Los jugadores de Sydney Swans entran en el terreno de juego. (Sydney, SCG, 14 de mayo de 2011) |
Un poco de historia
No hay ninguna certeza científica respecto al origen del footy. Parece obvio que algo del fútbol gaélico se transmitió y se transformó en el juego que se conoce como ‘Australian Rules Football’, pero también se baraja la posibilidad de que algunas de las naciones indígenas practicaran un juego de similares características con anterioridad a la llegada de los colonos británicos e irlandeses.
En un principio la competición no tenía carácter nacional. Las larguísimas distancias entre las principales ciudades lo hacían imposible antes de la aparición de la aviación comercial. La competición por antonomasia era la VFL, Victorian Football League, en la que solamente participaban equipos del estado de Victoria, y principalmente los de la ciudad de Melbourne. Esta liga, que comenzó en 1896, se formó cuando unos cuantos equipos se separaron de la competición que hasta entonces había regido el incipiente deporte desde mediados del siglo XIX.
Es especialmente en Victoria, Tasmania, Australia Meridional y Australia Occidental donde el fútbol australiano es una especie de religión, donde el amor a los colores del club se enseña a los niños desde su nacimiento. Los seguidores adoran a su equipo con una intensidad y un fervor que rara vez se observan en otros deportes y en otras partes del mundo. Pregúntale a cualquier persona del estado de Victoria, ‘¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?’, y casi con toda seguridad, la respuesta tendrá algo que ver con fútbol.
Los Swans ya tenían bien encarrilado el partido a comienzos del último cuarto: Sydney 13.12 (90) Port 9.5 (59). |
No es nada infrecuente que uno se encuentre con acérrimos seguidores de un equipo en cualquier parte de Australia. Recientemente me encontré con un matrimonio ya mayor, residentes en la ciudad de Geelong (Victoria), quienes siguen a su equipo de toda la vida, South Melbourne, fundado en 1874 – mucho antes que los llamados decanos de la LFP española, por ejemplo – y que fue reconvertido en Sydney Swans durante a principios de la década de los ochenta. Este simpático matrimonio vive por y para el fútbol, son socios del club y viajan allí donde juegue Sydney, siempre que pueden.
Cygnet, la mascota de los Sydney Swans, hace las delicias de niños y mayores antes del choque contra Port Adelaide. (Sydney, SCG, 14 de mayo de 2011) |
El siguiente poema, ‘Life-Cycle’, de Bruce Dawe, es ya un clásico de la literatura australiana, e ilustra perfectamente la disposición generalizada entre los ciudadanos de Victoria ante este deporte. A modo de explicación, las referencias a ‘Tigre, Demonios y Santos’ son a equipos de la Liga (Richmond Tigers, Melbourne Demons y St Kilda Saints). Wilfred ‘Chicken’ Smallhorn fue un legendario jugador de Fitzroy (hoy en día Brisbane), famoso por su rapidez, y que durante la segunda guerra mundial estuvo preso en Changi (Singapur), donde organizó una liga interna de prisioneros de guerra.
Ciclo vital
Al nacer, a los niños en Victoria los envuelven
en los colores del equipo y los ponen en sus cunas engalanadas,
y dan comienzo así a toda una vida de forofos.
‘Vamos’, gritan, ‘Vamos’ … apenas se les oye al principio,
mientras luchan con sus padres juguetones por hacerse
con el trozo de rosquilla: ‘¡Oh, está hecho un pequeño Tigre!’ (Y es verdad…)
Subidos a la altura de los hombros en su primer partido de Liga,
son como monstruos inocentes que llevan años nadando
en pos del estruendoso paraíso de la luz diurna
hasta que, ahora, sus corazones estallan en un éxtasis,
rompen la superficie y se pierden para siempre:
sus mentes salen disparadas como serpentinas.
En el puro diluvio de sonido, se envuelven en sus bufandas luminosas, y una voz
que recuerda a la de Dios retumba desde las gradas:
¡¡Buuuuh!! ¡Gandul! El contrato queda firmado.
Comerán pasteles de carne y papas fritas,
abjurarán de los Demonios, se aferrarán a los Santos,
y verán cómo su equipo asciende en la tabla, hasta el Cielo.
Y los torrentes de sus vidas seguirán las marejadas de las peripecias del equipo;
una insensata proposición de matrimonio tras ganar el partido por un punto,
la boda y la luna de miel después de la gran final…
No se harán viejos como envejecen los que viven más al norte;
para ellos el reloj de la vida marcará siempre los tres cuartos,
con un empate en el marcador, pero con el viento a favor en el último intervalo.
Perdura esta pauta, un recuerdo ancestral, a través de la maraña de temporadas,
que hace que los veteranos sueñen detrás de la valla con leones renacientes
y figuras de centauros del pasado que una y otra vez repongan el presente,
para que pueda renovarse esta eterna mitología,
y que retorne Chicken Smallhorn, como el dios del maíz,
en mil guisas diferentes, en la cual cambian los danzantes.
Mas la danza será por siempre la misma — los viejos seguirán
gritando, leales, ‘Vamos… Vamos…’ (aunque en voz más baja) hasta el mismísimo final,
y pondrán en el chico de uno noventa que vino de Eaglehawk todas sus esperanzas de salvación.
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