir: Ben Jonson, William Wordsworth, Victor Hugo, Mallarmé, Tsvetaeva y Rabindranath Tagore entre otros. Y del italiano Ungaretti (puede que Hirsch le esté citando, o quizás parafraseándole) selecciono esto: “But when the best part of me was ripped away/ I experienced death in myself/ From that moment on/…/ That pain will never stop tormenting me” (p. 35) [Cuando la mejor parte de mi ser me fue arrebatada/ Experimenté la muerte en mí mismo/ Desde ese momento en adelante/…/ Ese dolor nunca dejará de atormentarme]

El tono cambiante, el ritmo desenfrenado de un poema en el que no hay puntuación alguna (incluso los versos más extensos carecen de cesura), incluso la propia métrica de Gabriel, sirven por un lado para evocar el complejo trastorno anímico y mental en el que vivió el hijo de Hirsch, pero son por otro lado muestra inequívoca de que toda expresión artística para hacerle frente al duelo (que no superarlo – eso nunca se consigue) es un intento de poner algo de orden en el caos emocional, en el tremendo desbarajuste de orden sintáctico y semántico, que le sobreviene al padre del hijo muerto.

En ‘Finding the Words’ [Encontrar las palabras], un ensayo de Alec Wilkinson  publicado en The New Yorker en agosto pasado, Hirsch le decía al autor lo siguiente: “Hay otra cosa más que quisiera contarte sobre mi dolor: me quedé atónito cuando descubrí que no podía leer. Ni siquiera la poesía, que siempre me había ayudado, podía protegerme ni consolarme. Las personas son irremplazables, y el arte, no importa lo bueno que sea, no las reemplaza. Tuvo que suceder esta tragedia para que yo lo entendiera. Mucha gente a la que he querido ha muerto, pero aun así encontré mucho consuelo en la poesía. Quedarme solo y no poder leer quería decir que no podía reconocerme a mí mismo.” [mi traducción]

Quise leer Gabriel entre la Nochebuena y las primeras horas del día de Navidad de 2014. Es un día muy especial para quienes tenemos un calcetín navideño que, año tras año, se queda sin abrir en la mañana del 25. Como bien dice Hirsch,

"I did not know the work of mourning
Is like carrying a bag of cement
Up a mountain at night
[…]
Look closely and you will see
Almost everyone carrying bags
Of cement on their shoulders" (p. 73)

"No sabía que el trabajo del duelo
Es como llevar un saco de cemento
Montaña arriba en la noche
[…]
Mira con atención y verás
Que casi todos llevan un saco
De cemento a sus espaldas" [mi traducción]

Bien sabe Hirsch que su saco de cemento no es el único. Debemos agradecerle, en todo caso, que haya compartido qué se siente ascendiendo esa montaña, como hice yo en su momento.

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